—¡Acelera! —gritó Jack.
—¡Eso estoy haciendo, maldita sea! —rugió Sam. El sonido de los disparos detrás de él lo hacían estremecerse y sumado al ruido de los motores le causaba una ansiedad como pocas veces la había sentido.
—¿Cuántos son? —preguntó Diana, estaba intentando evitar que las cosas dentro del remolque se cayeran de las estanterías pero incluso ella revotaba de un lado a otro sin control.
—Son dos camionetas, parece que nunca se van a detener. —A Jack le temblaba la voz tras cada palabra, tenía miedo, sabía lo que las pandillas le hacían a las personas cuando las capturaban; se convertían en alimento. Ya no era tan sólo el miedo por ser la cena de los zombis, ahora los vivos eran la única fuente de carne para los supervivientes.
Quedaban pocos animales comestibles por todo el país, y como estaban las cosas también imaginaban que estaba así en todo el mundo. La bacteria había contagiado a todo animal del planeta, era una plaga imparable, no podían salir a cazar animales al bosque porque probablemente también estaban infectados ya, y comer la carne de un animal zombi es igual de peligroso que ser mordido por uno. Lo peor era en las ciudades más grandes, las ratas volvían a ser el enemigo número uno de los humanos, como en los tiempos de la peste negra. Cada rata que habitaba estados unidos se había convertido en una muerta viviente, más rabiosas que nunca y tan escurridizas como sólo un roedor podía ser. No tenían vergüenza a salir de día, pero era por las noches cuando vagaban por las calles como si fueran las dueñas del país. Por eso Sammuel y su familia siempre optaban por pasar el menor tiempo posible en las ciudades, era más fácil ser contagiado por una rata que por un zombi humano.
—Mierda, Sam, tendremos que pelear. —Su hermano tenía un arma en la mano, había entrenado tanto que ahora podía hacer todo lo necesario para combatir con sólo un brazo. Podía recargar, apuntar y disparar sin titubear.
—Sabes las consecuencias de que nos atrapen si perdemos la pelea, Josh. —Sammuel intentaba no entrar en pánico, le producía pavor imaginar que personas como ellos eran capaces de comerse
a otro ser humano como si de un cerdo se tratase. Tenía claro el objetivo: escapar hasta que se les agoté el combustible a sus perseguidores, por lo general nadie en esos tiempos tenía tanto combustible como para seguirles el paso por más de treinta kilómetros, y los que sí no eran tontos como para desperdiciarlo de esa manera.
—¡Se está acercando para embestirnos! —gritó Brandon un par de segundos antes de que una de las camionetas los golpeara por un lateral. La madre de Sam lanzó un grito al aire que les heló la sangre.
—¡Mierda, Sammuel! —gritó Joshua.
—¡Puta madre! —exclamó Jack, quien tenía el rostro en el suelo, se había caído.
—¡Está bien! ¡Pelearemos, mierda! —Sammuel no tenía opción, sus contrincantes iban más rápido que ellos y era cuestión de tiempo para que descompusieran la casa rodante con esos golpes.
—¿Estás listo, cabrón? —le preguntó Joshua a Jack.
—Por supuesto —respondió. Las manos le estaban temblando como gelatina.
—Quédate adentro, Joshua, ya sabes lo que hay qué hacer sí es que perdemos —dijo Sammuel mientras tomaba un arma de la guantera y se disponía a abrir la escotilla superior del vehículo para disparar desde arriba.
—Lo tengo claro —asintió mientras miraba a su madre de reojo.
No permitirían que esas personas hicieran daño a la mujer que los parió. Una muerte con un disparo era mejor y más rápido a dejar que la violaran y torturaran para después comerla viva. Era más digna una muerte así, aunque en la otra vida tuvieran que ir al mismísimo infierno.
—¡Ahora! —rugió Jack en cuanto vio que Sammuel terminó de usar su inhalador, el asma lo estaba jodiendo junto con todo el polvo que había por la zona. Por la ventana se vio que los tipos comenzaron a bajar de sus autos.
Sam asomó medio cuerpo por la puerta de ventilación superior y disparó un par de veces a la camioneta más próxima a ellos, dos de sus tiros tuvieron éxito impactando en el pecho y abdomen de uno de los caníbales. Brandon también abrió la ventana del auto y desde el interior dio un par de tiros que chocaron con el otro vehículo que los perseguía. Joshua estaba tranquilizando a su madre junto con Diana, todos estaban aterrados.
—¡Cuidado! —le gritó Jack a Sammuel. La otra camioneta se puso a su lado izquierdo e intentaban subir al techo de la casa rodante.
—¡Vengan, hijos de perra! —Sammuel se sentó sobre el hueco de un salto con su cuchillo de cacería en mano y lo encajó en el antebrazo del tipo que intentaba subir, dejándolo clavado a la camioneta.
—¡Ayuda! —gritó el caníbal a sus compañeros.
—¡¿Ayuda?! —replicó Sam—. ¡Diana!, ¡el rifle! —ordenó.
El hombre intentó sacarse el cuchillo del brazo para poder bajar pero Sammuel le desbarató la otra mano a punta de disparos. También acertó un tiro en la cabeza del tipo que venía junto con él en la camioneta.
Abajó escuchó los característicos pasos de Diana correr de allá para acá en busca del rifle. Mientras tanto giró de nuevo a su derecha y comenzó a disparar en esa dirección, quedaban tres tipos pero estaban cubiertos tras sus autos, no había manera de darles.