Terapia De Crisis Para El Ceo

CAPÍTULO 18: LA DIGNIDAD DEL ORFANATO Y LA MATRIARCA CUESTIONADA

Días después del éxito de la "Cita Falsa" (Capítulo 17), el ambiente en Bacan Company se sentía de celebración. La fusión con el Sr. Tanaka se había cerrado, y Alejandro, visiblemente aliviado, había comenzado a darle a Lisbeth más responsabilidades en el área de análisis financiero.

Sin embargo, Lisbeth notó algo extraño. Un viejo contacto de su época universitaria, que ahora trabajaba en una oficina de investigación de antecedentes, le envió un mensaje de texto críptico: «Alguien está revisando tu pasado en el orfanato. Código: Génesis.»

El corazón de Lisbeth se apretó. Que Génesis de Márquez investigara su origen no era solo un ataque a su privacidad; era un ataque directo a su honor y a la lucha que había librado para llegar a donde estaba.

Lisbeth confrontó a Alejandro en su oficina.

—Ingeniero. Su madre está investigando mi pasado. Mi vida en el orfanato.

Alejandro frunció el ceño, su expresión transformándose en furia. —Imposible. Ella no se atrevería.

—Lo hizo. Y estoy aquí para decirte que si ella usa la dignidad que me costó ganar para desacreditarme, esta complicidad de la que tanto presumes se acaba. Dile que se detenga.

Alejandro, profundamente avergonzado, prometió hablar con su madre, pero ya era demasiado tarde. Génesis ya había agendado una reunión "privada" con Lisbeth.

La confrontación tuvo lugar en una de las salas de conferencias privadas de la mansión Manrique. Génesis estaba sentada a la cabecera de la mesa, con el aire de una reina juzgando a una plebeya.

—Señorita Lisbeth. No voy a andarme con rodeos. Sé que usted está usando su... encanto caótico para manipular a mi hijo. Y sé de dónde viene. —Génesis deslizó un informe sobre la mesa—. Usted es huérfana. Creció en un orfanato de caridad. No tiene linaje, ni capital, ni una base social.

Génesis se inclinó, su tono de desprecio era innegable. —Alejandro necesita una mujer que le dé estabilidad, no drama. Leonor tenía las conexiones. Usted solo tiene deudas y un pasado humilde. Mi preocupación es que, si esta relación falsa se vuelve real, usted va a dañar la imagen del corporativo y a la herencia de mis hijos. Usted no es de nuestra clase.

Lisbeth no se inmutó. No había lágrimas, solo una calma peligrosa. Ella no era una modelo bipolar ni una mujer casada infeliz; era una sobreviviente.

—Sra. de Márquez. Usted tiene razón en una cosa: crecí en un orfanato. Y usted se equivoca en todo lo demás.

Lisbeth se puso de pie y apoyó ambas manos en la mesa, mirando a Génesis directamente a los ojos.

—Usted habla de clase y linaje. Yo hablo de honor y supervivencia. Usted creció con un apellido que le dio todo. Yo crecí ganándomelo todo: mi comida, mis libros, mi educación. Yo gané becas, mientras sus hijos heredaban. Eso, Sra. de Márquez, es ser de la clase más alta: la clase que no depende de nadie.

—Usted me acusa de seducir a su hijo por interés. Yo le digo que yo no necesito seducirlo; él me necesita a mí para que su empresa no caiga. Yo encontré el fraude de Adrián, yo detuve el hackeo, yo salvé el trato con Tanaka. Mientras usted se preocupaba por los cubiertos de plata, yo estaba salvando su patrimonio.

Lisbeth se acercó al informe clasista de Génesis y lo tomó en su mano.

—Mi pasado de orfanato no es una debilidad; es mi mayor activo. Me enseñó a ser ingeniosa, a no rendirme y a saber quién vale la pena. En cambio, su "clase" le enseñó a ser arrogante y a despreciar a quienes tienen que luchar. Usted cree que soy una amenaza para su apellido. Soy una amenaza para su arrogancia.

Lisbeth puso el informe sobre la mesa. —Y para que quede claro: no estoy enamorada de su hijo. Él es mi jefe y mi cómplice. Pero si un día lo estuviera, créame, sería porque lo elegí, no porque lo necesité. Ahora, si me disculpa, debo regresar al corporativo a asegurarme de que el Ingeniero Manrique no cometa una tontería financiera, porque, a diferencia de usted, a mí sí me importa su dinero.

Lisbeth salió de la sala dejando a Génesis en un silencio atónito. La matriarca no había sido humillada, sino confrontada con una verdad que la desafiaba.

Alejandro, que había estado esperando ansioso, se acercó a Lisbeth.

—¿Qué pasó? ¿Está todo bien?

—Todo bien, Ingeniero. Su madre y yo tuvimos una charla sobre mis credenciales de clase. Ella me encontró... convincente. Pero creo que le debes una disculpa por investigar mi pasado.

Alejandro suspiró, su mirada llena de una admiración que ya no podía ocultar. —Lisbeth, lo siento por lo de mi madre. Ella es... ella es solo incapaz de ver el valor que no está envuelto en etiquetas.

—Lo sé. Ahora, ¿podemos volver a hablar de cosas importantes? Necesito aprobar el presupuesto de Amelia para la Unidad de Cuidados Paliativos. La humanidad nos espera.

Lisbeth regresó a su escritorio, satisfecha. Había defendido su dignidad sin piedad. Génesis, por primera vez, sintió que había encontrado a alguien en la vida de su hijo que era tan fuerte como ella, aunque por motivos opuestos. La "guerra de suegra y nuera" había mutado a un respeto a regañadientes.



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En el texto hay: humor, oficina y enredos

Editado: 16.11.2025

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