Testigo Criminal

EPÍLOGO

ELIAS DANKWORTH

—Con cuidado, ¿te sigue doliendo?—intento hacerme el desayuno, pero las vendas que llevo en las manos me lo impiden.

Desde que me desperté de nuevo en el hospital, mi cuerpo está en fase de aceptar los antiestéticos y los calmantes que me tomo continuamente para que mis manos no ardan y tolere el dolor.

Mala suerte para mí que no haya cura para un corazón hecho pedazos y probablemente destruido de por vida.

—Un poco, pero necesito hacer cosas por mí mismo.—sigo intentando agarrar el tenedor, pero todavía no puedo doblar del todo los dedos.—Me siento inútil.—reconozco encogiéndome de hombros y bajando la vista al suelo. 

No quiero que me vea tan decaído. Siempre trato de mostrar mi mejor sonrisa, por débil que sea, es peor verlos preocupados que tener que esconder como realmente me siento. No es momento para ser egoísta.

—No eres inútil, has pasado por mucho y me extraña lo bien que estás llevando todo esto. A mí, en cambio, me tendrían que sedar.—consigue sacarme una verdadera sonrisa y me quita el cuchillo de las manos.—Necesitas mimos.—Declara rodeándome los hombros con sus largos brazos y acercándome más a él.

—En eso estoy de acuerdo.—ronroneo siguiendo sus pasos hasta llegar al sofá y dejarme hacer.—Pero por mucho que me guste tenerte aquí conmigo, sigo sintiéndome inútil.—murmuro con la respiración algo irregular mientras Wade va dejándome besos por mi clavícula.

Inmediatamente, mis manos suben por su espalda y se enroscan en los cortos ricitos. Mi boca busca desesperadamente sus labios y y cuando por fin los encuentra, no puedo contener un suspiro placentero. 

Por fin puedo estar con él sin barreras. Sin nada que me lo impida y con total libertad, aunque mi padre aún no lo sepa. Eso es algo que tendré que esperar un poco más.

—Definitivamente no necesitaba ver este espectáculo de buena mañana.—nos sorprende Harold desde el marco de la puerta.

Desprevenidos, nos separamos de golpe y me lo quedo viendo algo asustado y con el corazón acelerado. Puede que haya aceptado mi relación con Wade, pero nuestros momentos íntimos siguen siendo privados.

—Lo sentimos, nos hemos dejado llevar.—contesta Wade antes que lo pueda frenar y le doy un codazo cuando mi hermano se me queda viendo con una ceja alzada y una sonrisa socarrona que ni se esfuerza en esconder.

—Pues la próxima vez dejaros llevar en la habitación,—chasquea pasando de largo y noto mis mejillas calentarse.—si entra padre le va a dar un patatús y creo que a ti te vamos a tener que cavar la tumba,—y dicho eso desaparece por la puerta dejándonos en completo silencio y con una sensación amarga.

Wade sabe perfectamente que quiero esperar a que todo el caos se calme para contarle la verdad y lo entiende, pero hay momentos como estos en los que noto que le duele tener que estarse controlando y vigilando que no nos vea la gente.

—Será mejor que me vaya a trabajar.—salta Wade interrumpiendo mis preocupaciones.

—¿Ya?—protesto levantándome también del sofá frunciendo el ceño.—¿No entrabas más tarde hoy?—desde que, muy a mi pesar, se confirmó la identidad de la asesina, se ha reducido mucho la cantidad de trabajo en la comisaría y por eso estos días a podido pasar tanto tiempo conmigo.

—Esta mañana Lilian ha solicitado unas horas libres para temas personales.—explica metiéndose las manos en los bolsillos. Que raro, Lilian no sabe lo que son las vacaciones.—Desde lo de Isabella, se encuentra algo delicada y según lo que me ha dicho, no quiere desperdiciar su vida en el pasado y quiere avanzar hacia un futuro todavía incierto.—no se me pasa por alto el repentino afán que tiene por irse al trabajo y casi sin darme cuenta ya ha llegado a la puerta.

Se abrocha rápidamente la chaqueta, pero antes de salir, se vuelve hacia mí con una tierna sonrisa en los labios. Este hombre confunde.

—Te paso a buscar esta noche.—suelta de repente dejándome momentáneamente pasmado.

—¿Esta noche? ¿Qué pasa esta noche?—frunzo el ceño, desconcertado. 

—Es una sorpresa.—murmura guiñándome un ojo antes de darse la vuelta y marcharse.

No es hasta pasados unos segundos que logro asimilar, más o menos, sus palabras cuando asiento lentamente consciente que estoy solo. 

***
Parte de mí no quería hacerlo. Aún sigo sin estar seguro del por qué, después de todo lo que pensé de ella, tengo el valor para presentarme en el hospital ha hablar con Daisy. 

Desde hace días padre viene insistiendo para que la visite y pase el tiempo como ella. Que le alegrará verme, pero aún no tengo la suficiente valentía como para afrontar las consecuencias de mis actos.

No, aún no estoy listo. ¿Cómo voy a poder volver a mirarla a la cara? Mejor me voy a casa y espero a que Harold regrese de estar con Bethany.sí, eso haré.

—¡Hijo!—me llama la voz que quería evitar desde el principio.—Que alegría me da verte, pensaba que hoy tampoco vendrías.—me abraza caluroso al llegar a mi lado.

—Sí, yo tampoco lo pensaba.—farfullo algo reticente a devolverle el abrazo. Aún estoy ideando formas de escaparme de esta incómoda situación.

—No digas tonterías, Daisy ha estado muy preocupada por ti.—niega con la cabeza costándole horrores mantener la compostura y la expresión calmada.

—¿Por mí?—cuestiono tomándome desprevenido y Jack asiente lentamente.

—Desde que detuvieron a Isabella no ha parado de preguntar por ti.—reconoce perdiendo la voz a media frase.—Le preocupa que estés sufriendo.—Sé que en este preciso instante se está conteniendo y trata de mostrar su mejor versión para darle ánimos a sus seres queridos. 

Sin embargo, puedo ver más allá de esa fachada de aparente seguridad y fortaleza. Y lo que veo me asusta y entristece enormemente. Debajo de esa ropa solo queda un hombre perdido, hundido en sus errores y vencido por la vida misma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.