Terra Fai: Un Nuevo Mundo

KAPTER VIII

El profundo olor a bebida chocolatada recién hecha circundaba por todo el lugar.

—15° grados centígrados de sensación térmica son percibidos a esta hora de la tarde en toda la Ciudad de Mérida, hoy sábado 19 de diciembre del año 2020... —una voz femenina y suave de una estación radial local se apreciaba a través de las bocinas estereofónicas de la cocina.

El característico sonido de una puerta recientemente cerrada era acompañado por el zumbido de un aeroauto encendiendo en una cochera.

—Buenas tardes, señor. ¿A dónde desea ir? —preguntó la voz interna de la computadora del aeroauto.

—Al Núcleo La Liria, por favor —añadió el Doctor mientras un cinturón de seguridad sintético apareció frente al pecho del hombre.

El extraño sueño que había acabado de vivir llenó de confianza y convicción al científico, iría a certificar lo que su hijo le comentó.

Su mano derecha señaló el pórtico que se podía observar a través del parabrisas del aerovehículo. Tras un gesto, éste desapareció lentamente dándole paso a la salida del vehículo.

—Reproducir registro de mensajes de voz de la última semana —ordenó Alonso a su dispositivo telefónico mientras lo emparejaba con la red interna del aeroauto.

—Tiene 42 mensajes de voz. Reproduciendo...

Martinz agarró la taza que contenía chocolate caliente, ésta reposaba en un portavaso muy cómodo.

Se escuchó el primer mensaje...

—¡Jume, Doctor! Soy el Inspector en Jefe Abramovic del Cuerpo de Investigaciones Policiales de Suecia. No hemos tenido avances hasta ahora en las indagaciones. Quiero saber los resultados que obtuvo del proyectil que le envié. ¡Jetve maiho!

Segundo mensaje...

—Doctor, necesito hablar con usted. Cuando reciba este mensaje regréseme la llamada, por favor.

El rostro de Alonso reflejó confusión.

—¿Y ahora que habrá pasado? —comentó— Reproduce todos los mensajes del Inspector.

Martinz descendió un poco la velocidad, estaba justo en la entrada del Campus cuando escuchó la voz del oficial a través de las bocinas internas del vehículo.

—Doctor, amerito realizarle algunas preguntas sobre el asesinato de su pareja. Llámeme lo antes posible.

El científico activó el piloto automático para estacionar mientras reprodujo el otro mensaje.

—Doctor, comprenda lo delicado de la situación y lo grave que es evitar a la autoridad. Por el bien suyo espero que no esté escondiéndose de nosotros —el corazón del venezolano latía rápido mientras permanecía sentado aún en el asiento sin entender nada—. He querido hacer todo de la mejor manera, así que tiene la última oportunidad. Esperaré su llamada hasta las 21 horas del día de hoy, de lo contrario iré hasta Venezuela. Le recuerdo que la justicia es mi gran ideal y principio. Llegaré hasta el final de todo esto, caiga quien caiga.

—¿Qué día se recibió este mensaje? —preguntó Alonso.

—Mensaje recibido el 18 de diciembre del año 2020 a las 6 a.m. —respondió la voz automatizada.

—Regresa la llamada al Inspector, por favor.

—Lo siento señor, la señal está siendo interferida por razones desconocidas en esta zona. Es imposible realizar llamadas.

Tomó su abrigo y salió del aeroauto. La neblina cubría todo, la visión se extendía a tan solo 5 metros y la suave brisa horizontal empapaba la ropa del merideño.

Al llegar a la puerta de los Laboratorios de Avanzada de la ULA éstas lo dejaron entrar si ningún inconveniente; dentro, había mucha más gente que en su última visita nocturna.

Las vacaciones decembrinas habían comenzado el día anterior, a pesar de ello el lobby era transitado por algunos estudiantes y científicos, estos podían observarse caminando de un lado a otro con sus características batas blancas de laboratorio; algunos con cuadernos, otros, con carpetas o algún dispositivo propio de sus profesiones.

Una joven androide muy hermosa le dio la bienvenida.

—¡Coipwipofu, Doctor Martinz! —exclamó.

Debido a un accidente muy reciente había perdido su brazo izquierdo, siendo remplazado por una prótesis mecatrónica, esto la hacía pertenecer ahora a la marginada comunidad androide.

—Jume... —Martinz observó una peculiaridad centellante en la extremidad superior de la chica- Disculpa, ¿Qué es ese dispositivo que tienes en tu prótesis?

—¿Esto? —señaló a un aparato muy ligero adherido a su brazo robótico—, es un sistema de vigilancia. Luego del lamentable hecho de su novia en Suecia, todos los androides hemos sido dotados de este dispositivo para tenernos un mayor control. Ellos dicen que así atenderán más eficientemente a nuestra comunidad. Yo digo que sólo es para controlarnos, ahora tenemos permitido salir de 6 a.m. a 6 p.m. Eso no es algo normal, ¿Cierto Doctor?

—Me parece de mal gusto que ahora sea el trato que se les da a los androides, no todos tienen la culpa de lo que pudo hacer un solo individuo. Eso es discriminación.

—Lo mismo pienso yo —respondió la joven con una sonrisa—. Nos agrada tenerlo de vuelta por acá, Doctor.

—Hsedoet... —agregó Alonso al despedirse— Jetve maiho.

Se giró apartándose de la recepción. A lo lejos divisó, entre muchas personas, al chico que lo llamó a su casa; éste vio al afamado científico y se acercó rápidamente hacia él.

—¿Dúnu itvét, Doctor? —saludó el joven desde lejos mientras esquivaba a los transeúntes del lugar— Me alegra mucho verlo por acá.

Se trataba de un chico delgado de cara redonda, su rubor constante en las mejillas era producto de la gran cantidad de glóbulos rojos que producía su organismo por la altitud del poblado donde creció; su cabello resaltaba por tener un tono cobrizo. Gracias a sus excelentes notas e inteligencia había pasado, hacía unos meses, las pruebas para asistir como pasante del Doctor Martinz por doce meses. Realmente un honor para el joven de 17 años de edad el cual admiraba y tenía como ídolo al científico.

—Jume, Rafael... —respondió Martinz cuando saludó con un apretón de manos al adolescente— Deberías estar de vacaciones, con tu familia, no aquí trabajando.



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En el texto hay: tecnologia, romance, accion

Editado: 28.09.2025

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