Capítulo 17: Secreto descubierto.
Lloraba desconsoladamente mientras me aferraba al cuerpo de Soleil como si de eso dependiese mi vida, no paraba de negar y de acariciar su rostro desde hacía cinco minutos, pues la vida había abandonado su cuerpo.
—Estás viva, lo estás —susurraba en su oído mientras mecía su cuerpo entre mis brazos, me negaba rotundamente a aquel hecho.
Decían que la mente del ser humano era poderosa, que aduras penas utilizábamos el diez por ciento de nuestro intelecto y quería comprobarlo. Quería ver que tan poderosa era mi mente como para hacer que Soleil volviese a la vida, me convencí a mí misma que nada de lo que estaba ocurriendo era real, que ella estaba viva y yo simplemente la sostenía entre mis brazos mientras ella me llamaba bella.
Fuera de la burbuja de mis pensamientos, empecé a escuchar las sirenas de la policía y de la ambulancia. Ya no me servían ni mierda, no los quería allí y no dejaría que nadie me separase de ella.
—Señorita Crymble, necesito que me acompañe —ni siquiera noté cuando el oficial Lisbon se había colocado junto a mí. Empecé a negar frenéticamente e hice más fuerte el agarre en el cuerpo de Soleil—, por favor, los forenses tienen que llevársela.
—No, ¿Acaso no ve? Está viva, ella está viva, mírela —musité mientras le mostraba el rostro de mi amiga, tenía los ojos abiertos y el rostro lleno de sangre. El oficial Lisbon me dedicó una mirada llena de pena y eso me molestó.
No me gustaba que me viesen con pena.
—Está muerta, señorita Crymble —aseveró y entonces empecé a reír como si me hubiesen contado el mejor de los chistes.
—No diga tonterías, llevaré a mi amiga a casa —hice el amago de levantarme, pero el cuerpo de Soleil me devolvió al piso, no le di importancia y si era de llevarla en peso, lo haría.
El oficial Lisbon hizo un ademán con la mano y lo observé incrédula, luego de eso sentí como dos pares de manos me tomaban por ambos brazos y me empezaban a halar hacia atrás.
—¡No! ¡Esperen! ¡Tengo que acompañar a mi amiga a su casa! —grité en cuanto vi que Soleil no hacía ni el mínimo intento de levantarse.
Unos enfermeros llegaron y cubrieron su cuerpo, seguía gritando y pataleando para que me soltaran y poder llegar hacia ella, pero no lo hacían. Luego de alejarme lo suficiente, escuché a alguien gritar mi nombre y ese… fue mi cable a tierra.
—¡Teresa! —enfoqué mi vista en esos ojos verdes que me observaban con tristeza y no dudó dos veces en correr hacia mí y envolverme en un abrazo, haciendo que ambos oficiales me soltaran.
Y entonces sentí como todo el aire abandonaba mis pulmones, ahogué un fuerte sollozo en el pecho de Pierre mientras todas las imágenes se reproducían en mi cabeza como una escalofriante película.
Ella arrastrándose.
Desangrándose.
Yo tomándola entre mis brazos.
Ella tratando de decirme quien era el asesino.
Yo llamando a la policía.
Ella muriendo en mis brazos.
Lo acepté. Acepté que Soleil había muerto y lo había hecho de la forma más vil y desesperante. Ahogándose con su propia sangre y queriendo revelarme la identidad de su verdugo, pero no pudo y me dejó a mí, con una de las experiencias más traumáticas de mi vida.
Me aferraba a Pierre como si fuese la última esperanza que me quedara, no podía parar de sollozar y hasta sentía que las lágrimas me quemaban cual lava recién salida de un volcán, la palabra destrozada me quedaba corta, me sentía frágil, indefensa y lo peor de todo, era que me sentía culpable… me culpaba de la muerte de cada uno de esos adolescentes.
La policía inspeccionó la casa y sus alrededores. Rodearon toda la propiedad con cinta policiaca, evitando el paso de cualquiera que no fuese del equipo de investigación. Encontraron el sótano con todas las cosas del asesino y de inmediato se pusieron en contacto con el resto de los chicos que estaban en aquella pizarra. Ofreciéndoles protección o la oportunidad de salir del pueblo.
***
Ya habían pasado dos semanas de la muerte de Soleil, me encontraba en la sala de mi casa, con Sergio recostando su cabeza en mi regazo. Estábamos viendo una película de acción, pero no le estaba prestando atención, estaba pensando en otras cosas… o más bien, personas.
¿Me encontraba bien?
No, definitivamente me sentía mal, me sentía fatal. El entierro de Soleil fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida después de la muerte de mi padre, ver a la abuelita y a la madre de Soleil llorar su pérdida me hizo pedazos el corazón. Desde ese día no había podido sentirme del todo bien, Pierre estuvo a mi lado en todo momento y lo agradecía, aunque también veía que él sufría por haber sido un patán con ella los últimos días. Sergio intentaba distraerme, llevándome a dar paseos, a comer o simplemente ver películas como lo estábamos haciendo en ese instante.
—Ey, Tere —salí de mi ensimismamiento para enfocar a mi chico y noté que me observaba con suma preocupación.
—¿Sí?
—Te estaba hablando, pero no me respondías ¿Te encuentras bien? —mis ojos se cristalizaron de inmediato. Estaba harta de esa pregunta, pero el problema no era que me la hicieran, el problema era que siempre respondía con un “sí”, cuando en realidad estaba todo menos bien.
Sergio acunó mi rostro entre sus manos y de inmediato secó las lágrimas que habían empezado a salir con sus pulgares.
—No me siento bien —musité con la voz quebrada y de inmediato me envolvió en sus brazos.
Nos quedamos así por un buen rato, me gustaba que él respetara mi silencio pues me ponía peor cuando la gente exigía que les diese una explicación del porqué lloraba o porque me enojaba, no era de su incumbencia, pero era algo que lamentablemente no se podía evitar.