—Hoy en día salgo del lugar al que llamo hogar sin saber si voy a volver… El mundo se ha vuelto un completo caos… Ya no queda ni la más mínima esperanza… Aún recuerdo el día que vencimos a Flamante… Habíamos saboreado la victoria por un par de minutos… Hasta que de nuevo salieron decenas de misiles en todo el mundo… No tan solo en Seattle, en todo el mundo… Mi familia y yo tuvimos solamente un par de minutos para tomar lo que pudimos y salir huyendo de la ciudad… Hace mucho que no sé del Sargento Jameson, ni del Sargento Michael… Hoy no nos preocupamos por las demás personas, tan sólo nos preocupamos por nosotros mismos… No tenemos tiempo para recordar cuando debemos estar sobreviviendo las veinticuatro horas del día… No sólo es escapar de los Zombis ni de sus variantes… Sino también de las bandas que se crearon con el paso del tiempo, ya no puedes confiar en nadie aquí… Estoy frente a un letrero que dice que estoy a pocos kilómetros de Texas, pero ya no hay ninguna diferencia entre aquí y lo que una vez fueron las ciudades más avanzadas… Todo es desierto… Todo es selva… Todo es igual, los edificios que una vez tocaban los cielos ahora no son más que ruinas, repletas de polvo y enredaderas… No hay ningún lugar bien conservado, los pocos que quedaron ahora son propiedad de gente que es mejor no toparse… Caníbales, asesinos, gente que está muy retorcida de la mente… No necesitan ser zombis para comerte, con la escasez de comida hasta un humano sano puede cocerte y beberte como caldo… Hace una semana recibí una señal de radio… La primera después de cinco años… No sé si creer lo que dicen… No sé si deba ir… Como mencioné antes, no se puede confiar en nadie aquí… Ahora sólo iré a buscar un poco de comida para llevarle a mi madre, a mi hermano, a Jack y a Diana… No me debo quedar quieto mucho tiempo, además la motocicleta hace mucho ruido, pueden haber escuchado las pandillas cercanas, zombis o peor aún, lamedores… Aunque… Hoy en día ya a todo hay que tenerle miedo… Fin de la entrada de hoy, día 23 de diciembre del Año 2032, 5 años después del segundo lanzamiento de misiles de Flamante, se despide, Sammuel Carter. —Terminó.
Había hecho costumbre grabar lo que sucedía en su día a día desde que encontró la grabadora y decenas de memorias SD en buen estado meses atrás.
Se subió correctamente a la motocicleta y antes de encender el motor para avanzar se colocó sus lentes de motociclista para evitar que la arena le golpeara los ojos, se acomodó en la boca y nariz la bufanda que llevaba en el cuello para no ahogarse con el polvo a la hora de conducir y se ajustó sus guantes de cuero.
Miró hacia todas direcciones, se trataba de lo mismo por donde sea que mirara, arena, calor y desierto.
Encendió la motocicleta, miró hacia delante y comenzó a avanzar, esperando con ansias encontrar alguna esperanza para volver a creer en que esto podría mejorar.
—Sam ¿Me escuchas? —Sonó por su radio.
—Sí, te escucho, Jack.
—Tu madre cree que es mejor que vuelvas, ya han pasado casi dos horas desde que te fuiste.
—Si no consigo al menos las medicinas no habrá servido de nada haber gastado combustible.
—Combustible hay de sobra en cualquier gasolinera o refinería, vuelve, se hace tarde.
—Dame una hora más.
—Que la hora termine pronto, suerte.
—Gracias.
Siempre llevaba puestos unos audífonos conectados a su radio, por lo que sin importar que tuviera las manos ocupadas podía charlar cómodamente. Le ayudaba a no volverse loco. Su recorrido continuaba por una carretera árida, llena de torbellinos de polvo por doquier y donde abundaba un calor asfixiante.
Llevaban cerca de dos años moviéndose en una casa rodante que encontraron en un estacionamiento en el estado de Montana. Así podían estarse moviendo de un lado a otro de una manera muy cómoda y fácil, y el combustible era fácil de conseguir.
A lo lejos frente a él, notó una gasolinera.
«Está muy lejos de las ciudades, puede que tenga suerte y nadie la haya topado antes», pensó.
—Oye, Joshua —dijo por los audífonos conectados a la radio.
—¿Sí, Sam? —Le respondieron.
—¿Cuántas personas crees que haya vivas en Estados Unidos actualmente? —Preguntó.
—Es imposible saberlo, pero te podría asegurar que menos de cincuenta mil.
—¿Tan pocas?
—Suponiendo que en estos cinco años sólo nos hemos topado con pandillas que no sobrepasan los cincuenta integrantes, algunos supervivientes solitarios y poco más, hemos recorrido cerca de diez estados y sólo nos hemos topado como a ciento cincuenta personas.
—Y la mayoría ya estaban tan locas como para tomarlas en cuenta.
—Tú lo dijiste.
—Gracias hermano.
Necesitaba estar en contacto constante con su familia y amigos, habían sido años muy duros, todos sentían que se estaban volviendo locos al no hacer contacto normal con otras personas, las pocas que veían al año intentaban matarlos o saquearlos, se estaban cansando poco a poco.
Llegó a la gasolinera rápidamente, estaba llena de polvo y de arena hasta el tope, no se molestó en revisar las dispensadoras de gasolina, era obvio que tenían, así que pasó directamente a la tienda.