En distintos puntos estratégicos del complejo resaltaron hologramas. La imagen de un científico apareció.
—Jume... Soy el Doctor Alonso Martinz —todos posaron su mirada sobre aquella representación—. Debido a inconvenientes presentados en uno de nuestros proyectos es de suma importancia que se desaloje a un radio mayor de cinco kilómetros, la totalidad de asistentes que hacen vida en este edificio.
El pánico comenzó a hacer de las suyas. Aquel perímetro de seguridad descrito por el catedrático solo auguraba peligro.
—A todas las autoridades les recomiendo elevar a un estado de alerta mayor toda la ciudad —y culminó con un leve sentimiento de nostalgia mientras su voz se quebraba—. Les deseo los mejores éxitos...
Desde las puertas cristalinas del inmueble se escuchó a un miembro de alto rango del cuerpo de bomberos.
—¡Ya lo escucharon!, necesito a todos los civiles fuera del área.
Los oficiales en servicio ratificaron dicha orden con un movimiento de cabeza y se dispusieron a cumplirla.
Solo una mirada quedó fija en dirección al lugar de donde provino la imagen de Alonso, mientras las personas comenzaban a alejarse del sitio; el Inspector sueco se acercó a su patrulla, tomó un dispositivo de telecomunicaciones y tras encenderlo emanó su propio dictamen al grupo policial del cual estaba a cargo.
—¡Atención a todas las unidades! —exclamó con voz recia— Necesito rodeada toda la zona. Esto es solo una distracción del sospechoso para escabullirse.
Tiró el implemento de comunicación dentro del aerovehículo sin quitarle la vista al edificio.
—Señor... —añadió un joven oficial sueco a su superior— El individuo se encuentra en uno de los pisos, acompañado por su ayudante, un menor de edad.
—¿Qué hace allí? —preguntó Abramovich.
—Está en su laboratorio. Uno de los más avanzados de todo el planeta, por cierto.
—Manténganlo vigilado, nunca se sabe lo que podría hacer un sospechoso —expresó regió—. Voy a entrar.
Un paso tras otro retumbaban en el estacionamiento yendo en dirección a la entrada principal.
—Disculpe señor, necesito que se retire de esta área —un miembro del personal de emergencia levantó su mano derecha, pretendiendo detenerlo.
El fornido hombre europeo lo fulminó con una mirada, mostró brevemente una placa opacamente dorada y continuó su camino golpeando con su hombro al bombero. Ya dentro, observó el desolado lugar. Al girar su humanidad logró divisar los teletransportadores que aún estaban operativos.
—Te lo advertí, Doctor —comentó para sí mismo, mientras iba en su búsqueda.
En el laboratorio, la luz emanada desde la pantalla de una de las computadoras cuánticas se reflejaba en los ojos color café de Alonso, a la vez que supervisaba el avance de la toma de datos del Teseracto.
Unas zancadas llegaban a las afueras de las paredes de vidrio. Debido a la concentración máxima de su labor y estruendoso ruido, Martinz no se percató del acercamiento de dicha figura masculina.
Una mano agarró el hombro de Alonso tomándolo por sorpresa.
—Doctor Martinz... —dijo una voz, a lo que aquel hombre viró con sustó— Tranquilo, solo le traía un vaso con agua —continuó Rafael— ¿Qué debemos hacer ahora?
—Hsedoet, necesitaba hidratarme —tras beber algo de vital líquido respondió a la interrogante del chico—, sólo esperar a que logre almacenar todos los datos, para así descubrir lo que tanto ha deseado la humanidad y luego podremos desconectar todo. No se sabe si alguna vez tendremos una oportunidad de oro como esta.
—¿Ésta seguro? —Se notaba muy nervioso— ¿Cómo sabremos cuando esté listo?
—Cuando ésta barra llegue al 100% —contestó señalando un monitor—, de esa forma utilizaremos dicha información para descubrir los secretos que esconde y usarlos a nuestro favor para concluir mi teoría sobre los viajes a posibles universos paralelos.
—Pero... ¿No es peligroso tener el proyecto encendido? Yo creo que deberíamos apagarlo antes de que pase algo.
—Todo hombre de ciencia debe correr riesgos y luego vivir con sus decisiones —y concluyó—. Si no da nervios, realmente no vale la pena.
El puente Einstein–Rosen de pronto se retrajo al tamaño de un balón de futbol, interrumpiendo la conversación. El suelo comenzó a sacudirse con mucha intensidad transmitiéndole la energía cinética resultante a todos los objetos que se encontraban en el lugar incluyendo a los dos hombres de ciencia.
Ambos se resguardaron bajo el escritorio principal.
—¿Por qué se hizo pequeño ahora, Doctor? —preguntó el ayudante casi a gritos para contrarrestar el bullicioso escándalo.
—Puede que se esté cerrando —con cierto esfuerzo para mantener el equilibrio logró acercarse a la computadora y revisó el escáner electromagnético que monitoreaba el fenómeno.
Martinz observó incrédulo los informes.
—Doctor, se está cerrando. Tuvo razón, pudimos controlarlo... bueno, pudo —exclamó alegre el adolescente.
—Yo no estaría tan seguro... —agregó Alonso con temor al observar detenidamente la pantalla.
—Aunque no sé por qué no ha parado de moverse el laboratorio, señor.
—Rafael, ¿Alguna vez has ido a la playa?
—No, Doctor. Aunque no sé qué tiene que ver eso con todo esto.
—El universo está totalmente conectado. Todo tiene que ver con todo. —Y añadió— Cuando va a ocurrir un tsunami la marea de las playas disminuye bruscamente, retrocediendo las aguas a un nivel fuera del habitual antes de...
—Doctor... -interrumpió Rafael— Mire, ¡Está creciendo!
El venezolano volteó en dirección al teseracto.
—...que llegue el desastre total —Martinz concluyó su frase, anonadado.
Aquel fenómeno crecía a una velocidad abismal. Desde el centro comenzó a irradiar un haz de luz muy penetrante. Los merideños taparon sus ojos con el antebrazo para evitar aquella luminosidad, a su vez que cesaba el sismo.
Luego de algunos segundos Alonso logró divisar algo entre todo aquel resplandor. Parecían ser imágenes sacadas del telescopio Hubble. Con cortos períodos de milésimas de segundos se emitían imágenes de todo el universo, vistas totalmente insólitas; desde paisajes planetarios, comenzando con Marte, luego desde la Luna con vista a la Tierra, Júpiter y sus cuatro satélites naturales, Saturno y sus anillos, en otras, Martinz no podía identificar dichos ambientes, nebulosas, enanas blancas, cuásares, galaxias. Representaciones que ningún humano había admirado. Todo un espectáculo universal.