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Mientras Dante y Volker estuvieran en la cabaña, Merry tenía toda la libertad para acomodar su pequeño cuarto como ella quisiera, es por eso que la mujer había llenado una pared completa de las fotografías de su hija que Volker le había regalado. No paraba de mirar una y otra vez todos los retratos, trataba de recordar los viejos años; sus primeros pasos, sus primeras palabras y los halagos de los profesores que idolatraban su alta inteligencia y buen sentido del humor. Merry bailaba con una música imaginaria que sonaba dentro de su cabeza, estaba feliz y no había manera de que Volker o el idiota de Dante le arruinaran su noche, o al menos eso había pensado. De pronto, su danzar fue interrumpido por los gritos de una pobre mujer. Las cadenas ya no la lastimaban, no había cuerdas o grilletes que le impidieran salir a su rescate, así que, sintiendo la energía vital de aquellas fotografías polaroid, salió con la intención de enfrentarse a sus secuestradores.
—Volker —se impuso—, déjala en paz. No la vayas a lastimar.
El corazón se le rompió, pues la muchacha que estaba frente a ella solo tenía quince años de edad. Su nombre era Chantal Bullock. Estaba totalmente desnuda, tenía las piernas y los brazos ensangrentados, la nariz rota y una cruel mordaza que casi le despelleja la piel.
—Dante —le dijo Volker mientras se desnudaba para ponerse el overol de trabajo—, encárgate de Merry, por favor.
Chantal rogó, lloró, gritó siendo ahogada por la cinta que le sometía la voz y estiró sus manos encadenadas pidiendo que no se la llevaran.
—¡Volker, no la mates! ¡Volker! ¡Dante, dile algo!
—¿Qué quieres que le diga?
—¿Por qué siguen con esto? ¡Deténganse ya! ¡Es una niña!
—Cierra la boca Merry si no quieres que te vuelva a poner la cinta.
—¡Volker! ¡Volker!
Pero en el otro cuarto, el horror apenas comenzaba. Kennedy colgó a la joven de ambas manos, se apoyó en la ayuda de un par de cadenas y un sistema de poleas que levantaron su cuerpo. Volker había pensado en violarla de diferentes maneras, pues había traído consigo una cantidad incontable de objetos que simulaban el tamaño y la textura de un dildo. Sin embargo, cuando estaba por arrancarle de la boca la cinta industrial, un par de gritos resonaron por fuera de la cabaña.
Alguien estaba pidiendo ayuda.
Volker se estremeció ante el ruido, se aseguró de que el cuerpo de Chantal Bullock estuviese asegurado a las cadenas y entonces guardó una daga en su bolsillo para posteriormente salir al encuentro de los extraños intrusos.
Para la suerte de Kennedy, se trataba de una pareja de jóvenes excursionistas, un hombre y una mujer que se habían perdido en el bosque.
—¿Qué quieren? —preguntó caminando cautelosamente hasta ellos.
Un suspiro de alivio le liberó el pecho al saber que no eran policías.
—Disculpe —el joven levantó sus manos—, estábamos recorriendo la zona y nos perdimos.
—No debieron entrar aquí, el terreno es peligroso si no lo conocen bien.
—Lo sabemos, bueno, lo sabíamos hasta hace unos días. Verá, nuestra intención era subir hasta las montañas y regresar antes de que anocheciera, pero como podrá ver, no resultó como esperábamos. ¿Podría prestarme algún teléfono o algo para hacer una llamada y que envíen a alguien?
Cuando Volker se acercó unos cuantos pasos a ellos, la joven que estaba con el chico reaccionó. Sintiéndose intimidada por las enormes manchas de sangre que ensuciaban el overol de Kennedy, tomó el brazo de su novio y le pidió que se alejaran.
—Lamento no poder ayudarte, pero aquí no hay teléfonos. Solo soy un pobre hombre que se dedica a matar cerdos y vender su carne. Pero si sigues el sendero en dirección al claro, pronto podrás hallar una carretera.
—¿De verdad? Muchísimas gracias, no sabe cuánto se lo agradezco.
Merry y Dante escuchaban todo, Dante observaba atento la entrada, desde ahí lograba avistar y cuidar la silueta de Volker que comenzaba a tranquilizarse cada vez más; cuando de pronto, las manos de Merry lograron liberarse de la soga que la sujetaba a un grillete de la pared, le golpeó la nariz a Dante y salió corriendo.
—¡AYUDA! —su grito se escuchó por todo el bosque.
Todo ocurrió de manera tan precipitada que Volker apenas tuvo tiempo de reaccionar y controlar la situación.
—¿Qué es eso?
—¡Ayuda, ayuda, me quieren matar! ¡Esos infelices me quieren matar!
El muchacho procuró salvar la vida de su pareja.
—¡Alison, corre, corre!
El enorme cuerpo robusto de Volker se fue sobre el joven muchacho que intentaba defenderse. Kennedy lo apuñaló un par de veces y entonces pudo someterlo, dejarlo vivo, pero demasiado herido como para poder salvarse. Por su parte, Dante salió corriendo detrás de Merry, logró alcanzarla después de que un par de ramas se enredaran en sus pies y la hicieran tropezar.
—¡Ven acá!
—¡Suéltame maldito infeliz! ¡Dante!
El sujeto se aprovechó de tan favorable oportunidad y le asestó un par de golpes que le abrieron el labio y casi le rompen la nariz.
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Editado: 07.05.2024