Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 5 (Parte 1)

ANTES

A lo lejos, pareciendo una sombra espectral, se alcanzaba a discernir la silueta de un hombre con las manos en la sudadera y visualizando un entierro común, como si se tratara de uno de los familiares dolidos. Desde aquel día, Volker acostumbró visitar los sepelios de personas desconocidas para mirar cómo los ataúdes eran sepultados dentro de la grieta y posteriormente cubiertos por grandes cantidades de tierra. Hasta cierto punto esto no es una turbación que genere grandes escándalos o sorpresas, en realidad, lo verdaderamente inquietante son todos los pensamientos distorsionados que se acrecentaban dentro de su cabeza. El hombre fantaseaba con correr hasta ahí, desenterrar el cuerpo y profanar su desnudez, crear un ejemplar verdadero del interior de un ser humano. Pensaba que cumpliendo aquel sueño diurno, jamás volvería a sentir tal compulsión, y sus noches en vela, al igual que sus visitas al camposanto, terminarían de una buena vez.

¿De verdad eso iba a detenerse ahí? Lo que Volker ignoraba es que, cuando cumpliera aquella disparatada fantasía, solo se estaría dando el inicio de una espiral sin retorno, el asesino real despertaría y el deseo de saciarse sería mucho más fuerte que él.

1978. Ha pasado un año después de su primera visita al cementerio. Hoy yace de pie, el hombre que se esconde entre la neblina de una noche silenciosa y fría. Se está llevando acabo el recorrido fúnebre de una mujer joven que ha muerto por una gran sobredosis de heroína. El cuerpo ha sido enterrado apenas hace unas horas, y después de que su último familiar abandonara la lápida, unos pasos se acercan, titubeantes se detienen frente a la irregular montaña de tierra, deja caer la pala y al principio solo la observa en silencio. El viento le pega en el rostro, tiene frío y sabe que debe ser rápido, o de lo contrario, alguien podría regresar y descubrirlo.

Era toda una obsesión.

Comenzó a palear, después de unos minutos su sudor ya trazaba delgadas hileras sobre su frente blanca. Comenzaba a cansarse y le faltaba aire para respirar, pero pronto estaría logrando su objetivo. Finalmente, dando su último suspiro, la punta de metal azotó contra una base dura, era el féretro de madera. La exhumación le habría llevado alrededor de dos horas y media, ahora debía pensar en cómo rayos entraría con el cuerpo al recinto universitario, ¿cómo? cuando solamente había traído con él un par de sábanas blancas para envolverlo.

Cuando Volker sostuvo a la muerta en sus manos, un consuelo divino le hizo descansar. No estaba preparada, no había sido embalsamada, solo sepultada con un camisón blanco, un rosario y un velo blanco. Su interior estaba intacto. ¿Por qué? No había manera de averiguarlo, tal vez por el alto costo que tenía en aquel tiempo preparar un cadáver para el funeral.

Seguramente mañana esto sería noticia nacional. “Se roban cadáver en el cementerio”. ¡Qué dolor tan grande para sus familiares! Volker envolvió el cuerpo, lo cargó, cogió su pala y anduvo por las tierras de un campo vendito hasta salir de él y regresar a la residencia universitaria.

Al llegar, Volker se encontraría con el peligro de los dos guardias de seguridad que siempre estaban velando la entrada. Decidió esconder el cuerpo entre las jardineras y después se dirigió a la lavandería que siempre estaba abierta, tomó un carrito de ropa sucia en el que escondió el cuerpo, se quitó su chaqueta y trató de cubrir las sábanas blancas con ella.

—Buenas noches —uno de los guardias se le acercó—. ¿Podrías mostrarme tu identificación?

Volker se apresuró a sacar la cartera de su bolsillo trasero y le mostró su credencial de estudiante.

—Son las tres y media de la madrugada, ¿qué haces afuera a estas horas?

—No podía dormir, así que decidí salir a lavar mi ropa. Soy estudiante de medicina, no tengo tiempo de hacerlo durante el día.

El guardia lo observó, ya lo conocía.

—Está bien, pero no es bueno que te desveles de esta manera.

—Lo entiendo, no volverá a suceder —y sin nada más qué decir, simplemente se alejó.

Su habitación lucía perfectamente taciturna, apacible como a él tanto le gustaba. Corrió las cortinas, cerró la puerta y llevó el carrito de ropa sucia hasta la tina de su baño. Como el cuerpo no estaba preparado, era cuestión de tiempo para que comenzara a descomponerse y el olor de su podredumbre alertara a sus vecinos.

Llevó varios frascos herméticos de vidrio, su equipo de operación, varias gasas, alcohol y guantes. Trazó con marcas de plumón el lugar que pensaba cortar, midió, calculó y finalmente hizo la primera incisión. Su nombre fue Makali Jones, una joven mujer de veintiséis años que se dedicaba a la prostitución para conseguir drogas ilícitas. Makali era rubia, de ojos hermosamente azules, una mujer blanca, pero demasiado demacrada para su edad. Volker no había llegado ni a la mitad del corte, cuando un fuerte impulso lo hizo correr al retrete para vomitar terminando con aterradoras arqueadas que le quemaron la garganta. El baño estaba siendo un escenario de lo más espantoso, había sangre por todos lados, utensilios de metal, sueros y un horrible olor que se acrecentaba con el paso de los minutos. Sin embargo, dentro de su cabeza la voz victoriosa vociferaba que lo estaba logrando. Volvió a ponerse de pie, le jaló a la cadena y regresó a su trabajo. Se reacomodó la mascarilla quirúrgica y los guantes, pues estaba listo para desmembrar y conocer el interior de algo más realista que solo sus libros o un maniquí de utilería mal elaborado. Cortó aquí y allá, sus dedos finalmente lograron tocar los intestinos, llegó al corazón, abrió las costillas y logró arrancarlo para luego guardarlo dentro de uno de los frascos de vidrio que lo conservaría.




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