La mañana y la tarde se pasaron extremadamente rápido, Daniel’s le prohibió al agente entrevistarse con el detenido, su abogado había llegado y exigía una explicación a la nueva detención de su cliente. Pero cuando Cole procedió a dársela, Walter le pidió estar a solas con su defendido, algo de lo que más tarde se arrepentiría, pues en toda esa hora, no existió ni una sola palabra. El silencio de Volker comenzaba a incomodarlo.
—¿Sabes qué? Ya, ya es suficiente. Así no puedo trabajar. Quiero la verdad. ¿Tienen con qué acusarte?
Volker suspiró mientras se recargaba en la silla.
—Creo que en el auto se contarán varios secretos.
—¿Secretos? ¿Cómo que secretos? Maldita sea, Volker. Cielos, cielos. Yo, bueno tú, nosotros, ellos. ¡Ah! Ya ni siquiera sé lo que estoy diciendo. Contéstame una cosa: ¿en dónde realmente está Ashley? La verdad.
—Se fue. Me dejó.
—Te dije que la verdad.
—Esa es la verdad. Ella no está en la casa.
—Entonces está en un bosque.
—Tampoco.
—Vamos Volker, responde mis preguntas.
—No puedes obligarme.
—¡Soy tu abogado! Y más te vale tener en claro una cosa; si yo no te ayudo a salir de aquí, nadie lo va a hacer.
Los criminalistas sudaban la gota gorda, se centraron enteramente en la peculiar navaja que Gabriela había encontrado en la guantera del auto, pues hasta ese momento era la única prueba de valor que tenían. En el auto no se había hallado absolutamente nada, por lo que, tras calcular, fotografiar, medir y recrear escenas en las que un maniquí de prueba era apuñalado con esa misma arma, las heridas en el cuerpo de Norah Toldder igualaron perfectamente a la cuchilla que el doctor Kennedy había tratado de ocultar. Ahora bien, ¿qué hay de los restos de sangre que había rezagados en el mango?, aquellos que se pudieron encontrar después de separar cada una de las piezas.
—La navaja es la misma que utilizaron para apuñalar a la víctima.
—¿Qué hay de la sangre?
—El proceso va a tardar unos días más.
—Rayos.
—Tenemos otro tipo de problemas —Coleman los condujo hasta las oficinas principales en donde el viejo televisor trasmitía las noticias en vivo,
Decir que el caso se había vuelto un circo mediático, era quedarse corto. La prensa se había enterado de la detención del médico cirujano John Volker Kennedy, el médico que alguna vez laboró en el hospital West Feliciana, y que, con una gran trayectoria de reconocimientos y vidas salvadas, se había convertido en un símbolo de admiración. La pregunta que nos rige aquí es: ¿la gente creería que un talentoso médico como él sería capaz de ser un despiadado asesino en serie como lo era el Artífice de Muñecas?
Nunca había sucedido nada igual. Las veces que Volker Kennedy fue presentado al departamento de investigación, se había procurado que todo fuese bajo un proceso silencioso y que la prensa quedara totalmente fuera de la conmoción, sin embargo, ahora las cosas eran diferentes. La gente quería respuestas, y llenarían ese espacio vacío con el primer hombre que la policía detuviera. Pero no sería Volker.
—¿Quién demonios le avisó a la policía —Gaby estaba molesta.
—Quien más. A su abogado le conviene todo este escándalo. Sabe que las personas van a defenderlo —Manases se cruzó de brazos.
—Rodrigo —Daniel’s lo encaró—, solo espero que el doctor Volker sea el hombre que buscamos, de lo contrario, quedaremos como difamadores a nivel nacional.
Cuando Rodrigo y Daniel’s entraron al cuarto de interrogaciones —con pruebas en mano— Walter y Volker seguían sentados de un mismo lado de la mesa.
—Vaya, comenzaba a creer que se habían olvidado de nosotros, agentes.
—Le aseguro que no fue así, señor abogado. De hecho, tenemos muchas preguntas que seguramente nos tendrán ocupados.
»Doctor Kennedy —Daniel’s deslizó sobre la mesa varias fotografías, entre ellas la navaja—. Encontramos esto dentro de su auto.
—¿Una navaja? No me acuerdo de ella.
—Es extraño, puesto que estaba entre los documentos de su guantera.
—Escuchen, el auto lo compré hace algunas semanas, y de verdad no sé cómo es que llegó esa navaja ahí, pero no me sorprende, no es la primera vez que intentan acusarme de un asesinato.
—A la señora Toldder la apuñalaron, al menos unas siete veces en el área lumbar, y esas hendiduras coinciden directamente de la navaja que encontramos en su auto.
—Siguiente pregunta —el abogado lo miró con firmeza, y a Daniel’s no le quedó más que pasar a la siguiente fotografía.
—¿Cómo explica rastros de su cabello en las uñas de Norah Toldder, doctor?
Volker se mordió la lengua.
—Tuve un encuentro sexual con ella —los agentes enarcaron una ceja—. No porque Ashley me dejara, iba a guardarle luto toda mi vida.
—Qué extraño que tuviera ese encuentro justo el día en que asesinaron a la señora Toldder.
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Editado: 07.05.2024