ELIAS DANKWORTH
Llevo tanto tiempo sin poder dormir que ya no recuerdo lo que es descansar toda la noche. Me late la cabeza el ambiente que se respira en casa no ayuda a mis nervios. Isabella cada día está más arisca y Harold se le ha hecho rutina quedarse a cenar en casa y pasar el rato con padre y Daisy.
—¿A dónde vas con tanta prisa?—me sorprende mi hermana justo cuando me estoy poniendo el abrigo.
—Tengo que hacer algunos recados.—evado la pregunta rápidamente procurando evitar contacto con sus ojos.
—Vas a ver al poli ese, ¿cierto?—recrimina poniendo los brazos en jarras y yo sigo evitando responder.—Cuando aprenderás que no es bueno meterse con un policía, ¿eh? ¿Es que acaso ya te olvidaste de la vez que terminaste en la cárcel por su culpa?—se mueve más cerca mío para que le preste atención, pero yo me quiero ir cuanto antes. Hablar precisamente de Wade no me entusiasma.
Y sí, voy a ir a visitarlo al hospital porque estoy muy preocupado y quiero saber cómo se encuentra. Cuando me llamó esa noche pidiendo ayuda, casi se me ale el corazón y por poco no tenemos un accidente. Me costaba respirar incluso y tuvo que ser Isabella la que me llevara de vuelta a casa porque era incapaz de conducir. Así que sí, necesito comprobar cómo se encuentra.
—Sólo estaba haciendo su trabajo y además,—añado rápidamente viendo sus intenciones.—si no recuerdo mal, allí también estaba Lilian y bien que ahora sois amigas.—no pretendo meter cizaña entre las dos. Según lo que me cuenta, su relación parece de las buenas, pero por esta regla de tres tampoco se le tiene que olvidar que ella trabaja junto a Wade en la investigación.
—Eso es diferente.—salta a la defensiva y me río abriendo la puerta.—Esto va a terminar mal.
Es lo último que escucho antes de cerrar la puerta y encaminarme al hospital. En todos estos años, jamás me había pasado tanto tiempo en ese edificio. Primero por Isabella, luego por mí y ahora por Wade. Me da miedo darle muchas vueltas, pero pareciera ser que alguien nos quiere dejar fuera de juego y estoy seguro que ese alguien ya sabe que lo estamos acorralando y está perdiendo la calma. Aunque sigue siendo muy cuidadoso.
***
Al llegar al hospital me dirijo directamente a la habitación de Wade y entro sin llamar, si está durmiendo prefiero dejarlo descansar y limitarme a observarlo. Incluso puede que sea menor así.
Sin embargo, la imagen que me encuentro es completamente diferente y, sin dudarlo un segundo, corro hacía él.
—¡¿Se puede saber qué intentas?!—lo detengo por el brazo antes de que pueda apoyar el otro pie en el suelo.—Hace dos días saliste de una operación compleja, ¿quieres quedarte en silla de ruedas o qué?
Mi presencia lo ha perturbado de tal manera que se ha quedado momentáneamente paralizado y mirándome con los ojos bien abiertos. Su bata está totalmente arrugada y manchada de lo que parece comida, cosa que me hace sonreír inevitablemente. No creo haberlo visto nunca tan descolocado.
—¿Q-qué haces aquí?—farfulla sin aliento y con algo de recelo sin apartar sus ojos de mí.
—¿Qué te parece que estoy haciendo?—rebato aún sujetándole bien fuerte para que no se caiga, pero rápidamente empieza a retorcerse con disimulo para soltarse.—Wade, no puedes caminar, el médico dijo que tenías que guardar reposo al menos unos días más.
—No...—niega repetidas veces, esta vez zarandeando el brazo con más impulso.—Déjame.—protesta cada vez más nervioso.—Puedo solo.—parece una competencia para ver quien pierde primero, por eso sigo manteniendo firme mi agarre. Si lo suelto ahora lo más probable es que se caiga y se haga más daño.—¡He dicho que puedo solo!
Y tal como grita, se suelta de un buen empujón y retrocede tambaleándose y apoyándose en el cabestrillo de la cama. Si no fuera por sus buenos reflejos tendría que recogerlo del suelo.
—Estás siendo un cabezota, si sigues así vas a hacerte daño.—trato de ser paciente y mantener la calma, sin embargo no es fácil.
—¡¿Y qué más te da?!—explota viéndome con los ojos cristalizados.—¿Por qué nadie entiende que no quiero vuestra ayuda? No soy un niño pequeño, ¡puedo cuidar de mi mismo!
Me va empujando conforme avanza para sacarme de la habitación, pero su desesperación y enojo tan solo me causa pesar.
—¡Pues ahora mismo sí lo pareces!—rebato apartándole las manos de mis brazos de un manotazo provocando que se tambalee hacia atrás.—Acabas de pasar por una cirugía compleja y si te sigues comportando de ese modo vas a salir de este hospital en silla de ruedas, ¿lo entiendes?
Me dan ganas de golpearle la cabeza para que reaccione de una buena vez y deje su orgullo a un lado, sin embargo, lo único que consigo es enrabiarlo más y apriete fuertemente la mandíbula. Ojalá pudiera hacer algo más por ti...
—Vete.—habla tras unos segundos de eterno silencio en un murmullo ronco.—Por favor, vete y déjame solo.—carraspea para hacerse escuchar por encima de los sonidos de las máquinas quirúrgicas
—Wade...
—¡¡Vete ya!!—su grito desgarrador me deja paralizado y me ataca lanzándome algunos de los obsequios de sus compañeros de oficina.—Si sólo estás aquí para recordarme que ahora soy un cero a la izquierda ya te puedes ir.
Quiero protegerme de sus continuos ataques, pero en vez de eso, lo acorralo obligándole a que reaccione de una buena vez. Lo sujeto firme por los hombros mientras él sigue removiéndose frenéticamente para librarse de mi agarre.
—Estoy aquí para decirte que te quiero, idiota.—confieso sin aire y sin pensar.
De un segundo a otro, sus movimientos frenéticos cesan de golpe y cuando mis ojos enfocan sus rojas y dilatadas pupilas, pierdo el hilo de mis pensamientos. Ya no sé el por qué estoy haciendo esto, tampoco sé el por que he malgastado tanto tiempo alejándolo de mí.
Lo único que sé con certeza es que mi pecho duele y necesito, de algún modo, aliviarlo.