Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 24 (Parte 1)

ACTUALIDAD

—El sospechoso escapa hacia la carretera 61 de AirlineHwy. Repito: El sospechoso escapa hacia la carretera 61 de AirlineHwy. Todas las unidades diríjanse al punto.

Pero por más que la oleada masiva de policías trató de movilizarse, no lograron igualar a la velocidad en la que Dante conducía. Solo un oficial, solo uno cruzó los límites de velocidad para inmiscuirse en la autopista principal y poder acercarse unos cuantos metros a la furgoneta antes localizada. Pero, en su afán desesperado por golpearle para que ésta se volcara, una carambola de autos se dio lugar, llevándose consigo al policía y a cuatro autos más, entre ellos una camioneta de carga que terminó con la vida de su conductor.

—¡Solicitamos apoyo, accidente de cinco autos en la carretera 61. ¡Urgente, hay vidas en riesgo!

Al otro lado de la línea, los agentes escuchaban horrorizados todo lo que estaba sucediendo. Martha Susan rompió en llanto tomando y arrojando cuanta cosa tuviera al frente, su cabreo era evidente, y no se detuvo a reflexionar sobre él, ni siquiera cuando entendió que su carrera dependía de su comportamiento. Las dos siguientes horas transcurrieron entre murmullos, desesperación y un poco de silencio. Martha Susan no se despegó ni un solo segundo de los monitores y los mensajes que enviaban los condados cercanos. Las horas pasaban y no había noticias de Elaine.

—Revisaremos todo Baton Rouge —comandó Michelle mientras se enfundaba su chaleco antibalas y el arma—. Bodegas, casas abandonadas, jardines, almacenes activos, todo. Tenemos que encontrarla.

De pronto, Martha Susan se arrancó los auriculares, se plantó frente a los agentes y extendió un enorme mapa de las carreteras de todo el país.

—Me informan que el helicóptero les perdió la pista mientras Dante conducía sobre la carretera 61 de AirlineHwy. Esta —la marcó con un resaltador rojo— es una salida directa de Baton Rouge que lleva a Prairieville. Elaine significa algo grande para Dante. ¿Qué hay en Prairieville para que la quisiera llevar ahí?

—¿Y si solo está huyendo? ¿Y si solo planea llevársela del país?

—No lo creo —Rodrigo plantó su dedo índice sobre la carretera—. Susan tiene razón. ¿Qué hay en Prairieville? —y en un acto verdaderamente desesperado, encaró a Gabriela, esperando que fuese de ella de quien salieran las respuestas que por el momento él no tenía—. ¿Qué había en Prairieville?

—Yo no lo recuerdo. No recuerdo nunca que hayamos ido a Prairieville. Tal vez tú sí, puesto que solías seguir al doctor como un sabueso.

—¡No lo recuerdo, maldita sea!

—¡Piensa, Rodrigo, piensa! Campos, senderos, bodegas, bosques. A Merry se le encontró en Scott Bluffs, muy lejos de ahí. ¡Algún acontecimiento que haya sido relevante!

—Monet…

—¿Quién es Monet?

—Monet, Gaby, Monet. La mujer indigente que nos habló sobre la desaparición de Beberly Paulson.

—¿Ella qué?

—Un oficial de tránsito encontró su cadáver afuera del antiguo arco de piedra que daba la entrada a… Overton.

—Rodrigo, el parque Overton está en la carretera que lleva a Prairieville.

—Ahí lleva a Elaine.

—Contactaré con el dueño… —Susan se adelantó.

—No servirá de nada. Augusto Overton murió en 2008 por una fiebre cerebral. Desde entonces el parque se ha convertido en un nido de fantasmas. Rodrigo, recuerda que Overton es un parque con kilómetros y kilómetros de terreno. Será como buscar una aguja en un pajar. ¡Es imposible!

—No hay problema —terció Michelle Stefan—. Enviaremos a todas nuestras unidades a rodearlo.

—Si Dante sabe que nos acercamos, podría matarla.

—Ese es el problema, ¡ese es el jodido problema! No conocemos a Dante. No sabemos de lo que es capaz o no de hacer. ¡Ni siquiera sabíamos de su existencia hasta este año! Estoy en ceros, y todos los detectives que trabajaron en el caso también lo están. ¡Nadie conoce a Dante!

—Hay alguien que sí —escupió el agente Collins con frialdad.

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El zumbido de sus oídos no la había dejado en paz. Todo el camino restante, Elaine lo pasó casi siendo asfixiada por la enorme cantidad de trapos sucios y llenos de aceite que Dante logró introducir hasta su garganta. Lo había hecho con la intención de que no gritara, de que se callase y su llanto cesara. Elaine sabía que estaba en problemas, era consciente de la enorme monstruosidad que se le avecinaba, y queriendo o no, por un solo segundo se colocó en el lugar, y en el mismo miedo, de Jadela al saber que aquellas eran las últimas horas con vida que le quedaban.

Elaine estaba segura de que iba a morir.

El problema no es morir, el problema es cómo vas a morir. Cuando Dante la cargó para bajarla de la furgoneta, y la azotó contra el suelo de tierra y hojas secas, Elaine estaba segura de que terminaría colgando de un enorme árbol en algún bosque cercano, igual que todas esas mujeres, víctimas del engendrado parásito Volker Kennedy.

La agente intentó levantarse, estaba mareada, pero seguía con las fuerzas suficientes como para resistir. Dante regresó a ella después de cerrar la puertezuela del auto, la sujetó de las manos, y sin levantarla, la fue arrastrando por todo el sendero terroso hasta una especie de cobertizo de madera, silencioso y maloliente.




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