Capítulo 18 [Parte 1]: ¿El fin?
Estaba completamente segura de algo, puede que le haya ocultado mi relación con Sergio a Pierre, pero, aun así, él no tenía ningún derecho de llamarme “perra, zorra, puta” o lo que sea. Él estaba muy lejos de reclamar algo así porque se supone que éramos amigos.
No novios, no pareja, amigos.
Claro que si sentía que le debía una explicación porque el confiaba en mí y yo confiaba en él, para rematar, ni siquiera había tenido la oportunidad de platicarle lo que había hablado con Tyrone y Blaz, pero era el peor momento para pensar en lo que hubiésemos hablado o no. Y los hubiera no existían.
Luego de aquella bofetada, no bajé la mirada, no me cohibí, aunque las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos como si fuese una cascada sin fin, porque una de las personas más importantes de mi vida, acababa de fallarme de la manera más atroz y dolorosa que jamás hubiese existido.
No dijo nada, ni siquiera volvió a hacer contacto visual conmigo, solo se giró para largarse de mi habitación y esperaba que también de mi casa. Me quedé de pie en el mismo lugar, inmóvil, sospesando todo lo que acababa de suceder, era como si la vida no me diese descanso, era una tormenta tras de otra y no acabarían hasta que abandonara ese maldito pueblo.
—Teresa… —intentó acercarse Sergio, pero levanté la mano, en señal de que se detuviese.
—No, vete —musité sin mirarlo a los ojos, pero pude ver el desconcierto y el dolor posarse en su rostro.
—No te dejaré sola… —volví a interrumpirlo.
—Vete por favor, no quiero ver a nadie —solté esta vez un poco más severa.
Asintió, pero pude ver la molestia en sus ojos, empezó a vestirse y yo seguía de pie en el mismo lugar en el que le había dado la bofetada a Pierre, Sergio se acercó a mí y entonces extendió su mano, como pidiéndome algo, pero no sabía qué.
—Mi camiseta —dijo en cuanto notó que no entendí el gesto y entonces asentí.
—Espérame aquí —tomé un vestido de mi armario y me adentré en el baño para quitarme su camiseta y colocarme el vestido. Al salir se la entregué y en cuanto lo hice se dio la vuelta para desaparecer de mi habitación al igual que Pierre.
Y entonces en la soledad de mi habitación, me sentía perdida, sentía que debía arreglar algo, pero ¿Qué? Definitivamente las cosas con Pierre no volverían a ser las mismas, me había demostrado que era una persona que no medía ni sus palabras ni sus acciones, pero me dolía a la vez porque tenía tantas ganas de ir hacia él y abrazarlo tan fuerte para que sintiera que no se podía alejar de mí así por así y que nuestra amistad estaba destinada a ser eterna.
En cambio, sabía que Sergio estaba molesto por haberlo echado de mi casa, cuando él no tenía la culpa de nada, pero de verdad quería estar sola, tenía muchas cosas que pensar y decidir. Me senté en el borde de mi cama y fijé la vista en el suelo.
¿Qué pesaba más?
¿Mi amistad con Pierre o mi relación con Sergio?
Negué con la cabeza y entonces sentí que lo mejor era dormir. Al siguiente día pensaría mejor las cosas con la cabeza fría.
***
Al siguiente día, desperté y sentí que mi cuerpo había sido aplastado por cinco camionetas, diez motos y cuatro bicicletas. Me sentía fatal, después de haberme quedado dormida no había despertado hasta ese instante, por lo que no bajé a hacerme la cena. Observé mi reflejo en el espejo, me encontraba del asco, tenía los ojos hinchados, los labios resecos, el vestido todo arrugado y mi melena como la de un león. Decidí que lo mejor era darme una ducha y luego bajar a degustar de un buen desayuno.
Me mantuve bajo el chorro de agua por un buen rato, en mi cabeza no cabía otra cosa que los sucesos del día anterior, cualquier otro dolor físico no superaría el dolor que en esos momentos sentía dentro de mi pecho, me dolía el alma. Salí del baño y opte por usar ropa cómoda, al bajar, me encontré con mi madre friendo unos tocinos, ya había dos platillos con tostadas sobre el mesón y mi estómago rugió como si no hubiese comido en tres días.
—Buenos días —saludé a mamá y ella se giró para dedicarme una sonrisa, que se borró de inmediato en cuanto notó lo grandes que se veían mis ojos.
—Hola cariño, ¿Qué te pasó? —caminó desde la estufa hasta el mesón con el sartén en la mano, para luego colocar los tocinos en ambos platillos.
—Creo que la cagué —solté un fuerte suspiro y me llevé una de las tostadas a la boca.
—Entonces arréglalo, pero no te vas a quedar de brazos cruzados esperando que todo se solucione por arte de magia.
Las madres sí que son sabias.
No le respondí, pero me quedé pensando en sus palabras. Tenía que arreglar las cosas, eso era evidente, pero lo haría después de degustar de aquel glorioso desayuno. Luego de ayudar a mamá a lavar los trastes, corrí hacia mi habitación, me coloqué unos de mis suéteres y me calcé unas cómodas sandalias. Tomé un pequeño bolso y guardé un poco de dinero, un romántico plan revoloteaba por mi mente y pensaba en hacerlo realidad.
Bajé las escaleras a toda prisa y abrí la puerta principal de mi cama, antes de salir, procuré hacerle saber a mi mamá que estaría fuera un rato.
—Ya vuelvo —grité ya que ella se encontraba en la cocina.
—Bueno —dijo y entonces cerré la puerta. Tomé mi bicicleta y emprendí viaje hacia “Cafés y más”.
Ya en el local, hice la respectiva fila para poder esperar mi turno, ya que, lo que compraría sería para llevar.
—Hola ¿Qué deseas? —preguntó la chica detrás del mostrador.
—Buenos días, un trozo de pastel de chocolate para llevar —tecleó algo en la caja registradora y un pequeño papel salió de esta.
—Son cinco dólares —saqué el dinero para entregárselo, entonces ella me dio la factura—, ya sale tu orden —asentí y me hice hacia un lado para que la persona detrás de mí pudiese hacer su pedido.