Terapia De Crisis Para El Ceo

CAPÍTULO 14: LA CITA DEL ANALISTA Y EL MIEDO AL COMPROMISO

Tras la intervención de Lisbeth para desmantelar el compromiso forzado y alejar al amigo casado, Astrid Manrique se tomó muy en serio el consejo de su nueva "terapeuta sin filtro". Si el problema era la puntería, había que cambiar de objetivo radicalmente.

Lisbeth le había dicho: «Busca a alguien que te haga dejar de respirar por pasión, no por frustración. Y que no esté conectado con la oficina.»

Astrid, determinada a probar que podía tener una relación "normal" y estable, decidió salir con Ernesto, un joven analista de software de bajo perfil de Bacan Company (pero de un piso inferior, para cumplir la regla de "no conectado a la oficina"). Ernesto era metódico, callado, y sobre todo, soltero y sin escándalos conocidos.

—Ernesto es un activo. No tiene pasivos conocidos, es estable y su hobby es coleccionar estampillas. ¡Es lo opuesto a mí! —le explicó Astrid a Lisbeth y Adelina, que se encontraban en el apartamento preparándose para la cita.

—Astrid, eso no es pasión, ¡eso es buscar un saldo cero en la vida! —protestó Lisbeth, mirando el outfit excesivamente recatado de Astrid—. ¡Te vestiste como una bibliotecaria que va a un funeral!

—Estoy buscando estabilidad, Lisbeth. No quiero drama. ¡Quiero un hombre que sepa respirar con ritmo!

La cita se llevó a cabo en una cafetería tranquila. Ernesto era, como se esperaba, encantadoramente aburrido. Habló extensamente sobre la última versión de un software de gestión de inventarios y sobre su plan de ahorro para la jubilación.

Astrid intentó aportar algo de chispa.

—¿Y qué te apasiona, Ernesto? ¿Alguna vez has pensado en hacer skydiving? ¡O nadar con tiburones!

—Bueno, Astrid. Mi pasión es la eficiencia. Y el skydiving tiene una tasa de riesgo del 0.0007% de mortalidad. No es una inversión prudente. Y los tiburones... son muy impredecibles. Me gusta la predictibilidad.

Astrid intentó reír, pero se sintió morir lentamente. Su miedo al compromiso no era con la persona, sino con la vida aburrida y predecible que implicaba la estabilidad.

El colapso llegó cuando Ernesto, al pagar la cuenta, le preguntó, con una seriedad escalofriante: —¿Y a ti te gustaría que, a largo plazo, invirtiéramos en un plan de jubilación conjunto? Es lo más lógico para optimizar los rendimientos.

Astrid, al escuchar la palabra "largo plazo" y "conjunto" tan pronto, sintió el pánico que tanto temía. Dejó a Ernesto en la mesa, inventando una excusa dramática: —¡Oh, no! ¡Creo que acabo de dejar la llave del gas abierta en mi casa! ¡Tengo que irme! ¡Adiós!

Astrid se refugió en el apartamento que Lisbeth compartía con Adelina, en un estado de histeria cómica.

—¡Es un desastre! ¡El problema soy yo! ¡Lisbeth, tienes que decirme la verdad sin filtro! ¿Por qué huyo de la estabilidad? ¡Ernesto era la opción lógica!

Adelina, la voz metódica, intentó analizar la situación. —Astrid, él fue demasiado rápido con los planes. El compromiso debe ser paulatino, como una buena proyección financiera.

Pero Lisbeth no se anduvo con rodeos. Abrió la nevera y sacó una cerveza, sentándose frente a su amiga.

—Astrid, mi amor. El problema no es Ernesto. Es el fantasma de tu padre y la presión de tu madre. Tu madre te presiona para que seas estable, y tu padre te dio la libertad de ser nadadora. Estás buscando una excusa para huir antes de que te atrapen.

—¿Huir de qué?

—Del compromiso. No con un hombre, sino contigo misma. Tienes miedo de elegir a alguien que te pida ser alguien que no eres. Ernesto te pedía ser "eficiente" y ahorrar para el futuro. Tú quieres ser la nadadora libre y dramática que eres. Huye de la estabilidad porque la estabilidad te suena a trampa.

Astrid se quedó pensativa. Lisbeth, la mujer que había crecido sin una familia, entendía el miedo a ser atrapada y definida por otros.

—Tienes razón —suspiró Astrid—. Huí de Ernesto porque, al hablar de un plan de ahorro conjunto, sentí que él ya me había puesto un anillo de esclavitud fiscal.

Lisbeth sonrió. —Ahí está. No huyas de la gente. Huye de los planes de ahorro conjuntos. La próxima vez, busca un hombre que te diga: "Vamos a gastar este dinero de forma irresponsable, pero divertida".

Las tres chicas terminaron la noche pidiendo comida para llevar y bromeando sobre los desastres amorosos de Astrid. La amistad entre las tres mujeres de mundos tan diferentes se consolidó.

Amelia, que llegó tarde del hospital, solo escuchó el final de la historia.

—¿En serio lo dejaste porque quería planificar la jubilación contigo en la primera cita?

—Sí, Amelia. ¡Me asustó la seriedad!

—Bueno, al menos tu drama nos distrae del mío. Yo, por mi parte, sigo sin creer en el amor, pero al menos no hago planes de ahorro conjuntos. —Amelia sonrió.

Lisbeth miró a Adelina, y luego a las dos hermanas Manrique. Se dio cuenta de que, a pesar de sus vidas tan diferentes, las tres mujeres compartían una cosa: la necesidad de ser auténticas en un mundo que constantemente quería definirlas.

Al día siguiente, en Bacan Company, Grace Cáceres ya tenía su propia versión del desastre.



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En el texto hay: humor, oficina y enredos

Editado: 16.11.2025

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