Testigo Criminal

CAPÍTULO 3

LILIAN KANE

El repiqueteo de las fuertes y constantes gotas de lluvia son una pequeña distracción a todo el alboroto que se está desatando en comisaría.

Llegan informes sin parar de todas las pruebas y análisis que mandamos a policía forense para que detectaran cualquier irregularidad. De momento todo parece estar en orden, no hay hechos que prueben lo contrario, pero todos nosotros creemos que se trata de un asesinato muy bien planeando.

—Con todos mis respetos,—interviene el agente Morrison algo incómodo por la presencia de Clift, mi jefe.—cuando llegamos a la casa no había indicios de forcejeos, la detective Kane opinó l mismo que usted,—me señala sin mirarme.—pero nadie es capaz de no dejar huellas y salir sin ser visto. 

Somos tres en la sala de reuniones; Morrison, Clift y yo. Desde que he vuelto del lugar de los hechos, me he pasado más horas aquí dentro que en el sofá de mi casa. No he podido ir a visitar a mi hija ni traerle flores siquiera. 

No me gusta. Odio tener que cumplir con mi deber. Odio ver la mirada compasiva de Clift cada vez que entro por la puerta. Y ahora odio más que ese agentucho de pacotilla esté cuestionando mis métodos deductivos.

—En eso se equivoca, agente Morrison.—le rebato, ácida.—La puerta de la habitación de la niña estaba forzada, no creo que ella misma rompiera las bisagras y además, una persona que quiere suicidarse, no se adorna el pelo con hilos de pañuelos de seda.—me burlo con intención de acallarlo. 

Sus ojos avellana que hace unos segundos me observaban con cautela, ahora me miran con temor y para disimular sus nervios, se pasa una mano temblorosa por su pelo azabache.

—¿Quién dice que nadie ha visto al asesino?—interviene mi jefe sin esperar respuesta a mi pregunta cruzándose de brazos y frunciendo el ceño hacia él. Eso lo altera en sobremanera. Lo noto. Se siente acorralado, sin salida y no puedo evitar disfrutar de ello.

Su próxima contestación me interesa. Quiero conocer su criterio, cómo piensa. Quiero calarlo, saber cómo funciona su cerebro. Me incorporo en la rígida silla y, al igual que Clift, me lo quedo mirando fijamente. 

Morrison se remueve, claramente turbado por nuestro intenso escrutinio y comienza a mover la pierna izquierda inconscientemente. Este hombre es muy fácil de intuir.

—Tres de mis compañeros han interrogado a algunos de los vecinos y ninguno de ellos a dicho presenciar nada.—su voz sale algo ronca e inmediatamente carraspea para hacerse oír con más claridad y vehemencia. 

—¿Y que esperabais?—suelto una risa seca llamando la atención de los dos.—¿Que los vecinos dijeran; ¡Sí! Yo vi a una persona vestida de negro y colándose por la ventana interior, pero no pensé en avisar a la policía. Pensé que era su padre entrando en casa.—me mofo imitando la voz irritante de señora y ruedo los ojos ante ese simple pensamiento.

—Lilian.—me reprime Clift dedicándome una mirada dura para que le tenga algo de calma y compasión. Yo me encojo de hombros sin importarme lo más mínimo. En esta vida se aprende a golpes y no se puede llevar un caso como este siendo compasivo.

De reojo, veo a Morrison hundirse más en el asiento con la vista baja y mordiéndose los labios. No es que odie al hombre, solo que su torpe actitud me saca de quicio.

—Me limito a trasladar sus mismas palabras, detective Kane.—termina respondiendo mordaz y elevo las cejas, sorprendida. Admito que su contestación defensiva no me la esperaba.

—Se acabó. A partir de ahora, los dos vais a ser los responsables de llevar el caso y presentar una respuesta a este embrollo.—sentencia levantándose y dando por terminada la conversación.

Tanto Morrison como yo nos quedamos momentáneamente pasmados y demasiado atónitos como para levantarnos de la silla. Ni de coña. Me niego a tener que pasar más tiempo con ese agentucho.

—¿Es enserio? ¿Voy a tener que arrastrar con ese poli ingenuo que no sabe distinguir un asesinato de un suicidio.—farfullo entre dientes cuando Morrison se aleja lo suficiente para que no pueda oírme, pero mi jefe hace oídos sordos y se limita a recoger los informes previos.—De qué va esto, Clift.—interpongo mi mano sobre sus papeles para obligarlo a enfrentarme 

Mi voz es dura y cuando digo su nombre, él sabe que voy muy en serio, y finalmente, se vuelve hacia mí con expresión seria y de brazos cruzados.

—Sé que eres muy capaz de llevar esto sola.—empieza respirando con calma y eleva una mano cuando voy a intervenir.—Pero estos últimos meses no has estado bien. Puedes engañar a todo el mundo, pero yo te conozco, Lilian.—su intensa y escudriñadora mirada me pone los pelos de punta y por mucho que quiera cabrearme por esa invasión a mi privacidad, su falta de compasividad me reconforta.—Te vendrá bien tener a alguien con quien compartir y debatir tus deducciones.

—Esto no es el bar de la esquina.—protesto con los dientes prietos. No me hace ni pizca de gracia tener que compartir las horas de mis miserables días con el agentucho, pero sé que mi jefe no va a dar su brazo a torcer.—Pero de acuerdo, haré lo que me digas. Aunque si las cosas no salen como deberían, recuerda que te lo advertí.—aviso dando por terminada la conversación.

***
Cuando salgo de la sala de reuniones, me encuentro con Morrison y le paso por delante, como si no estuviera. No me paro a hablar con él ni establecer los términos de la investigación. Con él no tendría sentido.

—¿A dónde vamos?—pregunta con su ya familiar ronqueo a través de los pasillos de la oficina.

—Ha hacer algo de provecho y no perder el tiempo interrogando a vecinos ignorantes.—replico dura sin devolverle la mirada ni aminorar el paso para que, pese a sus largas piernas, pueda alcanzarme.—Los padres de la víctima están esperando en la sala de interrogación. No tenemos todo el día.

Mis firmes pisadas rebotan contra las paredes grises de los pasillos y se mezclan con los murmullos procedentes de los diferentes cubículos y de la recepción. Casi me pasa desapercibida su presencia, pero justo antes de llegar a la sala, su voz vuelve a hacerse presente. Y esta vez con una fuerza renovada.




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