Teresia

Capítulo 8

Me quedo estática ante sus palabras. Atrevido, me gusta.

—¿Qué te dijo?

Alzo la mirada ante los ojos chispeantes de Aila.

—Me advirtió que no coma su postre—Miento al observar como se altera.

—No le hagas caso, es un idiota.

—¿Por qué lo dices?—Estiro la mano y como lo que desperdiciaron.

—Se cree lo máximo porque su familia se codea con la realeza, ¿Puedes creer que rechaza a chicas que no estén a su nivel social?

Huele a que la rechazó.

Me encojo de hombros—Yo también clasifico chicos y no creo que se trate de nivel.

No lo defiendo, pero el que esté libre de pecados que lance la primera piedra. Si no te gusta "Equis cualidad" en una persona, no te gusta y punto.

Niega—Él lo hace de manera cruel.

Me levanto—No me interesa Aila, ni que fuera alguien cercano a mí.

Agarramos las charolas y salimos en silencio del lugar, ella seguramente diciéndome cosas y yo pensando en que algo se me está escapando.

Mi nueva amiga me guía a través de unas canchas hermosas hasta un gimnasio con piletas de natación. Llegamos a lo que parecen baños y me señala tres puertas.

—Izquierda de hombres, medio de mujeres.

Entramos y dentro hay varias chicas cambiándose o charlando.

—Este es mi casillero, busca el tuyo acorde a tu lugar en la lista de asistencia.

Miro el pasillo enorme y encuentro el mío sin guiarme por la tal lista, estiro la mano para agarrar la llave que la directora me dio en la mañana pero ¿Qué creen? No tengo la mochila.

—No, no, no, no...—Comienzo a negar y entrar en pánico llamando la atención—Dejé mi mochila en el salón.

Aila me mira con preocupación—Son menos cinco, no llegas a buscarla—Se para en un banco de metal—¡Chicas! ¿Alguna tiene ropa extra?

Nadie, literalmente nadie se me acerca. Escucho risitas que no necesito mirar para reconocerlas, ¿Es que no tienen empatía? 

Entre los uniformes sale una chica de cabello castaño a la altura del cuello.

—Yo tengo, creo que somos de la misma talla—Me da un pantalón de lycra y una remera.

—Gracias, en serio—Le sonrío antes de que vuelva con su grupo de amigas.

—Bueno ya vengo—Doy un paso en dirección a los cambiadores y caigo en la cuenta de que no tengo zapatillas, ¿Por qué me persigue la mala suerte?

Aila está terminando de recogerse el cabello, la miro y analizo. Está muy tranquila. Le hecho un vistazo al reloj en la pared, quedan dos minutos. Sin avisarle nada, entro a correr a por mi mochila. La pelirroja me grita algo desesperada que no alcanzo a escuchar con mi pobre oído. La pollera se me levanta al ir rápido y los zapatos duelen. Paso las canchas, el comedor y para la puerta del edificio ya estoy sin aire. Subo las escaleras intentando no morir, recuerdos de cuando escapaba de Sonia el domingo me atormentan. No hay nadie en el piso al que voy, entro al salón y encuentro mi mochila en mi asiento.

—Acá estás, pensé que estabas conmigo.

Reviso que esté la llave y camino para regular mi respiración. En la puerta de salida encuentro a la profesora de idiomas, la saludo de lejos y comienzo a correr de nuevo. Ya hay gente en los campos y en las piletas para cuando llego, paso de largo y entro a los cambiadores agitada.

—¡Ah!—Grito al ver a Sten y Gregos.

El pelirrojo se tapa al estar sin camisa—Teresia el de las mujeres es el del medio.

—Cuando te pregunté qué deseabas, no pensé que era esto. Vas a tener que buscar otra forma de verme sin camisa—El engreído cruza los brazos y la remera blanca se le aferra al cuerpo.

—No quería verte—Miro al pelirrojo—Verlos. Ya me voy, llego tarde.

Me doy la vuelta—La puerta de la derecha da directo al campo, vas a ahorrar tiempo Tessa.

El suave acento me pone los pelos de punta.

—Gracias—Sonrío aún de espaldas y salgo hacia el lugar que debo.

Cuando ya estoy saliendo miro la hora y suspiro, otra vez quince minutos tarde siendo el primer día.

Dudo si ir a la puerta que me dijo, sin embargo me mando antes de arrepentirme. Efectivamente la puerta da al campo, puedo divisar una cabeza enana mirando hacia todos lados. Troto hacia ella lloriqueando por el frío, mi short y una remera no me cubre nada.

A medida que me acerco ya veo rostros burlescos, una mujer vestida de gris con cabello oscuro me mira fijamente.

—Hola, me perdí—Miro sus pies.

—¿Nueva no?—Tiene una voz suave, asiento avergonzada—Una vuelta más que los demás, puede ir comenzando.

Alzo la cabeza de golpe—¿Cuál es el área para correr?

—Alrededor de canchas y gimnasios, la línea está marcada, vamos que son seis.

¡Está loca son más de quinientos metros por vuelta!

Miro a Aila pero ella niega disculpándose. Bueno, seis quiere seis tendrá. Miro a mi alrededor, Sten mueve los labios "Mala suerte".

Comienzo a trotar sin darle muchas vueltas al asusto, controlo mi respiración y poco a poco el frío se va yendo. Miro como los caballos galopan, como la pelota de rugby sale volando. Paso por un lugar que aún no conocía, parece ser un campo aún más grande que el otro ¡Hasta tiene un lago! Un grupo de alumnos están elongando, los paso siguiendo la línea blanca. Voy llegando a mi objetivo, Aila me sonríe como si ahora pudiera descansar. Llego y todos salen disparados dejándome casi a lo último, golpe a mi orgullo ya que hace días era la que mejor estado físico tenía. Presumía todo sin saber que sólo lo tenía porque era anormal.

A la cuarta vuelta mis piernas duelen y siento que voy a vomitar. No me fijo en las personas que pasan por mi lado ni en las risas que sueltan. Quinta vuelta, mis pulmones piden aire. En la sexta ya casi estoy caminando y todos mantienen su ritmo como si nada. No puedo más, necesito tirarme al piso. Las piernas se me flexionan, pongo una mano en mi pecho.

—Pareces una simple humana, creo que no te llevaré a conocer a la reina.




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