Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 19 (Parte 4)

Nuestra historia nos lleva al cinco de Febrero del año 1993, el día en el que el cuerpo de Caroline Black, una joven estudiante de medicina que desapareció mientras realizaba sus prácticas profesionales, fue encontrado entre los acantilados de Perkins Road, marcando así nuevamente una nueva época de dolor y sufrimiento en las familias afectadas por todas aquellas muertes innecesarias. Y como era de suponerse, una segunda carta apareció.

Así es, hubo una segunda carta que el asesino volvió a enviar a la policía. La dejó dentro de la boca de Caroline, un papel perfectamente doblado y envuelto en una bolsa plástica para que la mezcla de saliva y sangre no fuese a diluir la tinta.

Esta decía lo siguiente:

 

Lo dije una vez, me tomé el atrevimiento de pregonarlo en voz alta, en mi voz que envuelve las dos cartas anteriores y lo que gritan todos esos cuerpos marchitos. No dejo de reírme, me burlo a enormes carcajadas que resuenan por toda mi habitación al imaginarme al puñado de idiotas que revisan los bosques en busca de algún otro cadáver.

Es verdad que el impulso de matar palpita en mi pecho, y algunos días es peor que otros, pero disfruto haciéndolo, es un pasatiempo que yo he escogido y ahora también los elegí a ustedes para formar parte de todo esto.

Querrán saber qué fue lo que pasó con esta joven de nombre Caroline Black, y no los culpo, puesto que yo también sentiría el morbo de saber qué fue lo que sucedió con su cuerpo antes de ser arrastrado y colgado de seis resistentes ramas. ¿Sabían que le gustaba chupar una piruleta de fresa cuando caminaba de regreso a su casa? Se veía tan tierna, con el uniforme blanco, impecable como muy seguramente había sido su alma; su cabello sutilmente castaño trenzado en un moño alto que dejaba a la vista su precioso cuello blanco y delgado; un par de pequeños pendientes de oro que, según ella, su madre le había regalado por su décimo quinto cumpleaños. Toda una hermosa joven que sin duda a alguna se convertiría en una excelente mujer, y digo “se convertiría” pensando en que ya no está entre nosotros.

El tiempo se acaba, el reloj cae, los vivos mueren y yo planifico…

 

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—¿En dónde dices que la encontraron?

—Mitsi la encontró dentro de la boca de Caroline Black. Rodrigo, ¿sí me estás escuchando? Te lo he repetido cuatro veces.

—Lo siento, Gaby. En Dallas está lloviendo espantosamente y el viento provoca mucha interferencia.

—¡Papá, ya estoy en casa! —a lo lejos, el grito de Elaine le provocó una genuina sonrisa.

—Gaby, ¿te puedo marcar más tarde? Elaine acaba de llegar y no quiero que se entere de nada de esto.

—Está bien. Dale un enorme beso de mi parte y que pasen buena noche.

El agente colgó, pero antes de que pudiera esconder los documentos que yacían sobre su escritorio, su amada hija intuyó lo que estaba sucediendo.

—¿Es el caso del Artífice de Muñecas?

—No, para nada.

—Papá, no me mientas.

—No lo han atrapado, ¿verdad?

Rodrigo se limpió los ojos.

—No Elaine, aún no lo hemos atrapado.

—Entonces, ¿por qué has venido a casa? ¿No te necesitan en Luisiana?

—¿Sabes, hija? Comienzo a pensar que mi presencia en este caso ya está de sobra. Siento que… no seré yo quien lo atrape.

—No digas eso, papá. La diferencia que existe entre tú y todos esos agentes que trabajan contigo, es que tú sabes quién es, solo que no tienes las pruebas necesarias para condenarlo.

—Han pasado trece años desde la primera vez que apareció.

—Y van a seguir pasando si no lo detienes. Confío en tus habilidades, y confío en que eres capaz de hacerle frente. ¿O acaso tiene miedo, agente Rodrigo Collins?

Su padre se sonrió, pero la verdad es que sí. Había muchos motivos por los cuales Rodrigo tendría miedo, pero principalmente y quien se llevaba la corona en este paranoico campo de terror, era el tiempo. Nadie podía anticipar lo que sucedería con el paso de los días, de las semanas y los años, pues si el asesino llegaba a morir, el caso ya no podría encontrar las respuestas que tanto estaba esperando. Había sucedido con grandes asesinos de la historia, Jack El Destripador y el Zodiaco, eran solo un par de ejemplos de ello.

Elaine le dio un enorme beso en la frente y después se marchó, dejando en completa soledad y silencio a su agotado padre que día tras día, pequeñas líneas de expresión comenzaban a marcar su rostro cansado por la edad.




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