Capítulo 14 [Parte 2]: No me sueltes.
Me puse bastante nerviosa en cuanto noté que ya habíamos pasado el cartel de “Regrese pronto”, yo podía confiar mucho en Sergio, así como confiaba profundamente en Pierre, pero eso no descartaba la idea de que cualquiera en ese maldito pueblo fuese el psicópata… o un cómplice talvez.
Disipé todos esos miedos y me incité a enfocar mis pensamientos en lo hermoso que era el paisaje, estábamos a inicios de la primavera, los frondosos árboles, las bellas flores y las plantas, te daban una sensación de paz indescriptible.
Pasaron diez, quince, veinte minutos y nada. Sergio no tenía ni la más mínima intención de detenerse.
¿Y si me está llevando lejos para matarme?
Definitivamente me estaba volviendo paranoica, si me hubiese querido matar, lo habría hecho hace mucho tiempo y tranquilamente podría hacerlo en el pueblo, junto al resto de víctimas.
Condujo unos minutos más hasta que aparcó la moto a un lado de la carretera, el cielo se pintaba de un color rojizo que me pareció de lo más hermoso, más eso me hizo caer en cuenta de que ya faltaba poco para el atardecer y que la noche caería muy pronto sobre nosotros.
Sergio se bajó de la moto y se quitó su casco, hice lo mismo y quedamos frente a frente, me mantuve inmóvil, sin pronunciar palabra alguna, él se veía bastante nervioso y dubitativo sobre qué hacer o decir. Cuando menos lo esperaba, extendió su mano, dando a entender que la tomara y así lo hice. Entrelacé mis dedos con los suyos, haciendo que el esbozara una pequeña sonrisa, lamentablemente no le pude devolver el gesto.
Empezamos a caminar, adentrándonos en el extenso bosque, más bien él me estaba guiando ya que yo no sabía a donde íbamos en realidad, caminamos y caminamos, pasamos entre los frondosos árboles y las tupidas plantas, algunas con flores exóticas y uno que otro insecto que hacía parte de aquella belleza natural.
Ninguno pronunció palabra alguna durante todo el trayecto y la verdad es que estábamos bien así, al menos yo me sentía cómoda, tranquila, estar con Sergio me transmitía cierta paz, era como un descanso de todo el torbellino en el que se había convertido mi vida, un refugio seguro y un escape de la cruda realidad.
Caminamos un poco más hasta que el pasto debajo de nuestros pies fue remplazado por una superficie un tanto rocosa, en cuanto entendí en donde nos encontrábamos, me quedé quieta durante algunos segundos analizando la obra de arte que tenía en frente.
Nos encontrábamos en un acantilado, se podía apreciar la gran bola roja que iba descendiendo lentamente en el horizonte, mi vista se tornó un tanto borrosa por las lágrimas que amenazaban con salir por el bello paisaje que estaba apreciando.
–Llegamos –volteé a verlo y pude apreciar la satisfacción en su rostro, él estaba feliz pues obtuvo la reacción que esperaba de mí.
–Esto es bellísimo –musité mientras volvía mi vista a tan hermoso fenómeno de la naturaleza.
–Sabía que te encantaría –dio un pequeño jaloncito a nuestras manos que aún se encontraban entrelazadas y nos acercamos un poco más al abismo.
>> Me gusta venir aquí cuando me siento mal y tú –tocó la punta de mi nariz con el dedo índice de su mano libre –, no estás bien.
Formé una fina línea con mis labios, tratando de contener las ganas de llorar, pero me fue imposible, un fuerte sollozo salió de mí y Sergio no lo pensó dos veces al atrapar mi cuerpo en un fuerte abrazo. Me aferré a las solapas de su chaqueta y me permití llorar desconsoladamente sobre su pecho, él acariciaba mi cabello con suma delicadeza.
–Shhh, tranquila, llora todo lo que quieras –susurró contra mi oído.
Me aferré mucho más fuerte a las solapas de su chaqueta, estaba cansada, agotada y dolida, necesitaba más que sea por unos instantes que alguien se encargara de sostenerme, porque no creía que mis hombros pudiesen soportar una carga más de problemas, de víctimas, de muertes crudas y viles.
–No me sueltes –musité entre sollozos.
–Nunca Tere, nunca –exclamó seguro, me permití llorar por unos minutos más hasta que sentí que ya no quedaban más lágrimas por derramar.
Me separé de Sergio lentamente para verlo a los ojos, pude notar su preocupación y sus ansias por querer saber que era lo que tanto me atormentaba, tomó mi rostro entre sus manos con dulzura y deposito un casto beso en la punta de mi nariz. Ese gesto se me hizo tan especial y tan íntimo que fue imposible que mi corazón no se estrujara por tal excepcional acto.
–¿Qué pasa? –preguntó un tanto dubitativo.
–Ya no puedo más, estoy cansada, estoy harta de todo esto, quiero salir corriendo de ese maldito pueblo y no regresar jamás –me observó con el entrecejo fruncido mientras asentía lentamente, era claro que él no tenía idea de lo que estaba hablando.
–¿Y eso por qué? ¿Te están molestando? –suspiré estruendosamente, no creía conveniente que otra persona se enterase de lo que ocurría con el asesino y todo eso de los mensajes que recibía.
–Es muy… complicado –no es que no quisiera contarle todo lo que estaba pasando, lo haría, pero a su debido tiempo.
Deshizo el agarre de sus manos en mi rostro y agachó la cabeza un tanto decepcionado de que no le contase la razón por la que me encontraba así, tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, el gesto lo sorprendió un poco y cuando volvió a mirarme a los ojos, intenté esbozar una pequeña sonrisa, pero esta salió temblorosa.
–No quiero que creas que no confío en ti, claro que lo hago, pero no es el momento y no me siento lista para decirlo –él me observó con atención y luego besó el dorso de mi mano que estaba entrelazada con la suya.
–Puedes contarme cuando te sientas lista, estaré dispuesto a esperarte así sean cien años, no me importa, porque cuando se trata de ti, todo vale la pena –mi corazón se derritió al escuchar esas bellas palabras, creí que me había quedado sin lágrimas, pero estas amenazaban con salir nuevamente por todo lo que estaba diciendo Sergio.