Terrence (completo)

Capítulo 58 : Hecho

David

Poco se habla del día después de casi lograrlo, y de lo que hace que te quedes.

El mundo sigue igual, pero algo dentro de ti se siente diferente. No es alivio, ni arrepentimiento. Es algo más denso, como una mezcla de incredulidad y vacío. Un recordatorio de que sigues aquí, aunque anoche estuviste al borde de no estarlo.

Desperté en la habitación de Terry, la mente aún atrapada en el eco de lo ocurrido. La sensación de sus brazos rodeándome cuando todo parecía desmoronarse, su voz temblorosa, pero firme, asegurándome que no estaba solo… sabía que todo eso había sido real. Pero, al mismo tiempo, se sentía como una escena borrosa de una película que aún no terminaba de procesar.

Respiré hondo, sintiendo el peso de la culpa, presionando contra mi pecho. No quería haberlo arrastrado a esto. No quería haberlo hecho llorar. Pero tampoco podía negar lo que me mantenía despierto ahora: el amor. No el amor romántico, sino algo más profundo, más sincero. El amor de un amigo que me ha salvado millones de veces sin siquiera saberlo. Terry me ama de la forma más pura que alguien puede hacerlo: con todo su corazón. Y, aunque todavía no sé qué hacer con todo este dolor, sé que su amor es la razón por la que sigo aquí.

Sabía que en el transcurso de los días tendría que dar algunas explicaciones y ver que responder a los correos de despedida que se enviaron en automático. Y enfrentarme a la persona que me había llevado a este punto: mi madre.

No sabía qué iba a decirle. Ni siquiera estaba seguro de querer verla. Pensar en su voz, en sus palabras afiladas disfrazadas de preocupación, hacía que el nudo en mi garganta se apretara aún más. No quería escucharla minimizarlo todo, decir que había sido un drama innecesario, que estaba exagerando, que lo mío "no era tan grave".

Había aprendido a sobrevivir solo. Hubo meses en los que realmente creí estar bien, pero luego todo comenzó a desmoronarse de nuevo. Terry hizo nuevos amigos, mamá dejó de aparecer por la casa, Ted me dijo que le gustaba otra vez, pero que él no podía estar con alguien que seguía atrapado en los sentimientos por otra persona. Y luego estaba París… saber que se iría del país con su papá fue la última grieta en algo que ya estaba roto.

Poco a poco, me fui perdiendo. Hasta que ya no quedaba casi nada.

Terry

No había dormido bien. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de David en el borde del puente volvía a mi mente, como un eco persistente de lo cerca que estuve de perderlo. Me levanté en silencio, tratando de no hacer ruido. No quería despertarlo. Sabía que no iba a ser fácil, ni hoy ni en los próximos días.

No sé qué me dolía más: el hecho de que él se sintiera tan solo como para llegar a ese punto, o el darme cuenta de que no me di cuenta antes.

Le conté lo que había pasado a Marcos. No porque esperara que él tuviera la respuesta mágica a todo esto, sino porque necesitaba decirlo en voz alta. Necesitaba que alguien más lo supiera, que alguien más entendiera lo pesado que se sentía todo esto en mi pecho.

—Mierda, Terry… —fue lo primero que dijo cuando terminé de hablar. Su voz sonaba más apagada de lo usual, como si también estuviera procesando la gravedad de todo.

Asentí, sin saber qué más decir.

—¿Cómo está ahora? —preguntó.

—No lo sé —admití. Miré hacia la puerta de mi habitación, como si eso fuera a darme una respuesta—. Duerme, pero… ni siquiera sé qué pasará cuando despierte.

Marcos exhaló con fuerza.

—No tienes que cargar con todo esto tú solo, ¿sabes?

—No estoy cargando con nada —respondí —Es David, él no es una carga.

—Sé que no lo es, pero te conozco. A veces te entregas mucho a los demás y te olvidas de ti.

—Sí, pero este no es el caso.

—Está bien.

La conversación no duró mucho, Marcos tenía que alistar sus maletas porque el vuelo era al día siguiente.

Jessica me encontró en la cocina, removiendo distraídamente una taza de té frío que ni siquiera recordaba haber preparado.

—¿Cómo está? —preguntó en voz baja, mientras ponía una mano en mi hombro.

Me pasé una mano por la cara y suspiré.

—Duerme. No sé por cuánto tiempo, pero… al menos ahora está aquí.

Jessica asintió, abrazándose a sí misma.

—No dejo de imaginar qué hubiera pasado si hubiéramos llegado un minuto más tarde.

No respondí de inmediato. Porque yo también lo pensaba. Una y otra vez.

—No sé qué hacer —admití finalmente.

—Estás haciendo algo. Estás aquí. Y créeme, eso significa mucho más de lo que crees.

Solté una risa sin humor.

—¿Sí? Porque no me siento así.

—Es duro estar del otro lado.

—No quiero dejarlo solo.

—No lo hagas, pero tampoco lo agobies. Cuando él este listo hablará.

Jessica me miró con una mezcla de ternura y firmeza.

—Sé que quieres hacer algo para ayudarlo, Terry. Pero a veces, lo único que podemos hacer es estar ahí. Sin presionarlo. Sin exigirle respuestas que tal vez ni él mismo tiene.

Me quedé en silencio, tiene razón.

*******

Los días pasaron en una extraña calma tensa. David no hablaba mucho, pero tampoco se alejaba. Se quedaba cerca, aunque a veces su mirada se perdía en algún punto lejano. Yo no lo presionaba. Solo estaba ahí.

Me contó que cuando su mamá se enteró de lo que había pasado, lloró. Pero luego volvió a ser ella misma y propuso internarlo en un centro para “limpiarlo de todos sus pecados”.

El regreso al colegio, después de las vacaciones de otoño, se sintió extraño. Como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que pisé estos pasillos, cuando en realidad solo habían sido unos días. Marcos ya se había ido, Trent seguía molesto conmigo y, con la temporada de exámenes, los partidos habían quedado en pausa. Sin entrenamientos, sin la adrenalina de la cancha, sin la rutina que me mantenía en movimiento… Sentía que volvía a ser solo Terry, el que casi no notaban.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.