EL MUÑECO DE MADERA
Había una vez un niño llamado Arturo, quien recibió de regalo un hermoso muñeco de madera en Navidad. Sus padres lo encontraron en una pequeña tienda de antigüedades y supieron de inmediato que sería el regalo perfecto para su hijo, pues a Tomás le encantaban los juguetes tradicionales y aquel muñeco tenía un encanto especial.
Desde el primer momento en que sostuvo al muñeco en sus manos, sintió una extraña conexión con él. Le puso el nombre de "Nico" y lo llevaba a todas partes. A pesar de que el muñeco era antiguo y algo desgastado, a Arturo no le importaba, pues sentía que Nico era su amigo más fiel.
Un día, al volver del colegio, notó con tristeza que Nico no estaba en su lugar habitual. Buscó en cada rincón de la casa, bajo los muebles y en los armarios, pero el muñeco había desaparecido. No lograba entender cómo pudo perderlo, y la ausencia de Nico lo llenó de melancolía.
Pasaron varios días, y el muñeco seguía sin aparecer. Entonces, la madre de Arturo encontró en una subasta un muñeco muy parecido a Nico. Aunque no estaba seguro de que fuera el mismo, se emocionó al verlo y su madre decidió comprarlo para alegrar a su hijo.
Al tener el muñeco de nuevo entre sus manos, Arturo se sintió feliz y creyó que todo volvería a ser como antes. Sin embargo, pronto se percataron de que algo extraño ocurría en la casa desde que Nico regresó. La atmósfera se volvió tensa, los padres empezaron a discutir por cosas insignificantes y la casa parecía sumida en una oscuridad inusual.
Arturo también comenzó a tener extrañas pesadillas, en las cuales veía sombras siniestras que lo acechaban, y despertaba sudoroso y asustado. Atribuían todos estos cambios a meras coincidencias y estrés, sin sospechar que el muñeco de madera pudiera estar relacionado con los acontecimientos.
Un día, mientras Arturo jugaba con Nico en su habitación, el muñeco pareció moverse por sí solo. Su cabeza se giró ligeramente hacia un lado, y el niño quedó petrificado. Aterrado, corrió a contarle a sus padres lo que había visto, pero ellos no le creyeron y le dijeron que solo era su imaginación jugándole una mala pasada.
Pero los sucesos extraños continuaron: objetos que se movían sin explicación, ruidos extraños en la noche y la presencia de una fría brisa que recorría la casa. Arturo comenzó a sentir que Nico lo observaba en todo momento, y esa mirada lo llenaba de temor.
Finalmente, los padres empezaron a sospechar que el muñeco tenía algo que ver con todo aquello. Investigan sobre su origen y descubrieron que Nico perteneció a un antiguo coleccionista de juguetes que había fallecido de forma trágica años atrás.
Decididos a poner fin a las extrañas situaciones, los padres llevaron a Nico de regreso a la tienda de antigüedades donde lo habían comprado. Pero el dueño, al verlos, les dijo con seriedad que el muñeco no estaba solo; que había traído consigo un espíritu atormentado.
Entonces, buscaron la ayuda de un sacerdote para bendecir la casa y liberarla de cualquier entidad maligna que estuviera presente. La ceremonia fue intensa, y al final, el sacerdote aseguró que el espíritu de Nico había sido liberado y que la paz volvería a reinar en el hogar.
Después de aquel día, las cosas volvieron a la normalidad. Los padres ya no peleaban, la casa se llenó de luz nuevamente y las pesadillas de Arturo desaparecieron. Nico, el muñeco de madera, quedó atrás en la tienda de antigüedades, esperando quizás a otro niño que lo llevara a casa.
Desde entonces, la familia aprendió que no todos los juguetes antiguos guardan solo buenos recuerdos, y que algunos pueden tener una oscura historia detrás. Arturo nunca olvidó su experiencia, pero aprendió a valorar lo que tenía y a no dejarse llevar por la nostalgia de un muñeco que, en realidad, nunca fue lo que parecía.
Editado: 17.06.2024