Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 15 (Parte 1)

ANTES

El auto patrulla se estacionó en un espacio cerrado de la calle, Rodrigo bajó de él y cuando lo hizo no pudo evitar repetirse las palabras que la directora del recinto estudiantil le había mencionado por teléfono: Señor Collins, nuevamente tenemos problemas con Elaine, y esta vez son verdaderos.

Así que para el momento en el que Collins pidió indicaciones, los directivos del plantel lo condujeron a la enfermería. Rodrigo vio a su hija, la pudo ver a través del vidrio de la ventana, vio cómo una enfermera le colocaba un par de curitas en la mejilla derecha y le curaba los moretones de sus brazos.

—Señor Collins, qué bueno que ha llegado —lo abordó la directora—. Pase, pase que a su niña le dará mucho gusto verle.

—¿Qué ha sucedido?

—Yo podría darle una perfecta explicación de lo que vi, sin embargo lo dejaré para que ella pueda explicárselo mejor.

Y efectivamente, en cuanto el hombre arribó al interior del cuarto, a Elaine se le dibujó una enorme y satisfactoria sonrisa en el rostro, gesto que no le duraría por mucho tiempo.

—¿Esta vez por qué fue? —preguntó su padre al tener plena conciencia de que la enfermera se había marchado.

Elaine comenzó a jugar con sus dedos.

—Me dijeron que parezco niño.

—¿Y tú crees que recurriendo a la violencia, podrás cambiar lo que te dijeron?

—No fue eso lo que me molestó.

—¿Entonces?

Sus ojitos se le llenaron de lágrimas.

—Me dijeron que lo que yo necesitaba era tener una madre para educarme y que pareciera más una niña. Me dijeron que tal vez por eso se fue, porque no quería tener una niña que pareciera niño.

El corazón se le desbarató a Rodrigo.

—Elaine, debiste haberlos ignorado. Los niños suelen ser crueles…

—¡Me lastimaron, papá!

—Y a cambio tú los golpeaste —pero en medio de su coraje, Rodrigo se sonrió al verla llena de cintas y vendajes.

—No te rías —Elaine le devolvió el gesto—, cuando te enfrentas con algún ladrón, luces peor que yo.

—Pero no parezco una momia.

—No, pero pareces un trozo de carbón cuando una bomba explota cerca de ti.

El agente se tiró un par de carcajadas.

—Ay Elaine, ¿qué voy a hacer contigo? Ven, vamos a casa.

En lugar de haberla castigado, Rodrigo prefirió llevarla a un local de helados. Sentó a la niña en una de las mesas y él se colocó en un extremo de esta.

—Elaine.

—Perdón papá, te aseguro que no volverá a suceder.

—Hija, yo sé que es realmente duro lo que hemos pasado, pero… El que te pelees y discutas no resolverá nada, solo te traerá más problemas.

—Entonces ¿qué hago? ¿Dejo que me sigan hiriendo? No es justo cerrar la boca y bajar la cabeza, nada justo.

Collins no pudo decir nada más, el nudo de su garganta no le permitía tomar control de la conversación, por lo que después de comerse una enorme cucharada de helado de fresa, prefirió no seguir insistiendo.

A fuera, y del otro lado de la calle, una cámara sin flash capturaba los mejores y únicos ángulos de la joven muchachita que comía sin siquiera sospechar del misterioso hombre que la fotografiaba.

1

Merry Crosport se había ganado una merecida cadena de buenos beneficios. Después de años de estar encerrada, presa de esas cadenas que día con día le cortaban la piel y ahogaban sus vanas esperanzas, años viendo y escuchando a diferentes mujeres dando sus últimos suspiros de vida antes de ser completamente asesinadas, hoy, finalmente una tarde de febrero de 1986, casi ocho años después de su secuestro, Merry era libre de poder salir de aquella infame cabaña y bañarse con los tibios rayos solares, sentir el viento golpeándole el rostro y ver los pequeños insectos que caían de los árboles y aterrizaban sobre sus piernas. Volker le había regalado una fina bata para que remplazara su ropa vieja y gastada que ya no le quedaba. Por fin y después de tantos años, una pequeñísima parte de ella había vuelto a la vida.

—¿En qué piensas? —le preguntó él mientras ocupaba un lugar cerca de ella.

—Hace cuanto que no he salido de ese lugar.

—¿De verdad importa?

—No mucho, pero simplemente me gustaría saberlo.

—Casi ocho años.

—¿Y por qué decidiste sacarme justo ahora?

—Te has comportado muy bien, y no quiero que la piel se te manche por la falta de vitamina.

Ella le sonrió con ironía.

—Ocho años… Hace ocho años que llegué a este lugar imaginando que sería la última cosa que vería antes de morir, y mírame ahora, sigo sin entender qué es lo que quieres. ¿Por qué no me has matado?

—Suficiente —Volker pareció molestarse—. Vamos, entra a la cabaña.

—No, espera. Todavía no quiero entrar.




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