Terra Fai: Un Nuevo Mundo

KAPTER II

El aleteo juguetón de las aves en pleno vuelo indicaba el despertar de un nuevo día, al igual que el del Dr. Martinz, quien luego de un refrescante baño matutino se alistó para comenzar una jornada que sería especial.

Casi un mes había transcurrido desde aquella tarde, en que le indicaron que hoy debía estar en Estocolmo para la gran cena con aquellas personalidades de todo el Planeta Terra.

Se acercó al closet de su habitación, éste comprendía un gran volumen, y almacenaba toda la ropa del científico, solo debía escribir en una pantalla táctil el destino y cuánto tiempo estaría de viaje; inmediatamente apareció todo el outfit que utilizaría, incluso dependiendo la estación del año en que se encontraría. Con solo presionar la figura minimalista de una maleta todo el vestuario seleccionado se guardó automáticamente. El equipaje estaba listo.

Bajó los peldaños de una escalera de madera en muy buen estado, a pesar de los años que llevaba en ese sitio. Pisó uno tras otro hasta llegar a la recepción de un hogar muy acogedor.

Un juego de muebles cómodos y una mesita de vidrio engalanaban el lugar, girando a la derecha y dejando el equipaje casi a la salida de la casa ingresó en un comedor donde su querida prometida, Cristal Di Leone lo recibió.

—Amor, acá esta tu desayuno —le dijo la reconocida economista, mientras acababa de reposar un plato sobre la gran mesa de seis puestos.

—Veamos... Arepa con queso, ¿Cómo sabes que me gustan estas arepas para el desayuno? —comentó Martinz en tono divertido.

—¿No será porque tenemos más de cinco años juntos, Alonso? —comentó siguiéndole el juego.

Luego de sentarse juntos para disfrutar la primera comida de la jornada con su respectivo cafecito continuaron su pequeña conversación.

—Estoy ansiosa por ir a Estocolmo, será la primera vez que visite Europa.

—Este será un gran viaje, ya lo veras —respondió, luego de un sorbo de café—. ¿Qué te dijeron en la empresa después de haber pedido libre estos días?

—Nada, el trabajo lo dejé adelantado y la conferencia la pospuse para dentro de una semana. No podría perderme el gran día de tu vida, Alonsito.

Sonrió Martinz tímidamente.

—Le agradezco a la vida por tenerte acá a mi lado. No puede haber otra como tú, ni en otras dimensiones.

—Siempre estaré a tu lado tontín, ahora apúrate, dicen que es mejor viajar por la mañana en el teletransportador hacia Europa.

—Okey, okey, ya voy —dijo levantándose apresuradamente.

Una hora después activaron la seguridad de la casa, salieron, pidieron un aerotaxi y se dirigieron cómodamente al teleterminal de las diferentes translineas.

Llegaron a un espacio muy concurrido de gente, quienes planteaban viajar a distintos destinos del mundo, a través de la forma más segura de viaje, el teletransportador, un aparato tecnológico, algo idéntico a una antigua cabina telefónica con capacidad para dos personas. Su principio era transportar la materia a la velocidad de la luz para restaurarla en otro teletransportador ubicado en el destino que se deseaba.

La pareja se ubicó en el área de llegada y salida de Europa, luego de pagar veinte fénix por cada uno, la señorita Di Leone entró al dispositivo seguido del Doctor Martinz quien con solo pronunciar la palabra -Seuden- en lengua Doroi, idioma oficial del planeta, fueron teletransportados a la ciudad del país escandinavo.

Un mínimo pestañeo y la sensación de cosquilleo en el cuerpo precedieron a una escena nueva en sus retinas. Se encontraban en la principal teleterminal de la capital sueca, con total tranquilidad se acercaron a sellar sus pasaportes; mientras, observaban el magnifico lugar, personas por doquier, hologramas indicando ofertas a las puertas de las tiendas. Toda una metrópolis.

—Ya extraño Mérida —comentó Cristal.

—Sólo espera que salgamos de la teleterminal, mi reloj me indica que la temperatura en el exterior es de diez grados centígrados —le informó el Doctor.

Martinz divisó a cierta distancia la imagen de una chica joven, pelirroja y delgada con un atuendo muy elegante.

—¡Jume! —saludó la muchacha mientras se acercaba a ellos— ¿Dúnu itvét?

—Nao coip, hsedoet. ¿Es usted el Doctor Alonso Martinz? —se le notó algo de nerviosismo aunque lo repuso con su evidente profesionalismo.

—Efectivamente, soy el Doctor Alonso Martinz y ella es mi prometida, la economista Cristal Di Leone —respondió cortésmente.

—Mucho gusto de conocerlos, soy Eva Larsson, representante de la Fundación Nobel y guía en toda su estancia por nuestro bello país, Suecia. —Continuó con una sonrisa mientras mostraba sus credenciales— Los llevaré al Hotel Seuden, lugar donde se hospedarán durante estos días. Acompáñenme, por favor.

Siguieron a la joven hasta llegar al gran pórtico de entrada, dos enormes puertas de vidrio desaparecieron para dar paso a las personas que cruzaban.

Una vez fuera los esperaba un aeroauto, vehículos que se deslizaban por el aire a una altura mínima de un metro del suelo sin necesidad de combustible, ya que en su techo contaban con paneles solares que captaban la energía solar transformándola en la electricidad necesaria para movilizar dicho transporte.

Subieron al asiento trasero del vehículo para ser trasladados a su destino, durante su viaje observaban una metrópoli con los tradicionales tintes europeos. Al transcurrir veinte minutos y preguntas propias de turista arribaron al hotel cinco estrellas donde se hospedarían.

—Por acá, por favor —dijo la señorita Larsson mientras señalaba la entrada del recinto.

—!Qué lugar tan bonito, amor! —expresó Cristal cuando abrazaba a Martinz.

—Esto merece una foto —el Doctor levantó su teléfono celular y grabó ese instante para la posteridad.

—Muy bien Doctor Martinz, su habitación es la 202 —manifestó la joven sueca entregándole las llaves luego de registrarlos—. A las 7:00 PM estará acá el transporte para llevarlo a usted y su prometida a la cena que comenzará a las 8:00 PM. ¡Jetve maiho!



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En el texto hay: tecnologia, romance, accion

Editado: 09.09.2025

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