Teresia

Capítulo 5

—Bebe.

—No quiero

—Te va a hacer bien.

—Es asqueroso.

—Mejorará tus habilidades.

—Es sangre humana, siquiera de vaca, mira si tiene una enfermedad.

Mi tía se sienta en mi cama, noto su cansancio y me siento una caprichosa al llevarle la contraria.

—Perdón, es que al verla me da asco. Prometo tomarla si me cuentas más sobre este mundo—Muevo mis dedos y juego con ellos.

—Trato, ¿Por qué empiezo?

Me siento junto a ella—Los colmillos.

—Salen en un momento de adrenalina por así decirlo. Nacen junto a una emoción fuerte, ya sea amor, enojo, excitación, dolor... Hay varios motivos.

Observo la sangre en el fondo del vaso amarillo, pienso otra pregunta y voy oliendo el contenido.

—Si yo reino, ¿Voy a ser como mi madre?

Sonríe—Es posible. En la punta de la pirámide está la realeza, sigue la nobleza, los eksepsjonell's, sol...

—Alto ahí, ¿Quienes son los ekseps... eso?

—Los vampiros con una habilidad excepcional, tu madre tenía una fuerza y velocidad increíble, además podía volverse invisible. Mi hermano controlaba los elementos, no me extrañaría que con tus clases comiences a desarrollar alguna habilidad.

Me sorprendo—¿Es en serio? ¿Ellos tenían poderes? ¡Nunca me los mostraron!

—Eran los mejores, no hay dudas de que serás incluso mejor que ellos.

La ilusión y melancolía vienen a mi, el verla a Sonia tan orgullosa me hace desear que ellos también lo estén.

—¿Crees que estarían orgullosos de mi decisión?—Elevo la mirada y veo brillo en su mirada, aunque no sé si son lágrimas.

Pone mi rostro entre sus delicadas manos—Donde quiera que estén, deben estar felices de verte tan decidida y pisando fuerte en tu destino.

Sonrío—Gracias tía.

—Setenta y ocho.

Arrugo las cejas—¿Eh?

—Mi edad, no te la dije.

Una mueca llena mi cara—¿Cómo que casi ochenta? Sonia siempre dijiste la mitad de eso.

—Hasta cumplir un siglo envejecemos lentamente, no somos inmortales ya que podríamos morir por una puñalada estratégica pero resistimos muchas cosas, entre ellas la vejez o enfermedades.

—Soy una bebé—Concluyo sacandole una sonrisa pequeña.

—Bueno, sigo con la pirámide—Cierra los ojos un momento y continúa—Podría decirse que los eksepsjonell's forman la Guardia Real, apenas se descubre su poder son reclutados y comienzan con enseñanzas acorde a su habilidad—Muevo la cabeza entendiendo—Después están los soldados y finalmente los civiles.

Quedo en silencio procesando la información. Es todo tan complejo, me da miedo olvidarme algo y que por equivocarme cien vampiros me chupen la poca sangre que tengo y luego pongan mi cabeza en una pica frente a la iglesia.

—Está bien—Me acomodo el pelo que se me cae en la cara—No debo alterarme, sólo demostrar fortaleza para que ellos me den mi trono que por derecho me pertenece.

—Exacto—Bosteza.

—¿Estás muy cansada no?—Dejo que apoye su cabeza en mi hombro—No te preocupes por mi, voy a tomar esto y luego le diré a la abuela que me acompañe al lugar aquél.

Abre los ojos—No, yo debo acompañarte linda, ahora voy a tomar un...

—Sonia, hazme caso, ve a dormir, te aviso cuando ya hayan decidido algo.

Ella duda, pero sus pensamientos se ven afectados por la falta de sueño. Finalmente besa mi frente, me dice que me cuide, que no deje que nadie me lastime, y se marcha chocando con la puerta.

Quedo sola en la temporal habitación. Voy frente al espejo y me miro.

—Vamos Tessa—Me doy ánimos.

Esto lo decidí ayer al llegar aquí luego del funeral, esto es una vía para mi fin.

Saco el celular de mi bolsillo trasero, observo la hora, en quince minutos debo estar en la sala llena de viejos vampiros.

No lo pienso más—Por ustedes, papás.

Empino el vaso como si fuese un shot de tequila, el líquido pasa por mi garganta y a diferencia del alcohol, esto no quema. La sensación que me atraviesa es... Divina. Siento como la pesadez de mi cuerpo en solo segundos desaparece, un agujero se implanta en mi estómago al vaciar el recipiente. Quiero y deseo más. Miro hacia todos lados en busca de la bolsa que Sonia dejó, la encuentro en la mesa de luz. No paso el contenido hacia el vaso dorado, tomo directamente de la bolsa. Una oleada de tranquilidad azota mi garganta y puedo entender por qué me gustaba tanto aquél guisado. Esto es exquisito, no hay comparación con cualquier cosa que haya probado en mi vida. No se siente como cuando te cortas un dedo y lames la sangre para que pare la hemorragia. No, este no es un sabor metálico, es una mezcla de algo que no puedo describir.

Una vez que tomo hasta la última gota, me siento con la suficiente fuerza para enfrentar a todo el que ose quitarme lo que es mio.

Agarro un jean negro y un buzo largo del mismo color para conservar el luto, voy al baño y me cambio la ropa. Me coloco unas zapatillas que dejé allí y prácticamente corro. Detengo mi motivación al darme cuenta de que no sé dónde se encuentra mi abuela, chequeo el horario, 14:56 de la tarde, miro hacia ambos lados y no encuentro a nadie. No tuve oportunidad de ver el lugar, si llego a ir por un lado que no debo, estaré en problemas. Niego y decido caminar en dirección a la sala correspondiente.

—Llega puntual, la felicito señorita Veltem.

Me sobresalto ante el sonido de voz del viejo del parlamento.

—Gracias, señor Hilton.

—Entremos, dentro ya nos esperan.

El hombre empuja las puertas y me arrepiento de haber venido sola. Mi corazón se acelera ante la mirada de tantos hombres y mujeres vestidos como si fueran a egresarse de la secundaria. Lo sigo a pasos inseguros hasta que un rayo de luz me hace sonreír. Mi abuela está sentada en el centro de la mesa, ella devuelve mi sonrisa con ternura y me siento con la seguridad que necesitaba.




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