Tesoros y Mentiras

Secretos de familia

SEGUNDA PARTE

Un acto es solo un momento de la vida

Cap.4 Secretos de familia

Los días transcurren tan deprisa y, aun así, me parecen inmóviles

 

Y llegó el silencio tan tardío e impuro, motivar tu dolor es mi alivio. No puedo dejar de expresar mi alegría de volver a verte, tan hermosa, tan fría y tan sutil.

Tú no entiendes lo estresante del silencio,

O la frialdad de las palabras.

Escribir versos para alguien que no existió,

Es más fácil que encontrar palabras para alguien que se fue.

Y la alegría vino después del acto,

 un acto aburrido, hermoso y concurrido 

de almas alegres, que vienen y van como las estaciones del año. 

Monotonía que ensucia mi alma, arrebata mis sueños y te aleja de mí.

 

No pasó mucho tiempo antes de que Santiago también dejará la guardia, pues justo como mencionó, sus nuevos compañeros no le resultaban agradables en lo absoluto. Por lo general se la pasaban burlándose de él, colocándole apodos y molestándolo acerca de su padre, su familia y de porque no era igual de eficiente que su hermano mayor. Regresó enfadado a casa y decidido a dedicarse a algo diferente. Comenzó a pensar en ser comerciante. Tenía suficiente con su parte de la fortuna de la familia, para hacerse con un par de barcos y comenzar a comerciar con otros puertos. 

Su madre estaba completamente de acuerdo con su decisión, aun cuando su padre y su hermano no hacían más que burlarse del tema, cada vez que podían. Sin embargo, Santiago no se desanimaba fácilmente, quizás ese era su principal defecto. Estaba convencido de que era por esa razón que no pudo sacar a Zuri de su cabeza. Se las ingenió para descubrir dónde vivía y cada tanto se pasaba por la calle tratando de ver si coincidía en un momento que estuviera fuera de la casa, pero no tenía suerte. 

Pensaba en preguntarles a los vecinos al respecto, pero tampoco quería dejarse en evidencia. No era extraño que caminara por allí, pero si empezaba a hacer preguntas llamaría la atención. Vio a la madre de Zuri en un par de oportunidades salir a regar las plantas o sacar al gato de la casa. Un inmenso y gordo gato gris claro, de grandes y profundos ojos azules. Santiago llegó a pensar que, quizás, Zuri se marchó del pueblo y que jamás descubriría el misterio que lo tenía al borde de la locura. 

Eso creyó hasta una tarde en la que vio a la señora discutiendo con alguien y alcanzó a ver a Zuri a través de una ventana caminando tras ella. Le llamó la atención que dejara crecer su cabello, aunque no demasiado, apenas si logró que le cubriera las orejas, y, aun así, lucía bastante diferente, lo suficiente para desconcertarlo incluso más. Pudo escuchar que discutía con su madre acerca de irse para dejar de vivir una pesadilla, algo con lo que la señora no estaba de acuerdo, repitiéndole que eso no haría sentir orgulloso a su padre, pero aquello ya no servía para manipular a Zuri. 

Mientras ponía atención a la conversación, un hombre de aspecto lamentable y claramente ebrio, se acercó a Santiago sin que este notara su presencia, hasta que lo escuchó hablar; haciéndolo dar un salto del susto.

—En esa familia están locos —comentó en un susurro—. Tienen secretos muy desagradables ¿Te interesa su historia?

—No, realmente no, gracias —despreció Santiago con desconfianza.

—¿Seguro? —insistió irritante—. Porque, a mi parecer, estás bastante interesado en Zuri.

—Claro que no —reprochó con rapidez.

—¿No te parece extraño que lleve el nombre de su abuela paterna y que nunca se haya comprometido? —interrogó insinuante.

—No es asunto mío.

—Su madre está loca —señaló mirando hacia la casa—. Siempre quiso hacer feliz a su marido, pero no lo consiguió. El hombre murió sin poder cumplir su único deseo.

—¿Qué deseo? —interrogó Santiago por fin curioso.

—¿Por qué no le preguntas a Zuri? —invitó con una sonrisa maliciosa—. A mí no me quiso decir, jamás habla conmigo, ni deja que me le acerque.

—¿Por qué quiere acercársele? —interrogó confundido.

—Por lo mismo que tú —respondió con rapidez—. Quieres saber la verdad, ¿no es así? De seguro ya notaste lo que yo —dijo en tono sátiro—. Lo suave de su piel, lo bien que huele, lo delicado de sus facciones. Una vez estuve tan cerca de tener lo que quería.

—Usted, está realmente ebrio —interrumpió Santiago asqueado.

—Ebrio sí —reconoció con una sonrisa ladina—. Pero no estoy loco, ni soy estúpido. Esa familia está llena de secretos.

—Si algún día quiero saber, con gusto le preguntaré —mintió con disimulo.

—Me buscarás, ya verás —dijo mientras le daba la espalda.

Santiago lo vio alejarse y volvió a mirar hacia la casa. Al percatarse de que Zuri se iba a volver hacia la ventana, se agachó tan deprisa, ocultándose tras la cerca, que acabó lastimándose las rodillas. No entendía por qué acababa de hacer eso, tenía el corazón acelerado y le costaba trabajo respirar. Estaba actuando como un estúpido. Ya conocía a Zuri, podía solo dedicarle un saludo, pero no, en lugar de eso, se escondió como un gato cobarde. Esperó un poco antes de levantarse y perderse de allí tan rápido como pudo, mientras pensaba en las palabras de aquel hombre y dudaba acerca de si realmente quería saber la verdad. 



#11861 en Joven Adulto
#12720 en Thriller
#7185 en Misterio

En el texto hay: traicion, romance, muerte

Editado: 28.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.