Tesoros y Mentiras

¿Tú lo sabías? 

TERCERA PARTE

Si recordara mejor el pasado entendería mejor nuestro futuro

Cap.7 ¿Tú lo sabías? 

Y la locura vino después del amor, un amor trágico y cariñoso, hermoso y aterrador. Amor que hoy me llena de rabia y a ti de tristeza. Porque el amor entre dos locos, existe solo para traer dolor al mundo. Un mundo injusto que nos fastidia, nos odia y nos margina.

La oscuridad se adorna de sueños rotos, desprovistos de ti y de mí, 

No hay corazón más lleno de oscuridad que uno enamorado

¿Por qué no puedo retener mi odio hacia ti?

Después de aquel juicio, el capitán preparó el funeral de un soldado. Un ataúd con el cuerpo de un criminal sin nombre que él ejecutó una noche antes, fue enterrado con el nombre de Lazcano, dejando por sentado que el joven soldado estaba muerto, nada más quedaba por hacer. Zuri se dedicó a ser criada en la casa, algo que ya hacía desde antes, mientras su madre estaba en el epítome de la felicidad. Su nuevo hijo la tenía satisfecha, la mujer estaba convencida de que cuando el niño creciera y pudiera convertirse en un soldado, sería como su padre, nunca como el inútil de su hermano mayor. 

Contrató para él a los mejores tutores de la ciudad y se aseguraba de que tuviese todo lo que necesitaba. El pequeño desarrolló un inmenso apegó por Zuri, quien lo ayudaba con sus tareas y le explicaba aquellas cosas que no entendía a sus profesores. Estaba convencido de que era su nana y de que estaba en la obligación de cuidarlo, algo que Zuri le desmintió cuando tuvo la primera ocasión. Ella aún estaba preparando todo para irse de allí, pero no lo tenía del todo organizado, así que necesitaba un poco más de tiempo para lograrlo, aunque hubiese preferido irse de inmediato. 

Por su parte, Santiago estaba feliz de que no pudiese irse aún, pues quería tener la oportunidad de pedirle una explicación, aunque no era realmente eso lo que quería. Zuri ya se la dio antes de abrir la puerta de la habitación. Quería una oportunidad de hablar y descubrir si lo que sentía cambió de alguna forma, aunque estaba seguro de que no, pues aún no lograba irse a dormir sin pensar al respecto. 

Santiago estuvo buscando una excusa para acercarse a la casa Lazcano, pero nada se le ocurrió, hasta una tarde en la que, al cruzar frente a la puerta abierta del despacho, vio a su padre mirando una vieja fotografía en su escritorio. Se acercó a curiosear y de inmediato llamó su atención.

—¿Qué quieres, Santiago? —interrogó Guillermo con fastidio.

—Ese eres tú —dijo señalando al joven de la derecha en la foto—. ¿Quién es el otro joven?

—Nelson Lazcano.

—¿El padre de Zuri? —interrogó sorprendido—. ¿Lo conocías? 

—Sí —contestó lanzando un resoplido—. Fuimos buenos amigos cuando comencé en la guardia. Era un hombre digno de envidiar, tenía un fuerte carácter y un fuerte físico. Humilló a todos los que quiso mientras se convertía en capitán, siempre un rango por encima de mí.

—¿Cómo es que no sabías que tenía una hija? —interrogó confundido.

—Si lo sabía —reconoció molesto y avergonzado—. Por eso me sentí como un idiota por pagarle a ese borracho.

—¿De qué hablas?

—Ese hombre vino a decirme que el soldado Lazcano era mujer, pero no presté atención —le contó refunfuñando molesto—. Cuando dijo, el hijo del capitán Nelson Lazcano. Yo sabía que Nelson no tenía un hijo, sino una hija. La luz de sus ojos era esa niña —dijo con nostalgia—. Él quería un hijo, pero cuando tenía un varón, siempre morían. Un par de meses era lo único que sobrevivían. Hasta que conoció a Helena y Zuri nació. Sobrevivió y él se enamoró de su niña. Incluso la vi de pequeña, nació un par de meses después que tú.

—¿Lo sé? —dijo recordando el cumpleaños de Zuri.

—Estuve tan ocupado con mis obligaciones como capitán, después de que él murió, que olvidé por completo a su familia —se culpó apesadumbrado—. No me di cuenta de la locura de Helena. No me sorprendió que hubiese un Lazcano en mi escuadrón, no era la única familia con ese apellido.

—¿Entonces si lo sabías? 

—Sí, lo sabía —replicó molesto—, solo que lo olvidé. Por eso no quise ejecutarla. Esto fue culpa mía. De haberlo recordado cuando llegó al cuartel, esto no habría sucedido.

—Entonces Damián debería culparte a ti —comentó con desgano.

—¿Por qué? —interrogó desconcertado.

—Por haber sido humillado por una mujer —respondió conteniendo su satisfacción.

—Lo superará —aseguró restándole importancia—. Aunque admito que ahora estoy más sorprendido por eso que antes… Espera un instante —dijo cayendo en cuenta de lo que sucedía—. ¿Damián lo sabe?

—Sí —respondió con rapidez—. No estoy seguro de cómo lo descubrió, pero lo sabe.

—Debo hablar con él entonces y quizás atar un par de cabos sueltos —dijo pensativo—. No asesinaré a Lazcano, su padre me atormentaría desde el infierno si algo le llegara a pasar. Traerá flotas de barcos piratas para causarme sufrimiento.



#11287 en Joven Adulto
#11728 en Thriller
#6710 en Misterio

En el texto hay: traicion, romance, muerte

Editado: 28.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.