Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 18 (Parte 2)

El timbre sonó y Kennedy se apresuró a llegar a la puerta sin imaginar a quienes se encontraría al otro lado.

—Hola —Rodrigo le sonrió.

—Adiós —y como si nada, Volker volvió a cerrarla.

Pero incapaz de marcharse, el agente volvió a tocar el timbre.

—¿Qué?

—Vaya, amanecimos bravos.

—¿De nuevo usted? ¿Ahora qué quieres, Rodrigo?

—¿Podemos pasar?

—¿Tengo alternativa? —enarcó una ceja.

—Claro que la tienes; acompañarnos a la comisaría. ¿Quieres hacerlo? Porque por nosotros no habría ningún problema. De hecho, nos sentiríamos más cómodos.

—Adelante.

Ashley miró con seriedad a los tres agentes que acababan de importunar su mañana.

—¿En qué les puedo servir? Esta vez.

—¿Por qué otra cosa vendría a buscarte, Volker?

—¿De verdad, agente Collins? ¿De verdad volvemos con lo mismo de hace tiempo?

—Doctor, déjeme explicarle lo que está pasando…

—¿Desean tomar algo? —Ashley los interrumpió, pero Gaby sonrió amablemente denegando el ofrecimiento para que su compañero pudiera continuar.

—Como te decía, no son condiciones nuestras. Nosotros recibimos un seguimiento de reglas por parte del Buró Federal de investigaciones…

—Pensé que ya no trabajaban para el FBI. De hecho, creí que el FBI estaba vetado del Estado.

—Mmmm.

—¿Ilegalidades, Rodrigo?

—De hecho tengo la autoridad y el consentimiento de mis superiores para hacerle esta prueba.

—¿Qué clase de prueba? No daré saliva, ni sangre ni semen sin que un abogado esté presente. ¿Quedó claro?

—No me refiero a ese tipo de pruebas. Hemos citado a cada una de las personas que se han revisado a lo largo de todos estos años que han durado las investigaciones, y desgraciadamente para usted doctor, está incluido en esa lista.

—Adivino, ¿potenciales sospechosos?

—Exacto. Siempre con su inteligencia inmediata, doctor.

Gaby procedió a colocar una hoja de papel en blanco y un bolígrafo de tinta azul frente a Volker para intentar la prueba caligráfica, la cual también estaría siendo grabada por una cámara de video que posteriormente se revisaría en caso de que el individuo estuviese forzando la mano para realizar otro tipo de letra muy diferente a la de su naturaleza.

También dejó cerca el fragmento de la carta que tenía que replicar.

“Llevo tiempo observándolos, básicamente desde que comenzó esto, pero la verdad es que no están ni cerca de saber quién soy…”

—Escriba esto mismo, por favor, doctor. Primero utilice la mano derecha y después la izquierda.

Volker miró a Rodrigo.

—Agente Collins, no soy el hombre que buscan.

—Lo sé, doctor. Confío en que usted no dañaría a nadie, menos pensar que usted fue el culpable de la muerte de, hasta el momento, veinticuatro mujeres. Pero también necesito que confíe en mí y coopere para ayudarnos mutuamente.

—¿Mutuamente?

—Así es. A saber que usted no es ese hombre que busco, y así permitirme avanzar con mis investigaciones.

—Vaya, qué considerado —ironizó.

—Espera Volker, no lo hagas —su novia intervino—. ¿Qué tal si se trata de una trampa?

—No te preocupes Ashley, el agente Collins tiene mucho qué perder si se atreve a utilizar esto para inculparme. Por ejemplo, el acoso que me hizo hace un par de años.

Rodrigo tosió.

Convencido de que nada podría sucederle, Volker comenzó a copiar el mismo escrito en el papel limpio que Gaby le había entregado. Nunca forzó la mano, nunca cambió de posición y nunca se le vio alterado, pero al terminar, la letra que ahí estaba presente no era ni por asomo la misma de la carta.

—Aquí tienes, querida Gaby —le devolvió el papel.

—Siempre tan cooperativo —Rodrigo le sonrió, y con eso pudieron marcharse.

Las pruebas se enviaron al laboratorio, y después de un par de semanas, estas permitieron que algunas preguntas tuvieran una respuesta, lamentablemente otras de esas mismas interrogantes se perdieron con el viento. Rodrigo había roto el sobre en el que habían enviado la respuesta de la prueba caligráfica. Manases, Gabriela y Coleman esperaban expectantes el resultado, pero cuando el agente leyó lo que ahí se escribía, un sentimiento de desilusión y tristeza arrasó con su rostro.

—¿Qué ocurre, Rodrigo? ¿Qué dice?

El agente dejó caer el sobre.

—Que la letra no coincide.

—¿Cómo carajos no va a coincidir?

—No. No coincide. La letra de aquella carta y la letra del doctor Kennedy son dos totalmente diferentes.

Respuesta: Dante la había escrito.




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