Territorios Z: Apocalíptico ll

9-Escala en Nueva York; Michael.

—¿Por qué no partimos de Florida? —preguntó Michael mientras señalaba el estado en el mapa.

—¿Eres ciego? —espetó Jameson. 

—Con todo respeto, Sargento Mike, el Sargento Jameson tiene razón, se ve a simple vista la razón. —El Regente Whitewood marcó con su dedo otro estado.

—Massachussets está geográficamente más cerca de España que Florida, por lo que podremos cargar combustible ahí antes de partir directo a Europa —añadió William.

—¿No gastamos igual el combustible en volar de aquí a Boston?

—Nos hemos quedado sin reserva, Sargento. Tendrán que llegar primero a Nueva York a recargar el helicóptero de nuevo antes de aterrizar en Boston —le susurró en voz baja el Regente—. Cállese la boca y siga las indicaciones. —Sus ojos estaban inyectados en sangre, se le notaba la preocupación y el enojo en su rostro.

—Entendido. —Michael dio un paso hacia atrás y dejó que el Regente terminará de dar las indicaciones.

—En Florida los estará esperando un pequeño grupo de militares que se encargarán de despejar el aeropuerto. Fueron enviados hace unas horas, puede que en este momento estén ya haciendo su trabajo. Su helicóptero está esperándolos afuera, recordemos que el tiempo es oro en estos casos.

—Entonces no hay más que perder, vámonos —ordenó Michael.

—Seguiremos en contacto por la radio, por favor, siempre manténganla encendida. 

—Lo tenemos claro —respondió esta vez Jameson.

—Suerte, caballeros, no olviden traerme algo de España cuando vuelvan. —Whitewood les estrechó la mano en cuanto salieron.

Michael se había despedido ya de su familia, al igual que todos sus compañeros. En el helicóptero ya estaba Martin esperándolos; comiendo de nuevo otro sobre de galletas.

—No pierdes el tiempo, ¿eh? —dijo William en cuanto llegaron a su lado.

—No sabemos qué nos vamos a encontrar allá, ni cuándo vamos a volver a comer algo así de delicioso. —Martin tenía la boca llena.

—Arriba muchachos, tenemos un viaje que hacer —dijo Michael mientras se le daba la mano a Martin para que se pusiera de pie.

—Allá vamos —resopló Martin.

—¿Saben las indicaciones? —preguntó Michael a los pilotos.

—El Regente nos lo ha dicho, Sargento, primero a Nueva York, y es clasificado…

Michael asintió y subieron al helicóptero sin más problemas,  ascendieron al cielo para comenzar a volar en dirección a Nueva York. El ruido de las hélices no los dejaba conversar de ninguna manera, no se podía distinguir ninguna voz, tan sólo de vez en cuando se hacían señas para mirar hacia abajo y notar el desastroso paisaje que habían dejado los ataques nucleares, fácilmente había sido la peor decisión que tomaron en sus vidas y Michael estuvo en total desacuerdo todo el tiempo.

Se lograron escuchar las explosiones a decenas de kilómetros de distancia, e incluso desde donde estaban, se había podido ver algún que otro destello, las lágrimas recorrieron la mejilla de Mike todo ese día. No sólo estaban destruyendo a los zombis; estaban destruyendo su país, aquel por el que tantas batallas peleó, aquel que defendió a punta de pistola y en el que sus hijos iban a crecer.

—Vaya paisaje, ¿eh? —le dijo el piloto mediante los audífonos que llevaba puestos.

—Todo se fue a la mierda, no queda nada que salvar ahora —le respondió con melancolía. Tenían que distribuir los recursos bien entre lo que quedaba del ejército, por lo que ahora sólo llevaban audífonos el piloto, copiloto y un solo tripulante. Cualquier cosa que hablaran no la podrían escuchar el resto de su equipo—. ¿Tú tienes alguna idea de lo que nos encontraremos?

—Nueva York está destruida, Sargento, no queda nada ahí. Las explosiones alcanzaron la ciudad.

—Tú más que nadie sabes cómo se ve el mundo desde el cielo. A simple vista, ¿crees que podamos llegar a reconstruir todo este desastre? —Michael sabía la respuesta, pero no tenía el suficiente valor para escucharla de alguien más.

El piloto giró en su asiento y miró a Michael a los ojos.

—No…

—Eso me temía escuchar. Haremos un cambio, soldado, siga con su trabajo. —Le hizo una seña con la mano indicando que se girara hacia delante de nuevo. El piloto asintió e hizo caso.

Continuaron el viaje entretenidos, aunque de mala manera, ya que estaban volando por encima de ciudades afectadas por las explosiones, así que siempre había algo por ver, nunca faltaba el detalle curioso o diferente en las cosas. Por ejemplo, el día que volaron por California pudieron ver al Golden Gate caído, destruido en su totalidad, cuando sobrevolaron Seattle tuvieron la dicha de ver el Space Needle partido a la mitad, y así con cada estado al que iban.

—Es todo un espectáculo ver cómo los zombis han convertido al planeta entero en sus territorios —mencionó William la vez que fueron a una misión de recolección en Las Vegas.

—Esto ya no son nuestras ciudades, nuestros estados —añadió Martin mientras le colocaba otro cargador a su arma—, esto ahora sólo son Territorios Zombi.

Un grito terrorífico lo sacó de su estupor, no había notado que ya era de noche. Tanto él como su equipo se asomaron por los bordes del helicóptero para intentar ver a la criatura que hizo ese sonido.




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