Terra Fai: Un Nuevo Mundo

KAPTER VI-B

El viaje transcurrió con muy pocas palabras de parte de ambos, observando absolutamente el holograma, respondiendo a una que otra interrogante que planteaba el chiquillo y una Malta que se volvió poca para los dos. A pesar de ello la mente del científico aún no estaba en Venezuela, incluso, se podría decir que su Sistema Solar se había quedado muy atrás; la imagen de Cristal entre sus brazos durante esos últimos segundos, extintos ojos color miel y aquella sonrisa que jamás volvería a ver, cruzaban por su pensamiento a toda hora.

Miranda, Aragua, Carabobo, Cojedes, Portuguesa y por último Barinas fueron los estados que recorrió aquel aerovehículo antes de llegar a su destino, gracias a un mecanismo de levitación impulsado por poderosos imanes que eran adheridos al chasis, esto junto al asfalto, el cual en su composición tenía nanoimanes, quienes creaban una fuerza repulsiva haciendo del transporte un mecanismo más rápido, eficiente y menos contaminante en comparación a la gasolina o gasoil.

Los ojos de Alonso reflejaban la majestuosidad de la Sierra Nevada que se elevaba a la distancia cual gigante adormilado. Eran las 6 de la tarde, el jovencito dormía plácidamente recostado al hombro de Martinz.

Un frío casi invernal obligó a apagar el aire acondicionado en el ascenso, el tiempo atmosférico era más que suficiente.

Al nivel de Santo Domingo fueron apareciendo los abrigos de aquellos ocupantes.

La Laguna de Mucubají, de origen glaciar, sería el punto de mayor altitud en todo su recorrido, luego al descender, los frailejones les darían la bienvenida al destino predilecto de turistas nacionales e internacionales, el majestuoso estado Mérida; cuna del ahora segundo Nobel de Venezuela: Alonso Martinz.

—¡Hasta... maiho! —dijo el pequeño mientras el aeroautobús iba disminuyendo su velocidad—. Aún me cuesta el Doroi, Mamá me está enseñando.

—Tranquilo, ¡Jetve maiho!

A pesar de su edad, el jovencito se despidió con un apretón de manos como todo un caballerito; qué se podía esperar, era originario de la Ciudad de los Caballeros.

—Eres muy inteligente, sigue adelante con tus clases —agregó Martinz.

—Gracias, Señor.

Antes de que reposará por completo su pequeño pie en tierras parameras de la mano de su madre...

—Oye niño, ¿Cuál es tú nombre? —preguntó desde adentro.

—Mi nombre es Edwin, señor.

—Fue un placer, Edwin... Seguramente nos veremos más adelante —levantó su pulgar.

El chiquillo sonrió como si aquel fuese el mejor halago que podría recibir en toda su vida... bueno, venía nada más y nada menos que del científico más aclamado del planeta, aunque el pequeñín aun no lo sabía en su totalidad.

Un monumento de alrededor tres metros de altura se levantaba a pocos metros de allí; como protectora de aquellos páramos andinos, una mujer enorme que señalaba con el índice de su mano derecha, la Loca Luz Caraballo.

El caserío se podía presenciar a ambos costados de la carretera, hogares algo coloniales y tradicionales, propio de la región, sólo con una diferencia, la tecnología se observaba por doquier: paneles solares, sistemas robotizados casi autónomos de riego al igual que ordeño y mucho más. A pesar de ello el espíritu trabajador y cordial del andino resaltaba por sobre todo.

El vehículo siguió transitando su camino, restaba un poco. En su descender algunos otros símbolos adornaban la travesía, como por ejemplo el Monumento al Perro Nevado, como homenaje al can de raza mucuchicera que se le fue obsequiado al Libertador Simón Bolívar.

—Y pensar que ese plan que teníamos para vivir en estos parajes ahora no será —exclamó el Doctor con un sentimiento de tristeza mientras presenciaba la Sierra Nevada.

Aquellos lugares bombardeaban de recuerdos el inconsciente del hombre, tantos días junto a su pareja durante las vacaciones, donde pernoctaban en las montañas por noches infinitas llenas de cielos despejados y estrellas fugaces.

El frío nunca será inconveniente teniendo a la persona perfecta entre tus brazos.

Una construcción muy peculiar sacó del ensimismamiento a Alonso al nivel de San Rafael de Mucuchíes. Rocas perfectamente seleccionadas y configuradas una sobre otra demostraban el ingenio merideño en su máxima expresión, la Capilla de Piedras era uno de las obras más resaltantes de la región, construida por las manos trabajadoras de un solo hombre campesino; Juan Félix Sánchez era el autor y arquitecto de dicho templo, ese donde Martinz y Di Leone habían prometido casarse alguna vez.

Tras observar aquella obra, el científico recostó su cabeza a la izquierda reposándola en el vidrio que lo protegía de una hipotermia casi segura a esa hora de la noche. Sus ojos comenzaron a cerrarse poco a poco; desde aquel fatídico hecho no había podido descansar, se podría decir que sus movimientos corporales, en todo aquel día fueron, por la majestuosidad del cuerpo humano, nunca se da por vencido, pero luego pasa factura....Un sueño profundo invadió al hombre.

Las localidades de Mucurubá y Tabay fueron la antesala para la puerta de entrada a la Ciudad de Mérida: la Vuelta de Lola, un monumento coronado por 5 águilas petrificadas en una variedad de columnas levantadas junto al hermoso jardín. Dichas aves representaban la famosa leyenda merideña, escrita por el gran Don Tulio Febres Cordero que explicaba el origen de los cinco grandes picos de la Cordillera Andina de Venezuela.

—¿Por dónde voy? —dijo somnoliento al despertarse.

El aeroautobús había cruzado en dirección al Sector La Milagrosa desde la Avenida Universidad, ahora se iba deteniendo gracias a la luz roja de un semáforo. El intermitente trasero avisaba la dirección que tomaría el vehículo, cruzaría a la izquierda.

—No sé cómo será la casa sin ella —divisó la hora en su reloj, el cual, por cierto, tenía casi un día sin titilar y pensó— Las 9pm... es tarde... sólo, no quiero llegar aun a mi hogar...



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En el texto hay: tecnologia, romance, accion

Editado: 28.09.2025

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