Capítulo 1 [Parte 2]: Meyer
La rectora del Instituto dio un largo y soporífero discurso. Luego de ella un muchacho muy carismático, dio una divertida bienvenida. Por lo que pude escuchar, era el presidente del consejo estudiantil desde el año pasado. Apenas terminó la tediosa bienvenida, los alumnos se movieron de manera rápida hacia sus salones de clase, Pierre salió más rápido que animal enjaulado y me dejó un sabor amargo lo incómoda que fue nuestra primera impresión.
Caminé hacia mi salón y me fui directo a los últimos puestos, nadie se sentó junto a mí y agradecí por ello. Pierre se encontraba del otro lado del salón y tampoco tenía acompañante, me entraron unas ganas de sentarme junto a él, pero el recuerdo de nuestra primera conversación me hizo arrepentirme de la acción que tomaría. Las clases transcurrieron de los más normal, aunque como siempre, tenía la mirada perdida, sumida en mis propios pensamientos. El timbre del descanso me hizo volver a la realidad, todos se levantaron de sus asientos como robots y salieron del salón, imité la acción para encaminarme hacia la cafetería. Al llegar, tomé asiento en una de las mesas vacías, con nada más que una lata de soda.
Levanté la mirada, observando que Pierre venia hacia mi mesa. Seguí cada uno de sus movimientos hasta que se ubicó junto a mí con desgano.
—¿Qué haces? —le pregunté.
—Sentarme ¿Qué no ves? —rodé los ojos.
—Si sabelotodo, me refiero a ¿Por qué aquí? —tenía los codos apoyados sobre la mesa y las manos entrelazadas mientras escudriñaba mi rostro.
—Eres la única normal en este circo —sus palabras me sorprendieron y a la vez me desconcertaron. Notó que no entendía a lo que se refería.
>>Allá —señaló a una mesa donde se encontraba una rubia despampanante—. Margot, 17 años. Su padre es el alcalde de la ciudad, nada en dinero y pues, cree y tiene a todo el mundo a sus pies —esa explicación no pudo ser más acertada, a simple vista lo que inspiraba era belleza y poder—. Ahora mira allí —señaló otra mesa que se encontraba en todo el centro de la cafetería, se encontraba el chico que había hablado en el auditorio junto a otras personas —Remi, de seguro ya lo viste hoy en la mañana. Habla mal de toda la gente que está junto a él en esa mesa, son solo amigos por conveniencia. ¿Ves a la castaña de ojos grises junto a él? —asentí —Calíope, la más inteligente del instituto, más de diez medallas en ajedrez y cinco trofeos en trigonometría. Sobrevalorada.
Me parecía impresionante la cantidad de información que me estaba dando, era como si los conociera tan bien. Caí en cuenta de que ellos estaban en mi salón, ni siquiera los había notado por tener la cabeza en otro lado.
—Espera ellos son… —me interrumpió.
—Si, nuestros compañeros —con su dedo trazó un viaje hacia otra mesa—. ¿Ves a ese mismísimo rostro trazado por los dioses? Es el capitán del equipo de fútbol.
—Meyer —solté un susurro casi incomprensible, pero si me escuchó.
—¿Ya lo conociste? —cuestionó elevando sus cejas con evidente sorpresa.
—Si, es un patán, uno muy guapo —no podía negarlo.
—Bienvenida al club chica —chocamos los cinco —Bueno, ¿Ves al rubio junto a él? Es Blaz, el mejor amigo de Meyer, también forma parte del equipo de fútbol.
—¿Y ellas? —pregunté señalando hacia la mesa en donde había solo porristas.
—Oh, solo conozco a una —se acomodó en su asiento —, la morena, se llama Agnes, capitana de las porristas. Es una perra, pero es muy inteligente y atractiva —tenía razón, sus facciones eran finas y tenía unos rizos de infarto, eso sin nombrar su cuerpo de porrista.
—¿Y esas dos? —señalé a una mesa que estaba muy, pero muy alejada de nuestro campo de visión. Pierre logró reconocerlas.
—Bueno, ahí tienes a la chica más hermosa de toda Groween. La del cabello castaño es Soleil, a diferencia de Margot, su belleza es más natural. Esos ojos verdes aceituna te atrapan, eso sí, es muy difícil de conquistar, no sale con cualquiera —Luego señaló a la chica que se encontraba junto a ella—. La pelirroja con lentes es Irene, la mejor en informática. Cree que es mejor que toda la gente que está en este instituto, pero la única que le cae bien es Soleil y la entiendo.
—¿Y por qué no te llevas con ella?
—Eso no importa ahora —quise seguir interrogándolo, pero sentí el peso de una mirada sobre mí. Estaba segura de que giré la cabeza como en la película El exorcista, el chico que me observaba disimuló rápidamente que estaba tanteando su comida.
—¿Quién es el? —le pregunté a Pierre señalando al chico solitario.
—Oh, es Sergio. Nadie importante, es muy callado y a duras penas lo veo en el aula —dijo restándole importancia. A mí me pareció muy atractivo la verdad, esa ropa negra le daba un aire de chico misterioso, sin mencionar que su piel era tan blanca como el papel y tenía unos ojos negros, tan profundos como el abismo.
Luego de ese resumen sobre los estudiantes del instituto Groween, Pierre y yo no cruzamos palabra alguna, nos quedamos en silencio mientras él comía su almuerzo y yo tomaba mi soda de a poquito. El timbre sonó y volvimos a los salones de clases, esta vez, Pierre se sentó junto a mí.
***
Mi primera semana fue de lo más normal, por el momento mi único amigo era Pierre. Disfrutaba de su compañía, tenía un humor negro que lo hacía parecer un idiota, pero la verdad era uno muy gracioso. Ya siendo domingo, después de ver una película de Netflix, estaba dispuesta a entrar a mi cama y dormir como piedra. Ya bien acurrucada, con una almohada entre las piernas, mi teléfono vibro en mi mesita de noche. Lo tomé y vi que eran seis mensajes desconocidos.
Patea el balón hasta el cielo, que Dios llegue a sentir ese roce.
Que la sangre choree de su cuenco, hasta llegar a la calle 12.