Territorios Z: Apocalíptico ll

29-Perros Americanos; Michael.

—Tienen que acompañarnos —les dijo el soldado mediante la voz de la bocina.

—Lo haremos en cuanto terminemos de investigar esto de aquí. —Michael levantó el papel que encontró en la guantera del auto—. Estamos siguiendo la pista de Flamante, ¿ustedes saben algo?

Uno de los militares se acercó y tomó el papel, lo leyó y después se giró hacia sus compañeros para comunicarse con lenguaje de señas.

—No ha habido señales de Flamante desde los lanzamientos de los misiles —dijo el parlante—. ¿Qué hay en la dirección de la nota?

—Es lo que estamos tratando de averiguar.

—Podemos llevarlos, pero independientemente de lo que encuentren, deberán acompañarnos a la base para presentarlos ante el general De Luque.

—Tenemos sólo cuarenta y ocho horas antes de que nuestro piloto despegue de nuevo a Estados Unidos, ¿nos quitará mucho tiempo?

—Nuestra intención es ayudar.

—Entonces andando.

Michael y su equipo acompañaron al ejército español hasta la entrada del aeropuerto, donde los estaban esperando tres blindados y varios soldados más. El tipo del parlante se acercó a lo que parecían ser los conductores y les mostró el papel, hizo varios gestos con las manos y pronto estuvieron en marcha.

—Soy el comandante Luis Barón, por cierto —dijo el parlante en cuanto estuvieron todos en los vehículos y se pusieron en marcha—. Estoy al mando de este convoy, cualquier cosa que necesiten, no duden en hacérmela saber.

—Lo que necesitamos es información —se adelantó a decir Jameson—. ¿Qué mierda está pasando aquí? ¿De verdad todos se quitaron los putos dientes?

—Así es —dijo el comandante Barón tras una pequeña risa que se contuvo en el aparato que llevaba tapándole la boca—. Madrid fue el primer lugar del país en implementar la propuesta. Bueno, el único. Al tercer día tras el atentado se hizo una campaña inmensa para retirar los dientes de todos los habitantes.

—¿Y funcionó? —Martin se impacientaba cada vez que Luis se ponía a escribir en el dispositivo, pero era la única manera de comunicarse, ninguno de ellos sabía lenguaje de señas.

—Somos lo único que queda de España —terminó diciendo la pequeña máquina—. Hemos tratado de ir a otros estados para rescatar lo que podamos… pero es imposible. Nosotros somos incapaces de morder a alguien si somos infectados, pero eso no quita que muramos. Y al final, ¿de qué sirve parar la propagación si vamos a morir?

Michael observaba a través de las ventanas del blindado el mundo allá afuera; había gente en las calles, caminaban con tranquilidad, incluso se veían niños correr de un lado a otro, pero todos con la misma característica, o complemento: la máscara cubriéndoles la boca.

—¿Entonces le dan la espalda a su país? —Jameson no tuvo tacto al hacer la pregunta.

—Esto es lo que queda del país. La gente es feliz, los pequeños juegan y los ancianos tienen la oportunidad de morir de vejez. Hay una gran frontera alrededor de todo Madrid, nada entra y nada sale. Y si por alguna razón alguien es infectado, la infección muere con él.

—¿Escuchaste eso, Michael? Es como si hace cinco años hubiéramos dado por muerto todo Estados Unidos y solo nos hubiéramos encargado de proteger Seattle. —Jameson movió la cabeza de un lado a otro—. Es imposible para nosotros. Es algo inmoral.

—No hay moralidad si la muerte gana. Flamante nos golpeó duro, a todo el mundo. No sabemos qué otros países de Europa fueron afectados, pero tememos que todos, puesto que no hay comunicación alguna con nadie.

—¿Y la cura? —William entró a la conversación mientras se sentaba, estaba alucinando con el espectáculo de afuera, parecía como si la infección nunca hubiera llegado ahí—. Es decir, ¿están trabajando en algo?

Luis se quedó pensando un momento, como intentando encontrar las palabras para escribir en el teclado.

—No —dijo—. Los muertos vivientes tarde o temprano morirán, aunque no lo parezca son un ser vivo, y todo ser vivo necesita comida, si no hay humanos para comer, pronto morirán.

—¿O sea que están esperando a que el tiempo resuelva todo? —William miró a Michael y luego a Jameson, todos se quedaron con la misma cara de extrañeza.

—¿Se quedaron con los brazos cruzados?

—Nuestros centros de investigación prefieren invertir el tiempo en otras cosas. —Uno de los tipos tocó el hombro del comandante y le hizo varios gestos con las manos—. Él tiene razón, sólo tenemos un centro de investigación. Pero, no entiendo, ¿por qué ustedes siguen detrás de Flamante? ¿Estados Unidos está tan bien como para gastar recursos yendo atrás de los terroristas en vez de procurar la supervivencia?

—Estamos buscando una cura —dijo Michael, pero las palabras del hombre lo dejaron pensando un minuto, tenía cierta razón—. Encontrar a Flamante puede ser clave para encontrar una manera de solucionar todo esto.

—¿Cómo? —Todos los soldados del camión miraban a los estadounidenses con detenimiento, como si estuvieran viendo a un grupo de fantasmas, además, les miraban la boca con intriga, verles los dientes era una rareza. Incluso por la cabeza de Michael pasaba la posibilidad de que la mayoría ni siquiera les entendieran lo que hablaran, puesto que con el comandante Barón se comunicaban en inglés.




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