En la pequeña ciudad de Ybycuí, en el corazón de Paraguay, la familia González se reúne en una tranquila mañana para tomar tereré, una bebida tradicional paraguaya. Mientras disfrutan de su bebida, reciben una visita inesperada: un familiar que no ha venido en mucho tiempo. La alegría se mezcla con un toque de tristeza al recordar los viejos tiempos.
Con los corazones llenos de emociones encontradas, comienzan los preparativos para su tradicional celebración anual. La casa se llena de risas, música y el delicioso aroma de la comida paraguaya.
La abuela María, con su sonrisa cálida y su risa contagiosa, está en la cocina, amasando la masa para la chipa y la chipa guazú, dos platos que no pueden faltar en ninguna celebración. Las niñas y las madres y tías de la familia se unen a ella, aprendiendo sus secretos culinarios y ayudándola con las tareas de la cocina.
Mientras tanto, el abuelo Carlos, con su mirada sabia y manos fuertes, está en el patio, cuidando el asadito, una tarea que realiza con orgullo y dedicación. También está preparando la mandioca, un ingrediente esencial en la cocina paraguaya. Los niños y algunos de los adultos se unen a él, ayudándole a pelar y cortar la mandioca, aprendiendo de su experiencia y disfrutando de la tarea.
Los niños, llenos de energía y risas, corren por la casa al ritmo de la polca paraguaya, una música alegre y contagiosa que resuena en cada rincón. Mientras tanto, los perros y gatos de la familia están jugando, añadiendo aún más alegría a la casa. Incluso el loro se une a la música con su alegre canto.
Una vez que todo está listo, algunas de las niñas y las madres y tías de la familia ayudan a poner la mesa, preparándose para la gran fiesta.
La familia González es conocida en Ybycuí por sus fiestas, donde la comida, la música y la alegría se combinan para crear momentos inolvidables. Pero no solo se escucha polca en su casa, también suenan otros más que ayer paraguayos, como el soy latina y el purahéi.
Cuando cae la noche, la familia se reúne alrededor de la fogata. Los abuelos y los tíos mayores son los encargados de contar las historias de miedo. Son relatos que han pasado de generación en generación, y que mantienen a todos al borde de sus asientos. La familia también se enorgullece de hablar en guaraní, manteniendo viva su herencia cultural.
A la mañana siguiente, algunos de ellos deciden ir al río a pescar, disfrutando de la serenidad del agua y la emoción de la captura. Es una hermosa manera de terminar la celebración, y un recordatorio de la belleza y la simplicidad de la vida en Ybycuí.