Territorios Z: Apocalíptico ll

3-La caída; Adam.

Estaba luchando contra una horda de zombis, lo que ya era normal para él y su grupo de amigos que se autodenominaban “Los Caza-Zombis”.

—Ya tan sólo quedan diez —gritaron desde arriba del vehículo que estaba estacionado a su lado, en el cual llegaron.

—¡Y yo que me quería divertir un rato más! —Respondió Adam.

Era un chico alto y de cabello largo rubio que se lo amarraba como una cola de caballo, tenía ojos color café y una ligera barba marrón en forma de candado.

—Pues qué bueno que ya se acabaron, si se amontonaban más no íbamos a poder usando sólo espadas y cuchillos —dijo su amigo Alan.

—No sean aguafiestas, le hacemos un bien al mundo. —Adam seguía insistiendo.

—¿Cuál mundo? Si se puede saber —dijo Clark.

—Sí ¿Cuál mundo? Ya no hay nada por lo que pelear amigo, lo hacemos tan sólo ahora para divertirnos. —Jaime no estaba convencido.

—¿De nuevo estamos teniendo esta conversación? —Dijo entre jadeos mientras asesinaba al último zombi, decapitándolo de un tajo rápido con su catana que robó de un museo hace varios meses—. Ya hemos hablado de esto, si ustedes quieren encerrarse en un búnker y pasar el resto de sus vidas escondidos y sólo saliendo para buscar comida y agua como las ratas, adelante, pero yo seguiré matando a cada una de esas cosas que vea, si esto alguna vez mejora quiero sentirme orgulloso de haber hecho mi parte.

—Él tiene razón —dijo Mikkel, su amigo que estaba arriba del auto.

—Claro que tengo razón, camarada, no tenemos nada que perder en un mundo así, hace poco más de un año que dejamos de llorarles a nuestros muertos, sólo somos nosotros contra el mundo, ustedes y yo aniquilando bestias salvajes come cerebros.

—De hecho, jamás he visto a alguno comer cerebros —interrumpió Clark.

—Pendejo. —Lo miró Adam—. ¿Quién quiere seguir?

Todos exhalaron de una manera que mostraba su descontento, pero a la vez la razón de Adam.

—Eso quería escuchar —les dijo mientras comenzaban a limpiarse y colocar las cosas en el blindado policial que modificaron para hacerlo un vehículo asesino.

Colocaron pinchos enfrente, atrás y a los lados del auto, hicieron un agujero en el techo por el cual soldaron una ametralladora ligera junto con sus respectivos escudos blindados, al frente quitaron los vidrios del copiloto e incrustaron también otra arma, así como en la parte trasera, si abrían las puertas dejaban al descubierto una ametralladora gatling, era una completa máquina de matar.

De pronto, escucharon una sirena a la lejanía, era casi imperceptible, estaban a unos ochenta kilómetros del centro de la ciudad Sacramento, en California, pero al parecer había bocinas de aviso de ataques por todo el estado.

—¡Allá arriba! —Gritó Alan, quien irónicamente, usaba anteojos.

En el cielo sobre sus cabezas se divisaba un avión, estaba tan cerca que sentía que casi observar con detalle su estructura.

—¡Los binoculares! —Gritó Adam.

Jamás vio a Jaime moverse tan rápido de un lugar a otro, en menos de cinco segundos ya los tenía en la mano.

—Es un avión militar, eso parece —dijo mientras miraba a través de ellos.

—¿Por qué mierda activaron la red de bocinas de ataques aéreos?

—Porque es un ataque aéreo… —Susurró Adam—. Se dirige directamente hacia Sacramento

—¡Una bomba nuclear! ¡Están intentando acabar con esto con ataques nucleares! —Alan descifró rápidamente lo que sucedía.

—¡Mierda! ¡Todos al auto! —La voz de Clark retumbó en el aire como un relámpago.

Sin pensarlo dos veces, todos entraron corriendo al blindado entre tropezones por culpa de los cadáveres, una vez arriba, Adam pisó el acelerador y comenzaron a ir a toda velocidad al lado contrario por el que caía la bomba.

No llevaban ni diez minutos yendo a toda velocidad cuando de pronto, como si el mundo se hubiera detenido en seco, una luz increíblemente brillante iluminó todo el lugar.

—¡Tápense los ojos y agáchense! —Gritó Alan.

Y como si le hubieran dicho todo lo contrario, Adam giró la cabeza totalmente para ver a través de los cristales de las puertas traseras. Al principio vio tan sólo una luz opacada por el cristal polarizado, pero bastaron unos segundos para que ambas ventanas salieran volando por los aires y la luz de la explosión le diera directamente en los ojos, así como hacer que varios cristales impactaran en su rostro haciendo que se descontrolara entre la ceguera y la onda expansiva ocasionando que volcara el vehículo.

Cuando despertó tras el impacto, vio el cielo arder en llamas, su característico color azul ahora era tan sólo un mar de fuego. Se dio cuenta que no escuchaba nada y de que le dolían los ojos como jamás lo habían hecho. El rostro de su amigo Jaime apareció entre el cielo rojo, le salía sangre por la nariz y la boca, tenía golpes muy claros en todo su rostro. Gritaba algo, pero era totalmente inaudible, incluso puede que ni él mismo se escuchara al estarlo haciendo.

Se incorporó lentamente hasta sentarse, miró a Clark en la carretera, acostado, y a Mikkel llorándole mientras lo tenía entre sus brazos, había muerto. Jaime estaba recargado en el vehículo, el cual quedó totalmente volteado, observando el suelo con la mirada perdida, chorreándole sangre de la cabeza.




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