Todos llegaron a la sala principal de operaciones mientras devoraban una bolsa de galletas y un jugo.
—Ojalá siempre pudiéramos comer esto —dijo Martin.
—Ya lo creo —respondió William con la boca llena.
—Preferiría un poco de carne —resopló Jameson—, vendería a cada uno de ustedes sin pensarlo tan sólo por un buen filete.
—Pero tienes la pajilla en la boca como toda una zorra succionando ese jugo —soltó Martin.
El regente Whitewood soltó una risita disimulándola con tos.
—Si no fuéramos vitales ya estarías muerto, hijo.
—Venga, muchachos, basta de bromas —dijo Michael. Terminó su jugo de uva y después de estrujar la caja con su mano derecha la tiró en el cesto de basura al lado de unas computadoras—, ¿qué tiene para nosotros? —Miró directo al regente.
—Los Williams no están aquí —espetó.
—¿A qué se refiere?
—Están en Europa.
—¿Qué? —Preguntaron todos al mismo tiempo.
—¿Recuerdan que teníamos a la familia del doctor Roger bajo vigilancia?, bueno, un par de días antes del día z salieron camino a Florida con la excusa de que irían al parque temático más famoso de dicho estado.
—Déjeme adivinar, no llegaron —dijo Jameson.
—Es lo que no teníamos claro, es decir, ni siquiera sabíamos si fueron en avión o en automóvil. Por ello mismo había concentrado la búsqueda en la zona este del país. Un equipo de operaciones especiales…
—Que no somos nosotros —señaló en voz baja Martin.
—Fue enviado a Florida —continuó, haciendo caso omiso al comentario de Martin—, al aeropuerto internacional. Revisó todos los archivos en papel de los últimos tres días, suponiendo que el día z fue el último de la vida como la conocemos, y descubrió entre los documentos de salida hacia otros países los nombres de cada uno de los Williams, estaban su esposa, su hijo y su hija en ellos.
—¿Estaban huyendo? —Preguntó Jameson.
—¿De qué?, esa es la pregunta.
—¿Hacia dónde fue el vuelo que tomaron? —Michael se comenzó a rascar la barbilla.
—Lo único que supimos es que hicieron escala en Madrid, España.
—¿Cuándo lo supieron?
—Diez minutos antes de comunicárselo a ustedes.
—¿Y qué estamos esperando para ir?
—Absolutamente nada. El avión está esperando fuera.
—¿Ya avisaron al gobierno español de nuestro arribo? —William se puso de pie.
—¿Hablas enserio, chico? —Rio—. Ya no hace falta nada de eso, todo el mundo se fue a la mierda.
—Entendible —resopló.
—Hagan sus maletas, pronto partirán a su nueva misión.
—Ya escucharon, muchachos, nos iremos lejos de todo y de todos, nos vamos a España. —Michael caminó hacia la puerta, primero iría a despedirse de su familia antes de todo.