Mis padres me abandonaron cuando tenía ocho años, mi abuela, la única pariente que tengo, siempre me contaba historias de fantasmas cuando era niño, era una mujer bastante dulce, y me trataba con mucha ternura, yo era su único nieto, por eso me consentía bastante.
Ella tenía un brazo amputado, con marcas feas, parecían arañazos; me contó que en nuestra familia existe una maldición hecha por una bruja hace muchas décadas, debido a que un antepasado, mato a su hijo por ser diferente a los demás niños del ese entonces poblado.
El niño que mataron había nacido con malformaciones producto de la relación sexual que había tenido aquella bruja con un demonio, a cambio de sus poderes, al menos eso comentaban los pobladores; no tenía ojos, tampoco nariz, solo una gran boca con enormes dientes que cubrían todo su rostro, además tenía problemas para respirar debido a su condición, por lo que cuando lo hacía, emitía un sonido parecido al de un chancho, espantando a los demás niños con su horripilante cara, lo único normal era su cabello, color oro, si lo mirabas de espalda, era como cualquier otro niño.
Una noche todos los ciudadanos se pusieron de acuerdo para matarlo junto a su madre. Hacía meses que la tierra no daba ningún fruto y todos le echaron la culpa a ella, entonces fueron hasta la casa donde vivían, pero la bruja no se encontraba en ese momento por lo que el primero en morir fue su hijo; fue perseguido por todo el lugar, luego fue amarrado de manos y pies; sosteniéndolo de las piernas lo metieron de cabeza en un barril lleno de agua donde murió ahogado. En ese momento apareció la bruja, gritando y conminando a los pobladores, sin embargo, poco pudieron hacer sus poderes en ese momento; terminaron amarrándola de igual modo, pero antes de ser metida al barril donde se encontraba su hijo sin vida, ella, con sus últimas palabras les lanzo una maldición a todos los presentes, el cual decía: <<en la octava primavera de tu primogénito, un diente pondrás, o él vendrá>>.
—¡mira mi brazo, y recuerda! —exclamó mi abuela, mirándome a los ojos—el día que tu primer hijo cumpla la edad de ocho años, la misma edad que tenía el hijo de la bruja, un diente te sacarás, y pondrás junto a ti al dormir, sino su hijo vendrá—eso repetía mi abuela, cada vez que terminaba de contarme historias de fantasmas.
Recordé esa historia porque hoy después de veinte años, mi hijo cumple ocho años, la misma edad en la que murió el hijo de la bruja; pero, yo nunca creí en esos relatos, siempre creí que mi abuela solo me las contaba para asustarme antes de irme dormir.
Ella antes de morir, me dijo que cuando llegara el octavo cumpleaños de mi primogénito, revisara su diario; pero, por el trajín del día se me olvidó por completo.
Esa misma noche, agotados luego de la celebración, yo y mi esposa estábamos recostados cómodamente en nuestra cama, y empecé a contarle la historia de la bruja…asustándola mucho. Aun así, ninguno de los dos quiso sacarse un diente.
Pasada la medianoche, me despertó unos chillidos parecidos al de un chancho, prendí la lámpara que está en el velador al lado mío, y pude verlo, era real, no tenía ojos, tampoco nariz, con una enorme boca llena de enormes dientes que cubrían todo su rostro de oreja a oreja, mientras se devoraba mi pierna derecha; no sentía dolor, estaba como anestesiado, pero escuchaba como podía romper mis huesos con sus muelas; intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía, quise gritar, tampoco podía hacerlo, el horror se apoderó de mí al ver semejando monstruosidad, y terminé desmayándome de la impresión.
Al amanecer, desperté sin mi pierna derecha y con mucho dolor, me levanté como pude, y vi el espantoso cuerpo de mi mujer sin cabeza al pie de la cama, con su pijama toda rasgada, mientras la sangre aún goteada de su cuello, grité como un loco desquiciado al ver esa sangrienta escena.
Luego de ser hospitalizado y pasar meses de terapia psicológica, regresé a mi casa—mi hijo estaba sano, pero tuvo que quedarse con los familiares de mi esposa—, recordé lo que mi abuela me había dicho, de que buscase su diario cuando mi hijo cumpliera los ocho años. Registré todas las pertenencias de mi abuela guardadas en cajas, hasta que al fin di con el dichoso diario, al abrirlo una hoja cayó al suelo, al leerlo, quedé en shock.
<<Querido:
No olvides sacarte un diente, mi brazo, tu abuelo y tus padres, fueron engullidos por el hijo de la bruja>>.