Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 20 (Parte 3)

2

Rodrigo nunca dejó de darle vueltas al asunto, a lo que había ocurrido aquella mañana cuando Ashley Miller, pareja sentimental del agraciado, misterioso y sospechoso doctor Volker, llamó resaltando la palabra miedo en su vocabulario. Rodrigo tenía un presentimiento, de inmediato había entendido que algo estaba mal en aquella casa, pero por más que sus deseos fuesen ir y llamar a la puerta del hombre que hasta ese momento se había convertido en su enemigo número uno, no pudo hacerlo. Sus superiores lo vigilaban de cerca y tenía estrictamente prohibido acercarse a Volker Kennedy. Sin embargo, un día de tantos, casi dos semanas después de aquella dichosa llamada, el agente Collins cayó en cuenta de que, precisamente, era el agente Rodrigo Collins y él podría hacer lo que se le diera su regalada gana.

El hombre arrojó los expedientes que tenía en la mano, se puso su gabardina oscura y salió. Iría con Volker.

Cuando Kennedy abrió la puerta y le vio parado en medio del pórtico de su casa, no pudo evitar lanzarle una mirada de severa advertencia. Pero le permitió pasar.

—Rodrigo.

—Volker.

—Adelante, pasa. No quiero que vayas a congelarte ahí afuera y terminen culpándome por eso.

Cuando el agente Collins entró al departamento, un ostentoso desorden llamó su atención, tanto que no pudo evadir el deseo de preguntar.

—Vaya doctor, hace un par de semanas todo esto lucía diferente.

Volker fingió tener una sonrisa.

—Antes había alguien que atendiera mi desorden, alguien que controlara y le diera un sentido único a mi vida.

—¿Acaso lo estoy escuchando bien?

—Ashley se fue de la casa. Me dejó.

—Eso suena terrible, doctor Kennedy.

—Preferiría que no me siguiese llamando doctor. Hace tiempo que no ejerzo mi profesión, agente Rodrigo.

—Hay un título que lo identifica como tal. Es simple cortesía, pero si usted prefiere que lo llame por su nombre, no tengo problemas en hacerlo. De hecho, algunas veces te he llamado así.

El hombre le sonrió.

—Bien, agente Collins, como sabrá, necesito tiempo para superar esta separación, así que, sin sonar grosero, ¿Qué lo trae por aquí? Me sorprende que aún no me haya arrestado ni gritado ni golpeado ni nada de ese estilo. Incluso me sorprende saber que no haya un centenar de patrullas rodeando mi casa.

—Oh no, no lo he venido a buscar para nada de eso. Solo, quería saber si estaba bien.

—Vamos Rodrigo, los dos sabemos que eso es mentira, pero bueno, intentaré creerte. ¿Se te ofrece algo más?

—Absolutamente nada —Collins se acercó a la puerta—. Que intentes pasar una buena tarde, Volker. Hasta pronto.

Cuando el agente Collins salió, un solo pensamiento rondaba su cabeza. Obviamente, el abandono de Ashley Miller hacia Volker Kennedy, era nada más una farsa que él se había inventado para encubrir un posible asesinato.

—¿Y qué pasa si ella de verdad decidió marcharse? —preguntó Daniel’s ante la explicación que Rodrigo le había dado.

—No señor. Aquella mañana, la señora Miller llamó exclusivamente a mi número telefónico y me dio a entender que tenía miedo. ¿Miedo a quién? A Volker Kennedy.

—Supongamos que fue así y él la mató. Supongamos. ¿Notaste algún aroma extraño dentro de la casa cuando, sin mi permiso, fuiste a visitarlo?

—No, ni siquiera el anís que se utiliza para eliminar el aroma a muerto.

—Entonces, ¿qué te da a pensar que él la mató? Escucha Rodrigo, lo que menos tenemos es tiempo para hipótesis. Allá afuera, hay todavía un asesino que no se detiene, y tenemos la desaparición de Maggie Gates. De Ashley Miller no se tiene alerta de desaparición, nadie ha hecho su denuncia, por lo tanto, no hay nada que se pueda investigar. Para que alguien esté desaparecido se requiere que alguien cercano a la víctima haga la denuncia correspondiente, y luego esperar un plazo de cuarenta y ocho horas para iniciar con su búsqueda. ¿Acaso ya olvidaste cómo funciona nuestro protocolo?

—Cuarenta y ocho horas. Lo mismo me dijeron cuando Merry desapareció, y ¿qué crees? ¡Tuve que esperar siete malditos años para saber que estaba muerta!

3

El timbre sonó una vez, volvió a sonar y a sonar por quinta y sexta vez. Al otro lado de la puerta se encontraba, de pie y con un bolso Chanel, una mujer de largo cabello oscuro y su mascota; un pequeño Pomerania blanco de sedoso cabello y orejas esponjosas. La joven se llamaba Samantha Bramson, y era la mejor amiga de Ashley Miller.

Volker abrió la puerta, escudriñó a la joven y después trató de sonreírle.

—Hola, John —esta le devolvió la sonrisa—. Me preguntaba si está todo bien con Ashley. Tiene varios días que no la veo, y ella tampoco me ha llamado

Volker frunció el cejo.

—¿No te lo dijo?

—¿Decirme qué?

—Ashley, se fue…

—¿Cómo que…? ¿A dónde? ¿Por qué no me dijo nada?




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