Capítulo 6 [Parte 2]: Primera cita
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—Teresa despierta —mi madre golpeó la puerta de mi habitación mientras gritaba—. Ya se te hizo tarde.
¿Cuándo sería el día en que llegara temprano al instituto?
—Voy —balbuceé aun tendida en mi cama sin intenciones de moverme.
Me levante cansada, sentí como si hubiese corrido una maratón. Lo de ayer sí que había sido como una prueba de fuego. Me alisté lo más rápido que pude, casi ni toqué mi desayuno y salí despavorida de la casa, pero antes tenía algo importante que hacer.
—Emmm, oficiales —les hablé a los hombres que se encontraban de guardia esa mañana en mi casa.
—¿Ocurre algo señorita Crymble? —preguntó uno de ellos.
—Si, necesito que un oficial este al pendiente de mi madre —los dos me lanzaron una mirada preocupada.
—¿Recibió alguna amenaza? —preguntó el otro con el ceño fruncido.
—No, nada de eso —mentí—, solo que no me perdonaría si le llegase a pasar algo malo.
—Usted no se preocupe, están en buenas manos —me aseguró. Le dediqué media sonrisa no muy convencida por la supuesta seguridad que nos brindaban, y con eso me encaminé hacia el instituto.
No podía dejar de mirar hacia todas partes como una maniática, ahora más que sabía que me tomaban fotos diariamente y el hecho de ser vigilada me aterraba aún más. Al llegar al instituto, Pierre no me estaba esperando en la entrada como de costumbre y era entendible ya que no había ni un solo alumno fuera del establecimiento. Se me había hecho mucho más tarde que otros días.
Al cruzar las grandes puertas, obtuve la misma situación que afuera. No se encontraba ni un solo estudiante deambulando por los pasillos, ya todos estaban en sus salones de clase y a paso apresurado me encaminé hacia el salón donde tendría mi primera hora.
Toqué la puerta esperando a que la maestra de literatura me permitiera el acceso al salón.
—Buenas noches señorita Crymble —expresó en cuanto abrió la puerta.
—Maestra en serio lo siento, se me pegaron las sábanas y —levantó la mano en señal de que dejase de hablar.
—No quiero más excusas, entra y toma asiento. Para la próxima te vas donde la rectora —asentí y me encaminé hacia el puesto vacío junto a Pierre.
—Parece que alguien no durmió en toda la noche —canturreó Pierre en cuanto tome asiento.
—Ni me digas, que apenas creo que dormí dos horas, la cabeza me va a explotar —me froté las sienes, estaba exhausta y esto de jugar al detective me estaba pasando factura.
—¿Qué te parece si te invito una malteada en Cafés y más? —esa era la única cafetería del pueblo y con tanto estrés ni siquiera había tenido tiempo de ir allí—. Te mereces un descanso guapa, dime que si plis –puso ojitos de cachorro e hizo un puchero que me causó gracia.
—Está bien, está bien —acepté derrotada.
Las clases transcurrieron igual de aburridas que siempre, ya quería que fuese la hora del almuerzo, estaba muerta de hambre. Cuando llegó la hora, Pierre y yo salimos disparados de nuestros asientos hacia la cafetería, pero nuestro paso fue interceptado por una persona.
—Teresa —se me acercó Sergio con una sonrisa de oreja a oreja.
Mi acompañante rodó los ojos y se cruzó de brazos junto a mí, dándole a entender a Sergio que su presencia no era bienvenida. Por otro lado, este no le prestó atención.
—Estaré esperándote en el estacionamiento junto a mi motocicleta —le dediqué una mirada extrañada. ¿De qué está hablando? Como si leyese mi mente, continuo—. ¿La salida? ¿De hoy?
Mierda, lo había olvidado completamente y para rematar le acepté una salida a Pierre.
—Oh si claro, la salida, como olvidarla —ambos me observaron confundidos por mi extraño cambio de voz.
—Okey —arrastró la palabra—, entonces te veo en la salida.
—Si, ahí nos vemos —me dedicó una última sonrisa antes de marcharse.
—¿Es en serio? –me preguntó Pierre un tanto molesto.
—Pierre yo…
—¿Sabes qué? Has lo que te dé la gana —y con eso, me dió la espalda para encaminarse solo hacia la cafetería, dejándome con la palabra en la boca.
¿Pero qué carajos le pasaba?
Me tocó almorzar completamente sola en la cafetería, hasta el hambre se me había quitado. Sentía como una punzada en el pecho ¿Culpa? Tal vez, pero yo no le había hecho nada malo a Pierre, ¿O sí? Bueno aparte de arrástralo hacia el juego de un psicópata de mierda, poner su vida en riesgo y convertirlo en mi psicólogo personal, de ahí nada más.
Diablos, sí que era una pésima amiga.
El resto de la jornada escolar, Pierre no me dirigió la palabra y tuve que resignarme a que luego hablaría con él, también para que se le pase el enojo. Como me prometió Sergio, estaba en el estacionamiento, esperándome junto a su moto. Cuando me acerqué lo suficiente me extendió su segundo casco.
—¿Lista? —me preguntó con picardía.
—Más que lista —le respondí ansiosa.
Enseguida nos montamos y emprendimos camino hacia no sé dónde.
—¿A dónde vamos?
—A Cafés y más —me respondió. La punzada en el pecho volvió recordando que allí era donde se supone que iba a ir con Pierre.
En menos de cinco minutos, ya nos encontrábamos frente al local. Era muy bonito, tenía un estilo hogareño y rustico por el piso de madera y los pequeños focos que adornaban las paredes. No estaba tan abarrotado de gente, pero al parecer siempre tenían buena clientela.
Divisamos una mesa que estaba bastante alejada del gentío y no dudamos en dirigirnos hacia esta. Tomamos asiento y enseguida una señora –no tan mayor ni tan joven– se acercó a tomar nuestro pedido.
—Hola chicos —nos saludó con una sonrisa fingida, era claro que estaba super ocupada—. ¿Qué van a ordenar?
—Dos malteadas —se apresuró a responder Sergio.