Capítulo 4 [Parte 2]: Siguiendo las pistas
Mientras emprendía camino a casa, me encontré con la última persona que quería ver en ese instante, me sentía tan avergonzada por nuestra salida fallida a la fiesta.
—Hola Sergio ¿Qué tal? —le pregunté intentando lucir de lo más normal.
—Hola Tere —me respondió cortante.
—Oye, en serio lo siento por lo de anoche, no era mi intención ignorarte, yo… —me interrumpió.
—Claro, tu atención estaba en don rizos. ¿Sabes? no te preocupes, tenía cosas más importantes que hacer —y con eso me rodeó y se fue, dejándome pegada al suelo de la acera.
Genial, lo que me faltaba, el chico lindo enojado conmigo.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunté a la nada, esperando alguna respuesta divina, pero lo que recibí fue el ladrido de un perro que estaba cerca, así que pegué la carrera lo más lejos posible.
Al llegar a casa, noté a dos hombres corpulentos con uniforme policial parados en la entrada de mi casa, el mal rato con Sergio me había hecho olvidar que había un loco suelto que quería matarme y ver a esos hombres allí parados me trajo de vuelta a la cruda realidad.
Mamá de seguro estaría en la sala viendo alguna película, cuando me escuchó ingresar, ni siquiera se molestó en reparar mi presencia.
—¿No crees que te estas pasando? —preguntó con la mirada aún en el televisor.
No le conteste y me dirigí a mi habitación. No tenía tiempo para hablar de mis sentimientos y lo que sea que uno hablara normalmente con sus madres, ella sabía lo que ocurría y no era necesario explicarle lo que sucedía.
***
—¿Estás lista? —preguntó Pierre del otro lado del teléfono.
—Si, te estoy esperando —le contesté impaciente.
Tomé asiento en la fría acera esperando a que Pierre llegase en su auto por mí. Jugaba con mis manos sobre mi regazo de lo nerviosa que estaba. ¿Y si el asesino nos veía allí y nos hacía algo? ¿Y si era mi última noche en este mundo cruel? Pues lo sabría dentro de unos instantes ya que Pierre aparcó frente a mi casa y me subí lo rápidamente. Tenía que aprovechar que era la hora de relevo de los guardias que custodiaban mi casa, así que no había nadie vigilando la entrada y que preguntase hacia donde iba.
—¿Nerviosa? —preguntó Pierre en cuanto puso su auto en marcha.
—Estoy cagada de miedo, enserio —confesé.
—Tranquila, nos mantendremos juntos en todo momento —con su mano libre tomó la mía apretándola ligeramente en señal de apoyo, dedicándome una de sus sonrisas tranquilizadoras.
Dios, que haría sin este chico.
El trayecto fue extremadamente silencioso, el miedo y el pavor se podía palpar en el aire.
Iríamos a la casa de un psicópata. Lo normal, de hecho, lo hago todos los días.
Demonios, tenía que dejar de ironizar las cosas, a este paso me volvería una lunática. Cuando nos empezamos a adentrar en el bosque y a alejarnos cada vez más del pueblo, mi miedo crecía a niveles exorbitantes, las manos me comenzaron a sudar y no paraba de mirar hacia todas partes como si fuera la niña del exorcista.
En un punto Pierre apagó el carro en medio camino y se bajó.
—¿Qué haces? —le grite aún dentro de este. Hizo un ademán con la mano para que bajase del auto.
Le obedecí y caminé hacia donde se encontraba.
—¿Qué haces? ¿Por qué te detuviste? —volví a preguntar irritada.
—Para querer descubrir a un asesino no eres muy inteligente la verdad —lo mire incrédula.
—¿A qué te refieres?
—¿Acaso crees que vamos a llegar y decir “Hola te vinimos a visitar” mientras estaciono mi auto frente a su casa? —buen punto.
—¿Y entonces como vamos a llegar?
—A pie —y empezó a caminar por el oscuro sendero.
—¿Y la dirección?
—GPS genio –dijo mientras sacaba su celular.
El resto del trayecto lo seguí en absoluto silencio, intentamos ser lo menos ruidosos posibles, pero las ramas en el piso no ayudaban en nada. Cuando ya habíamos caminado como unos quince minutos pude divisar una casa extremadamente grande, pero era vieja, muy vieja, era como esas casas de los ochentas que había sido remodelada con el pasar de los años.
—Detente —susurró Pierre a mi lado cuando ya estábamos más cerca.
—¿Qué pasa? —pregunte asustada.
—Primero hay que asegurarnos de que no hay monos en la costa —ahogué una carcajada con mi mano. A este chico se le ocurrían pendejadas en los peores momentos.
—Es moros en la costa, no monos —le dije aguantándome la risa.
—Shhh, nos pueden escuchar —me reprochó al ver que no podía dejar de reír.
Okey, modo serio.
Nos quedamos como cinco minutos detallando la casa, no había ninguna luz encendida, ni ningún vehículo aparcando frente a esta, así que supusimos que no había nadie allí. Además, no notamos movimiento alguno.
—Tiene que haber otra manera de entrar —dijo Pierre más para sí mismo que para mí.
—¿Entrada trasera? —sugerí.
—A veces eres muy inteligente, solo a veces —le propiné un golpe en el hombro.
—No me vuelvas a llamar tonta.
—No lo hice —se quejó mientras sobaba su hombro. Golpearlo se había vuelto mi hobbie.
—Si lo hiciste, ahora vamos —nos movimos sigilosamente rodeando la casa hasta que encontramos la puerta trasera.
Nos acercamos sigilosamente hacia esta y nos quedamos unos momentos sin movernos cuando era hora de entrar.
—Las damas primero.
—Cobarde —mascullé entre dientes mientras maldecía por mis adentros en cuanto me dispuse a girar la perilla de dicha puerta, para nuestra suerte o desgracia, estaba abierta.
Ingresé yo primero y al parecer nos encontrábamos en la cocina, saqué mi celular y utilicé la linterna de este para poder ver mejor.
La cocina era un tanto pequeña, pero estaba impecable, había algunos trastes remojándose, parecía que nuestro asesino era ordenado. Avanzamos por un largo pasillo que tenía habitaciones de cada lado, si por fuera se veía grande, por dentro era gigantesca, intenté abrir una de las puertas de aquellas habitaciones, pero tenían seguro, así pasó con el resto. Aquel pasillo nos llevó hacia una sala de lo más linda, todos los muebles se encontraban cubiertos por grandes manteles blancos, como cuando alguien se muda y deja todo intacto, pero resguardado del polvo. La sala estaba conectada con el recibidor, lo que hacía que el lugar se viese mucho más amplio, inspeccionamos hasta el último rincón de la planta baja de la casa para poder inspeccionar la segunda planta.