Capítulo 13: Agnes.
—¿Cómo? —pregunté en un hilo de voz mientras sentía las lágrimas rodar por mis mejillas.
—Señorita Crymble, voy a necesitar que se vaya para su casa en este instante —demandó el oficial Lisbon. Yo no tenía ni la mínima intención de volver a casa, quería saber lo que había sucedido.
—¿En dónde… está? —logré formular con la voz entrecortada, Pierre me observaba con una atención inquietante.
—En el colegio… —no le dejé terminar cuando colgué la llamada y me acerqué lentamente a Pierre, para envolver mis brazos a su alrededor.
Al principio se sorprendió un poco por mi acción, mas no me importó si no me correspondía el abrazo, necesitaba sentir que podía sostenerme de algo para no caer en el dolor.
—Pequeña Sherlock Holmes, ¿Qué sucedió? —preguntó en un susurro mientras me devolvía el abrazo.
—La mató, él la mató… y ni siquiera pude hacer algo —sollocé contra su pecho y el comenzó a acariciar mi cabello.
—Teresa por favor, deja de culparte por la muerte de estos chicos, te estás haciendo daño —me separé de él lentamente para poder mirarlo a los ojos.
—Vamos al instituto —mis palabras lo dejaron un poco desconcertado.
—¿Qué? ¿Para qué?
—La mataron allí…
—¿Estás segura de que quieres ir a ver? —cuestionó un tanto preocupado.
Asentí y él entrelazó mi mano con la suya.
—Bien, pero salgamos de este bosque, porque siento que en cualquier momento nos va a atacar un animal salvaje —emprendimos camino hacia el auto y la patrulla que nos estaba esperando.
El viento soplaba cual ráfaga que amenazaba con llevarse todo a su paso, quería que lo hiciera, que se llevara todos mis problemas, mis angustias y mis miedos. Que acabara de una vez por todas con ese martirio y con el de esos pobres chicos que no eran nada más que presas, esperando a ser devorados por un monstruo sin el mínimo atisbo de piedad. En plena camita junto a Pierre en el bosque, aprecié tanto el simple hecho de que él estuviese allí, sosteniendo mi mano.
En medio de la oscuridad, en medio de aquella marea de incertidumbre y sosiego, él estaba allí. Apoyándome, cuidándome y haciéndome reír hasta en el momento más fatídico, él estaba allí.
—Gracias —dije de pronto, él volteó a verme y aunque no podía apreciar muy bien su rostro por la oscuridad, sentí su mirada conectar con la mía.
—¿Por qué?
—Por todo —lo escuché soltar una risita.
—¿Por ser tan sexy también? —golpeé su hombro deshaciendo el agarre de mi mano con la suya. —Auch.
—Idiota —mascullé mientras volvía a tomar su mano para seguir caminando.
Llegamos al auto y la patrulla no se había movido de allí. Antes de que ingresara al puesto del copiloto, uno de los oficiales me llamó.
—Señorita Crymble, por órdenes del oficial Lisbon, vamos a tener que escoltarlos hasta su casa —sorbí mi nariz para luego mantener el rostro serio frente al tipo.
—No es necesario, mi amigo y yo ya nos vamos… —intenté sonar lo más convincente, pues en mis planes estaba llegar al instituto lo antes posible.
—Lo siento, pero solo seguimos órdenes —suspiré estruendosamente. Iba a ser imposible sacarnos de encima a los oficiales, era como pedirle de favor a una pared que se moviera.
—Está bien —me di media vuelta y caminé hacia el auto de Pierre.
—¿Qué pasó? ¿Qué te dijeron? —preguntó Pierre mientras me abrochaba el cinturón de seguridad.
—Tú solo hazme caso —murmuré. Él asintió un tanto desconfiado.
—¿Ya no vamos al instituto?
—Claro que vamos, tu solo has lo que yo te diga —me dedicó una última mirada para luego arrancar y direccionar el carro hacia la carretera.
Pasaron algunos minutos en los que yo solo miraba fijamente a través de la ventana, permití a mi mente quedarse en blanco por un rato para que así pudiese descansar de todo el alboroto en el que estaba metida.
Cuando ya nos encontrábamos muy cerca de mi casa, le pedí a Pierre que desacelerara y que hiciera como si fuese a parquearse, por lo que la patrulla sí aparcó una casa antes de la mía, cuando noté que apagaron el motor, era el momento de poner en marcha mi plan.
—¡Acelera! ¡Acelera! —le grité a Pierre y así lo hizo.
Las llantas del auto rechinaron en el pavimento mientras que Pierre conducía como si estuviésemos en Rápidos y Furiosos, la patrulla salió tras nosotros, pero ya estábamos bastante adelantados.
—¡Si nos meten a prisión, será tu culpa! —me gritó un Pierre muy asustado, manteniendo la vista fija en la calle.
Por la excesiva velocidad a la que íbamos, no tardamos mucho en llegar al instituto. Este se encontraba rodeado de patrullas de policía, una ambulancia y la gente chismosa que se acercaba a ver lo que ocurría.
Pierre, literalmente derrapó sobre el asfalto, hasta que logró medio acomodarse en un lugar en el estacionamiento y como si fuésemos alma que llevaba el diablo, salimos despavoridos del auto.
Podía sentir la adrenalina y el miedo recorrer hasta la última célula de mi anatomía, no todos los días me encontraba escapando de la policía para poder presenciar una escena del crimen.
Lo normal, se había vuelto mi actividad favorita.
Mierda, ya estaba empezando a ironizar. Nos pasamos la cinta de advertencia que rodeaba la entrada del instituto, ocasionando que dos oficiales más comenzaran a perseguirnos dentro del establecimiento.
—¡Corre, maldita sea! ¡Corre! —le grité a Pierre, pues comenzaba a quedarse atrás.
Seguíamos corriendo hacia donde se encontraba la mayor concentración de médicos forenses, oficiales y algunas autoridades del instituto, todos observando lo que ocurría en medio del campus.
Al llegar en donde se encontraban y observar lo mismo que ellos, me quedé estática. Mi cerebro parecía haber abandonado mi cuerpo en ese instante, con mis ojos fijos en el mismo punto en todo momento. En el impecable cadáver de Agnes.