Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 22

ANTES

Cuando el agente Collins regresó a su oficina, le sorprendió encontrar sentado sobre su silla, y con los pies sobre su escritorio, a su compañero de toda una vida. Manases estaba esperando su llegada.

—Vine a preguntarte si no te apetece una hamburguesa.

—Te lo agradezco, pero declinaré tu invitación. Tengo cosas por terminar.

—¿Fuiste a ver a Daniel’s?

—Vengo de allá. Me aseguré que los forenses guardasen bajo llave todo lo referente al caso… Bueno, ya no es necesario decir su nombre.

—Lo logramos. Nos llevó veinte años, pero al final lo logramos.

Rodrigo terminó de recoger algunos papeles.

—Iré a ver a Gaby, ¿quieres venir conmigo?

—Sí, sí, sí. Digo, sí, no tengo nada qué hacer, y bueno, yo tengo ganas de verla, bueno, en realidad ya no la he visto, no desde que terminamos el caso y… Sí, te acompaño.

Collins le sonrió.

Al llegar, un dulce aroma a tocino y huevos revueltos hizo rugir sus estómagos.

—¿¡Gaby!? Ya llegué, y Manases viene conmigo.

La mujer salió de la cocina, llevaba todavía la sartén en la mano.

—Qué gusto verlos. Pasen y tomen asiento. Han llegado justo a tiempo para el desayuno.

Pronto aquel pequeñísimo apartamento se convirtió en la burbuja perfecta de risas, recuerdos y bromas, pues sin darse cuenta, los tres agentes habían vuelto a la vida.

—Cambiando radicalmente de tema —dijo Manases—. ¿Creen que algún día Volker Kennedy confiese lo que verdaderamente sucedió con las treinta y ocho mujeres?

—Lo veo casi imposible —Gaby se limpió la comisura de los labios con una servilleta—. Por lo que tengo entendido, hasta el momento se ha negado a hablar. Con los únicos que se ha querido comunicar han sido con los psiquiatras que lo están tratando. Pero que tengamos una confesión totalmente detallada, no creo que suceda.

—Es increíble que llegáramos hasta este punto. Lo vimos terminar su carrera, laborar, y… bueno, prácticamente hemos estado ahí presentes todos los años de su vida, y por ende, todos esos años de asesinatos.

—Ahora es mi turno para cambiar de tema —Rodrigo lanzó un sobre blanco al centro de la mesa.

—¿Qué es esto? —Gabriela lo leyó, y casi de inmediato lo encaró sorprendida—. ¿Es lo que creo que es?

—Quiero despedirme de ustedes. El caso está cerrado, el criminal tras las rejas y… Y yo quiero regresar al lado de mi hija. Quizá, ahora que comenzaremos a sanar, pueda llevarme las cenizas de mi esposa y arrojarlas al océano como le prometí el día que encontramos su cuerpo.

—Nunca nos hablaste de esa promesa —Gaby le sonrió con ternura.

—Cuando me entregaron el cuerpo de Merry y conseguí cremarlo, le prometí que arrojaría sus cenizas al océano el día que atrapara al culpable. Y aunque no sé si es una promesa a medias, aun la quiero cumplir.

—¿Por qué sería una promesa a medias?

—Porque yo no atrapé a Volker. Él se entregó. Él despidió a su abogado y él confesó. ¿Por qué? No lo sé, pero está detrás de las rejas, el lugar en el que siempre debió estar.

—Bueno, ¿y qué hay de esto? —Manases le mostró el documento, sobre el cual rezaba la leyenda: Academia del FBI Quántico, Virginia.

Rodrigo suspiró. Su sonrisa iba ganando fuerza.

—Elaine está a punto de terminar la Universidad, y bueno, me gustaría regalarle la libertad de elegir. Ella siempre ha querido seguir mis pasos, y no soy quien para cortarle las alas.

—Se va a poner feliz cuando se lo digas.

—Con Volker preso, ya no hay peligro para mi hija. Se acabó, todo se acabó. Bueno, es hora de irme. Tengo una maleta que alistar.

—Hablando de viajes —Gaby los acompañó hasta la sala—. Yo también espero salir de este lugar y respirar otros vientos.

—¿O sea que también te vas? —Manases la miró con preocupación—. ¿Qué se supone que haga con mi vida si los dos me abandonan?

—Venirte conmigo.

Rodrigo sonrió ante aquella sutil declaración, pero prefirió callarse.

—¿Yo? Ah… No, creo, no creo que sea posible.

—¿Por qué no?

—Yo, eh, bueno, mi vida está aquí.

—Ya. No te preocupes. Cuando vuelva, ten por seguro que iré a buscarte.

La puerta de aquella casa se cerró. Tres amigos se separaban para tomar caminos completamente diferentes, y que sin saberlo, años más tarde las circunstancias los volverían a reunir.

Es mentira, agente Collins. Elaine nunca estuvo fuera de peligro.




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