El ambiente en Bacan Company se había estabilizado. Alejandro Manrique, con la fusión de Tanaka en el bolsillo y la bendición (reacia) de su madre, estaba enfocado. Su complicidad con Lisbeth era un hecho: ella analizaba las finanzas, y él consultaba con ella casi todos los aspectos estratégicos, tanto laborales como familiares.
La estabilidad fue bruscamente interrumpida por la reaparición de Leonor Ferreti.
Leonor no vino con su habitual arrogancia. Vino en modo víctima dramática. Apareció en el corporativo vestida con sobriedad y con una expresión de profunda tristeza, pidiendo una "conversación privada" con Alejandro.
—Alejandro, estoy devastada. El escándalo de la cena me ha arruinado. Mi agente me dejó. Me culpan de la crisis. Yo te amo, Alejandro. Volvamos. Prometo ser la esposa perfecta que tu madre quiere. —Leonor intentó besarlo, pero Alejandro se apartó.
Alejandro se sentía atrapado. Aunque no amaba a Leonor, su lado de jefe justo se sentía responsable por el escándalo que había arruinado la imagen de ella.
—Leonor, lo siento por tu carrera, pero nuestra relación fue un error.
—¡Es ella! ¡Esa secretaria de orfanato te está manipulando! ¡Ella es la que te hizo sabotear nuestra relación! —Leonor subió el volumen, atrayendo la atención de los cubículos.
Lisbeth, que estaba cerca, entró en la oficina con su habitual descaro.
—Disculpa, Leonor. El término correcto no es "manipular". Es "darle un baño de realidad a mi jefe". Y yo no arruiné tu carrera, tú lo hiciste con tu falta de honestidad y tu crisis de salsa picante.
Leonor intentó jugar su última carta, dirigida directamente a Alejandro, usando las palabras de Génesis.
—Alejandro, ella no es de tu clase. No te puede dar estabilidad. Tu madre tiene razón. Yo soy tu mejor inversión. Te doy la imagen, te doy el prestigio. ¡Ella te da caos y chismes!
Alejandro, agotado de la dicotomía entre el protocolo y la autenticidad, miró a Lisbeth, pidiendo ayuda en silencio.
Lisbeth entendió la mirada. Era el momento de actuar, no como secretaria, sino como estratega de vida.
—Leonor, el prestigio es un activo que se devalúa muy rápido. La honestidad y la lealtad, por otro lado, son activos a prueba de crisis. Yo le doy caos, sí, pero también le doy el cerebro que salvó su empresa y la verdad que su madre no se atreve a decirle. Tú le das un matrimonio infeliz.
Lisbeth se dirigió a Alejandro, su expresión era seria.
—Ingeniero. La estabilidad es aburrida, y usted es un hombre que, aunque lo niegue, prospera en el desafío. Tienes que dejar de tomar decisiones por el bien del corporativo y empezar a tomarlas por el bien de tu felicidad. Si vuelves con Leonor, la próxima crisis no será un hackeo, será un colapso interno.
—Lisbeth... —Alejandro se levantó, su conflicto interno evidente.
—Elige la verdad, Ingeniero. Elige lo que te hace sentir vivo, aunque sea caótico. No elijas la fachada que te hace sentir seguro. Es hora de que cierres este ciclo y seas honesto con tu vida.
La intervención de Lisbeth fue el catalizador. Alejandro Manrique, el hombre de lógica y estructuras, se dio cuenta de que su vida con Leonor era la mentira más costosa que jamás había mantenido. Miró a Leonor, que seguía llorando, y tomó una decisión firme e irreversible.
—Leonor, se acabó. No voy a volver contigo. Nuestro matrimonio habría sido un acuerdo de negocios, y yo no quiero eso. Mi vida no es un balance financiero. Lo siento por tu carrera, pero tienes que asumir la responsabilidad de tus propias acciones. Por favor, vete. Y no vuelvas a usar a mi madre o a esta empresa como excusa para tu inestabilidad.
Leonor, al ver la absoluta determinación en los ojos grises de Alejandro, se dio cuenta de que había perdido. Ella se fue de la oficina, derrotada, pero con la dignidad de quien ya no tenía que fingir.
Lisbeth se acercó a Alejandro, cuya postura ahora reflejaba el alivio de un gran peso.
—Bien jugado, Ingeniero. El ciclo está cerrado. La honestidad, aunque duela, siempre es la mejor estrategia.
Alejandro se apoyó en su escritorio y miró a Lisbeth. —Lo hiciste fácil, Lisbeth. Eres mi peor pesadilla y mi mejor salvavidas. Y ahora, gracias a ti, estoy soltero, libre, y mi madre me odia más.
—¡Y tiene una empresa funcionando perfectamente! ¡Un saldo positivo! —replicó Lisbeth, su sonrisa amplia—. Ahora, ¿podemos volver a hablar del presupuesto de Amelia? ¡La humanidad espera!
El ciclo de la inestabilidad emocional de Alejandro había terminado. Él había elegido la autenticidad, una elección que no habría sido posible sin la constante fricción y honestidad de Lisbeth.
Esa tarde, Alejandro le envió un correo a Lisbeth con el título: «Asunto: Aumento de sueldo y nueva posición.»
Lisbeth abrió el correo, conteniendo la respiración. Alejandro le había dado un aumento del 30% y el nuevo título: "Analista de Estrategia Corporativa y Ejecutiva de Crisis".
Lisbeth sonrió. No era la secretaria, no era la novia; era la socia de estrategia de Alejandro.
Grace Cáceres, por supuesto, ya estaba esparciendo la nueva verdad: «¡El Ingeniero despidió a la modelo y le dio a Lisbeth un puesto que no existe! ¡Están saliendo, se los digo! ¡Es un romance prohibido de jefe y secretaria!»