Teresia

Capítulo 4

Cuanto tiempo desee tener más familiares, cuanto tiempo veía a las abuelitas caminar por la acera y pedía poder acompañar a la mía. Viktoria es igual a mi madre, una réplica exacta de lo que recuerdo, solo que con mas años, es como ver lo que hubiera sido en un futuro. El abrazo repentino que me da hace que comience a llorar. Huele a rosas, tal como una reina.

—Mi nieta...—Susurra en mi oído.

Me aprieta fuertemente que llego a pensar que va a exprimirme, no me importa y la imito.

—Abuela.

La señora suelta un grito y me abraza aún más.

—Teresia, no sabes cuanto esperé el poder verte—Se separa y observa cada detalle de mi rostro y cuerpo—Mi bella Nilsa, que en paz descanse, siempre me dijo que eras una niña hermosa. ¡Tenemos tanto que hablar!

Por un instante me permito sonreír a pesar de la tristeza.

—Yo... yo siempre... quise tener una abuela.

Ella suelta a llorar y vuelve a abrazarme, Sonia debe intervenir para que no nos atrasemos.

—Viktoria por favor, debemos irnos.

—Lucharé por ti y tus derechos Teresia, prometo no dejarte sola, ¡Me has traído un rayo de luz! Juro que lo sucedido no quedará en la nada, por ti, por mí, y por ellos.

La ultima frase me sorprende. Ella está pensando en vengar el hecho, ¿Por qué yo no lo pensé antes? ¿Acaso no pensar en el asesino me convierte en una buena persona? ¿O debo fijarme en eso?

La contracción de emociones y moral me persigue hasta subir a un auto negro.

—Sonia, cuando veas que estoy por romperme llevame a otro lado—Pido.

Ella no me contesta. Desde la noticia se ha mostrado muy fuerte, por un instante me pregunto cuál fue su rol en todo esto antes de que nazca y la aten a mí.

Las calles están llenas de gente vestida e luto y de banderas con el escudo nacional. Niños, ancianos, mascotas, absolutamente todos van caminando al mismo lugar, la gran estructura que se encuentra rodeada de campos y montañas.Una enorme Stavkirke nórdica nos da la bienvenida, la antigüedad se deja ver en la madera con la que está creada, pero toda su belleza radica en la forma arquitectónica que tiene. El auto para frente a la puerta, cientos de personas se quedan a la expectativa de quien baja, acomodo mi ropa, bajo la cabeza, y abro la puerta. Camino despacio en dirección a la pequeña entrada, no me atrevo a mirar a nadie, sólo a mis pasos. Siento a mi tía caminar tras de mi, se escuchan más autos llegar, entro al lugar y respiro entrecortadamente. El aire comienza a faltarme en el lugar cerrado, mi corazón se acelera al ver a tantos vampiros sentados en los bancos. Siento un empujoncito en mi costado, mi tía me indica que la siga hasta un costado donde nos quedamos paradas.Con la cabeza gacha no veo más allá de los pies de un hombre que está delante mío, elevo poco a poco la cabeza sin que nadie se percate. De pronto los veo, ambos cajones blancos con un sacerdote a su lado. Mi nariz pica, siento los mocos deslizarse por mi nariz, Sonia me toma la cabeza y obliga a bajarla. La abrazo y escondo mi rostro en su pecho, mordiendo la tela del vestido para ahogar el llanto, ella hace lo mismo con mi velo. Un mareo hace que me sostenga con fuerza, llevo mi mano derecha a la izquierda, el anillo arde junto a mi piel. Elevo el rostro nuevamente, no logro encontrar a mi abuela, pero mi mirada se cruza con la de Emil, él me hace un gesto extraño que no comprendo e ignoro.Pasa alrededor de una hora, nadie se ha acercado a mis padres y yo deseo hacerlo. De pronto, un grito hace que gire hacia la entrada, es una mujer que se ha desmayado. Intento ver de quien se trata, más Sonia no me deja.

—¿Qué pasó?—Le susurro aceptando el pañuelo que me ofrece.

—Mi cuñada...—Miro como cierra los ojos con fuerza, ella se está reprimiendo por mí. Está siendo fuerte por las dos, olvidé que acaba de perder a su hermano menor.

—Ve a verla tía, no llamaré la atención, lo prometo.

—No, no puedo—Niega.

Bufo sacando un pañuelo para limpiarme la nariz—Que vayas, te necesita.

Ella por fin me abraza fuerte y corre sin decirme palabra alguna. No me detengo a pensar que me quedé sin apoyo, solo la veo asistir a su familia, veo como la mujer despierta y grita al verla. Miro como se abrazan y lloran con todas sus fuerzas. El sentimiento de tristeza me envuelve, doy un paso hacia adelante mirando al suelo, luego otro, perdón Sonia. Cinco pasos, diez, veinte, cincuenta y estoy lo suficientemente cerca como para divisar el traje que le han puesto a mi papá. El cura se para derecho y todos se ponen de pie.

—Daremos por finalizado el acto de conmemoración en honor a los reyes Nilsa Stemberg Ihle y Raner Stemberg Veltem.

—Reina Nilsa, rey Raner, descansen en paz—Las palabras dichas en conjunto dan paso a un coro de niños posicionados en lo alto del lugar.

—Terminaremos con una oración.

Los nombres pronunciados hacen que se me hunda el pecho, una sensación de vacío se instala en mi. La oración conjunta me hace llorar sin consuelo, tapo mi rostro con mis manos y me voy a un rincón donde nadie pueda verme. Otro mareo me arrasa haciendo que me apoye en la madera, una arcada le sigue y no sé que hacer, dos y ya no aguanto, a la tercera veo una mano tenderme un vaso con agua.

—Tranquila, a mi tampoco me gustan los funerales.

Me quedo quieta, mi llanto para y las oraciones siguen repitiéndose.

—Ten, te va a hacer bien.

La voz es suave y triste, observo la pálida mano del chico que me ofrece agua.

—Gracias—Le respondo bajo y acepto el vaso.

La mano me tiembla y debo agarrarlo con ambas para que no caiga al suelo.

—¿Eras cercana?—Pregunta. Noto que su acento es distinto al de Sonia, el de él es mas natural.

La pregunta hace que mi corazón salte, no me atrevo a negar el lazo por más que me hayan advertido que lo haga.

—Algo así...

—No eres de aquí, ¿Verdad?—La desconfianza es palpable.




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