Testigo Criminal

CAPÍTULO 6

ELIAS DANKWORTH

No soy capaz de disimular la constante sonrisa que cada dos por tres, se asoma en mis labios. Hace cinco días que conocí a Wade en esa discoteca aquella noche que salí corriendo del centro de rehabilitación y han sido de los mejores con diferencia.

Desde que tengo memoria, me he castigado por sentir lo que sentía hacia los hombres y más adelante, otros me han castigado por mi. Es antinatural, extraño, enfermo. Pero de un modo u otro, Wade me ha hecho sentir como si todo eso no fueran más que lejanas habladurías sin sentido.

Con él he podido ser yo mismo y no me ha hecho avergonzarme de nada. Nunca me he sentido más auténtico.

—Elias.—me sorprende la alegre voz de Bethany cuando estoy a punto de marcharme.—¿Ya te vas?—pregunta agravando su tono.

—Sí y llego tarde.—me disculpo ofreciéndole mi mejor sonrisa tras mirar mi reloj de muñeca. Llego tarde a mi cita con Wade y no quiero que crea que lo he abandonado.

—¿Puedo acompañarte a donde sea que vayas?—me detiene cuando voy de salida, esperanzada.

—No.—respondo demasiado rápido y ella da un paso atrás, sorprendida.—Quiero decir, que mejor otro día.—rectifico rascándome la nuca con una mueca en los labios.

—¿Como la otra vez?—suena más a reproche y cuando abro la boca sin decir bada, aprieta los labios en una fina línea y da un paso a mí.—Dijiste que tenías que hacer algo importante y me dejaste plantada.

—Lo siento.—me disculpo bajando la cabeza hacia mis zapatos.—Te prometo que te lo voy a compensar, pero hoy no puedo.—insisto suplicándole con los ojos que no me presione más.

—Si no tienes interés en conocerme, ¿por qué me has invitado?—reclama deteniéndome de nuevo.

Cuando me giro para volver a encararla, me la encuentro de brazos cruzados, mordiéndose fuertemente el labio inferior y mirándome con los ojos entrecerrados. Está dolida, puedo notarlo perfectamente.

—Era importante.—farfullo entre dientes acortando la distancia que nos separa para que las personas interesadas en nuestro intercambio dejes de prestar atención.

—¿Como ahora?—eleva una ceja, cínica y maldigo entre dientes.—Supongo que tu padre no sabe nada de eso porque ha sido él el que me ha animado a que te pidiera otra cita.—por inercia, dirijo mis ojos por encima de los hombros de Brittany y veo a padre mirando en nuestra dirección con ojos inquisitivos. La mujer del otro día está junto a él, pero yo solo tengo cabeza para padre.—Lamento haberte insistido tanto.

Se rinde, dolida y humillada. Sin embargo, cuando empieza a darse la vuelta para volver al sitio, puede que, por mi instinto de supervivencia o, simplemente, mi egoísmo, me empujaron a decir mis siguientes palabras.

—De acuerdo.—suspiro determinado y sus ojos se abren en desmesura.—Puedes acompañarme.

En verdad no la voy a llevar al sitio que había quedado con Wade. Eso es mi secreto y el de él. No quiero que nadie más, y menos ella, lo sepa.
A Bethany le falta tiempo para correr de vuelta a sitio, echarse la gruesa chaqueta sobre sus delgados hombros y correr hacia mí con la sonrisa más ancha que he visto esta semana antes de que se cierren las puertas del ascensor.

También, antes de caer en el incómodo silencio dentro de las cuatro paredes de metal, alcanzo q ver la mirada orgullosa y risueña de mi padre en mi dirección. La mujer de su lado le ha hecho un gesto en el brazo para llamar su atención e, inmediatamente, padre se ha olvidado de mí.

No sé si Daisy, creo que se llamaba, lo ha hecho para quitarme un peso de encima o para que se centrara en ella, pero ahora mismo le estoy agradecida.

Llegamos al vestíbulo y ni siquiera me da tiempo a abrirle la puerta de la calle cuando mi atolondrada hermana entra como un torbellino por la misma, casi derribándome en el acto.

—Auch, creo que me has roto una costilla, hermanita.—bromeo acariciándome la parte afectada con una mueca de dolor. Su codo es potente.

—Anda, no seas exagerado, Elias. Solo ha sido un pequeño golpecito.—se mofa a modo de disculpa palmeándome el hombro.

—Se nota cómo mi hermana mayor se preocupa por mí.—me llevo la otra mano al pecho fingiendo que me ha ofendido.—Pero un consejo para la próxima vez que llegues tarde,—le guiño un ojo a sabiendas que le va a mosquear y Bella hincha las mejillas ya sonrosadas.—procura bajarte más la falda o padre va atener que despedir a unos cuantos pervertidos.—susurro bajo para que nadie más que los tres me oiga y ella se limita a bufar sonoramente rodando los ojos y bajándose el ya de por sí, corto vestido verde.

—No hace falta que los despida, con dejarme darles una buena paliza me conformo.—garantiza Bella siempre tan linda y ante su imitación a un boxeador, empiezo a carcajearme echándome a un lado.—Hablando de papá, ¿sabes dónde está?—su expresión cambia y se pone más seria. 

Me consterna un poco porque parece ser un tema importante, pero tampoco pregunto porque noto a Bethany removerse a mi lado y tiene pinta de ser un tema meramente familiar.

—La última vez que lo he visto, se dirigía a la oficina con Daisy—respondo a medida que me voy alejando.—¡Y no utilices ese pinta labios, sabes que no es bueno!—alzo la voz sin volverme haciendo referencia a sus potentes labios rojos.

—¡Estoy divina, eso es lo que cuenta!—chulea de buen humor y suelto una carcajada antes de dejarla sola en el vestíbulo y salir al frío invierno de Bath.

No es hasta que nos encontramos los dos solos en plena calle, que me doy cuenta que no sé dónde llevarla. El bar del otro día parece ser una buena opción, ¿no? La última vez me dijo que le gustó. 

—¿Sabes qué?—habla llamando mi atención.—Tenías razón, es mejor que vayas solo con quién habías quedado.—se detiene a unos pasos por detrás mío obligándome a hacer lo mismo y la miro desconcertado.

¿Se habrá dado cuenta de mi indecisión?




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