Capítulo 18 [Parte 2]: ¿El fin?
Después de casi ser atropellada por varios autos, ya que iba conduciendo como una loca, llegué a casa de Pierre, definitivamente no se me ocurría cualquier otra persona a la que contarle lo que había visto. Ahora todo tenía sentido, el brazalete, su repentina desaparición en la fiesta de Margot y la relación que tuvo con la difunta Irina.
¿Y si él la había asesinado también?
¿O solo se trataba de una venganza?
Las preguntas amenazaban con acabar con la poca cordura que me quedaba. Tiré la bicicleta en la acera en cuanto estuve frente a la entrada de la casa de Pierre y toqué la puerta frenéticamente. Podría asustar a quien sea que estuviese dentro, pero no me importaba, necesitaba verle.
—¡Pierre! ¡Pierre! —grité sin dejar de golpear la puerta, hasta que esta se abrió dejándome ver a mi amigo, quien lucía bastante enojado.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó con hastío, pero cambió de inmediato su expresión por una preocupada en cuanto notó mi estado.
—Es… Sergio –traté de encontrar mi voz, pero mi respiración acelerada dificultaba que pudiese formular frase alguna—, Sergio… es… el asesino.
Sus ojos se abrieron tanto por la sorpresa, pero yo estaba concentrada en volver a respirar con normalidad. Pierre tomó mi mano y me haló hacia adentro para luego cerrar la puerta detrás de mí. Subimos las escaleras y me llevó hasta su habitación, cerrando la puerta con seguro.
—¿Estás segura de lo que me estás diciendo? —preguntó en un hilo de voz y yo solo asentí.
—¿Recuerdas la bicicleta BMC? ¿La que tenía pegatinas de corazones?
—Si, el asesino la tenía cuando nos colamos en su casa.
—Bien, la vi, la vi en la entrada de la casa de Sergio —Pierre negó con la cabeza, como si lo que estuviese escuchando fuera estúpido.
—Es que no creo que pueda ser él, es casi imposible. ¿Y si es solo un cómplice? ¿O le robaron su bicicleta y luego se la devolvieron? —me tenía que estar jodiendo.
—¡Es que no lo ves! Todo cuadra, el brazalete, cuando desapareció de repente en la fiesta de Margot, el que se le haga tan fácil colarse en el instituto cuando todo está cerrado ¿Y si él también tuvo algo que ver con la muerte de tu hermana? —La mención de aquello lo hizo tensarse—, ¿Y si solo me utilizó para no levantar sospechas? —mi voz se quebró con eso último y entonces Pierre intentó acercarse a mí, pero di un paso atrás.
—Teresa…
—No, no creo que quieras estar cerca de una puta —apretó los puños a sus costados y puede ver el arrepentimiento en su rostro, así que continué—, aún no olvido como me miraste y lo que estuviste a punto de decirme.
—Yo… quería hablar contigo sobre eso ¾levanté la mano en señal de que se callara.
—Luego, ahora debemos enfocarnos en descubrir si Sergio es realmente el asesino o no —asintió no tan convencido por mis palabras.
—¿Qué hacemos?
—¿Llamamos a la policía? —nos quedamos en silencio durante unos segundos tratando de analizar nuestras opciones, que no eran muchas en realidad.
—¡Ya sé! —exclamó Pierre, sobresaltándome. Me explicó el plan que tenía en mente mientras yo lo escuchaba con atención, era una idea absurda, pero bastante beneficiosa si sabíamos cómo aprovecharla.
—No lo sé ¿Y si todo sale mal? —cuestioné al cabo de unos minutos.
—Si las cosas se salen de control, no quedará de otra que llamar a la policía —dejé escapar un largo suspiro y asentí. Ya no había marcha atrás.
***
—¿Aló? —contestó Sergio al cabo de unos segundos y entonces sentí que me habían robado la voz—, ¿Aló? —volvió a decir. Pierre me hizo un gesto, animándome a hablar.
—Hola —dije y me felicité internamente porque mi voz salió segura.
Nos encontrábamos en mi casa, parte del plan de Pierre, era citar a Sergio en dicho lugar, dormirlo –cosa de la que Pierre se haría cargo– y luego realizarle la debida interrogación. Especialmente yo que tenía un montón de dudas y un enorme corazón roto.
No podía negar que estábamos bastante asustados, al menos yo estaba cagada de miedo, ahora sabíamos lo que él era capaz de hacer y sinceramente no entendía cómo es que aún me encontraba de pie; cuando lo más probable era que me encerrara en mi habitación y lamentarme el haber sido tan ingenua, pero la adrenalina me podía más.
—Hola Teresa ¿Qué ocurre? —utilizó ese tono cortante, demostrando que aún se encontraba molesto.
—Quería ver si… podías venir a mi casa —observé a Pierre quien levantaba sus dos pulgares en señal de apoyo—, quiero hablar contigo —se formó un largo silencio en la línea y rogaba a todos los dioses que dijera que sí.
—Bien, voy para allá —respondió para luego colgar la llamada. Suspiré con fuerza y Pierre me observaba desesperado, queriendo saber cuál había sido su respuesta.
—¿Qué dijo?
—Viene hacia acá —asintió y nos quedamos en silencio todo el rato. Aún estaba bastante dolida por lo sucedido el día de ayer, así que procuraba mantener distancia y nuestras cortas conversaciones solo eran sobre el supuesto plan.
Tenía un poco de curiosidad en saber cómo rayos es que iba adormirlo, ¿Será alguna droga? ¿Algún alucinógeno? Me encontraba bastante tentada en preguntar, pero mi orgullo y mi dignidad eran más grandes.
Los minutos me parecieron horas, hasta que dos golpecitos en la puerta hicieron que mi corazón se hiciera chiquito del miedo.
¿Y si notaba que estaba nerviosa?
¿Y si me asesinaba en ese mismo instante?
Era el peor momento para ponerme a imaginar escenarios de mi muerte, vi como Pierre sacaba un bate de béisbol de la mochila que había traído a mi casa y lo observé como si estuviese loco, el plan era dormirlo, no matarlo de un batazo. Con señas le hice saber que guardara esa cosa y él negó mientras se colocaba al lado de la puerta con el bate en alto. Con los nervios haciendo estragos en mis manos, giré la perilla abriendo la puerta, haciendo que Pierre se tapara con esta.