El Proyecto de Cuidados Paliativos de la Dra. Amelia Manrique (co-financiado por la Fundación Manrique y la estrategia de Lisbeth) estaba en marcha. Este proyecto, centrado en la humanidad más que en la cura, había ayudado a Amelia a encontrar la paz tras sus pérdidas.
Lisbeth y Amelia se reunieron en el hospital.
—Lisbeth, la Unidad está ayudando mucho. Es más satisfactorio que la cirugía. Pero te diré algo: esta Unidad es una prueba de que el amor no es solo una manipulación química, es una elección constante de conexión.
—Lo sé, Amelia. Por eso te obligué a hacerlo. No puedes ser cínica con el amor cuando estás dando amor cada día.
En ese momento, un joven pasante de medicina, Daniel, se acercó a Amelia. Daniel era tan empático y dedicado como ella era cínica, y constantemente la retaba con su idealismo.
—Doctora Manrique, el informe de la paciente Lidia ya está en su escritorio. Y, por cierto, ¿quiere que la acompañe a tomar un café? Su visión del cinismo es fascinante.
Amelia, que siempre lo había rechazado, miró a Daniel. Se dio cuenta de que él no la veía como la médica brillante, sino como la mujer cínica que necesitaba un poco de luz.
Lisbeth vio la oportunidad y usó su "filtro cero" con Amelia.
—Amelia, el doctorcito es aburrido, pero es honesto. No lo rechaces. Tu cinismo es tu escudo. Y tienes que ser valiente para dejarlo caer. La felicidad es el riesgo más grande que puedes tomar.
Amelia, influenciada por Lisbeth y agotada de su propia coraza, aceptó la invitación. Lisbeth había logrado que Amelia, la mujer que huía del amor, se atreviera a tomar el riesgo de una conexión genuina.
El arco de Amelia se cerró con su aceptación del riesgo emocional. No encontró un amor de cuento de hadas, pero encontró una conexión que la hizo menos cínica y más feliz.
En el corporativo, Lisbeth y Alejandro Manrique estaban firmando un convenio con el hospital.
—Ingeniero, esta alianza es la mejor inversión que hemos hecho en imagen corporativa. Generó un aumento de moral interna. La humanidad es rentable —dijo Lisbeth.
Alejandro sonrió. —Tienes razón, Lisbeth. La única curva de crecimiento que me importa ahora es la felicidad de mi familia.