Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 24 (Parte 2)

6

Elaine estaba agotada, las piernas se le habían dormido y los brazos comenzaban a dolerle. Tenía sangre en la cabeza, sangre en la nariz y sangre seca en los brazos que comenzaba a picarle. Dante no la había tocado, y en el fondo se lo agradecía, pero sabía que en cualquier momento él vendría por ella y entonces su infierno comenzaría.

Efectivamente, Dante regresó, se limpió los restos de comida que tenía en los labios y después escogió uno de seis cuchillos de caza que descansaban sobre un trapo de piel en la mesa.

—¿Alguna vez escuchaste hablar de La sonrisa de Glasgow?

Elaine apretó los ojos, ¡por supuesto que había escuchado hablar sobre eso! pero no se lo confesaría.

—¿No, nada? ¿Los gángsters, Heath Ledger en The Dark Knight, La Dalia Negra? ¿No, de verdad? Vaya, pues en ese caso, déjame que te hable un poco sobre ellos.

»Se dice que la sonrisa de Glasgow fue una manera de tortura que solían utilizar los gángsters en Escocia del siglo XX. Mmmm, era un corte tan simple y tan sencillo que incluso a un niño le hubiese parecido fácil hacer. Pero te diré un secreto. Su arte estaba en qué tan profundo, largo y delgado se hiciera la incisión. Un corte bien hecho podría causarle un dolor infinito a la víctima. Durante mucho tiempo se comentó que el actor Heath Ledger se inspiró en el caso de Elizabeth Short para darle esa apariencia aterradora al famoso Guasón. ¿Sabes quién era Elizabeth Short, Elaine?

La mujer cerró los ojos.

—La Dalia Negra —contestó.

—¡Bien! Era la Dalia Negra. Supongo que recuerdas cómo murió.

—Aléjate, por favor, ¡¡¡ALÉJATE!!!

—¡Grita, grita para que cuando te corte los labios el dolor no te deje tranquila!

Dante comenzaba a cumplir sus amenazas. Aprovechándose de que Elaine se hallaba inmóvil, la cogió del rostro y sin piedad comenzó a realizarle dos profundos y largos cortes a cada lado de los labios, justo donde la comisura unía al labio superior con el inferior. Sus gritos eran implacables, burdos, feos y reverberaban alrededor de todo el parque.

Cuando la mujer logró liberarse de ese enorme par de manos anchas, la sangre le escurrió por el cuello y la punta de su camisa que de inmediato se le tiñó de rojo.

—¡Eres un maldito!

—Y que conste… —le acarició el vientre—, que no es ni la mitad de lo que planeo hacer contigo.

Dante regresó el cuchillo a la manta de piel después de haberlo limpiado con un trozo de su propia camisa. Sus pasos, lentos y calculados anduvieron sobre la madera del piso y la hicieron crujir mientras se desabotonaba el cinturón y lo dejaba colgar al lado de sus caderas. Sus dedos llegaron al borde del pantalón hasta bajarle el cierre, acariciando y contorneando el apretado bulto que se le había formado. Y finalmente, su miembro apareció, colgó sobre sus boxers oscuros como la peor tiranía de perversión.

A Elaine no le quedó más que cerrar sus ojos. Aquel indeseable hombre iba a abusar sexualmente de ella, y ella poco podría hacer.

7

Cuando la madrugada se llegó, Volker nunca imaginó verse tan agotado. Había recorrido extensos metros cuadrados buscando la famosa área de cuidados, y cuando ya no pudo continuar más, recargó su espalda contra un roble de tamaño descomunal para después dejarse caer sobre la tierra. No comprendía por qué sus pies eran amortiguadores de un fuerte dolor, hasta que miró la suela de sus botas. Estas estaban llenas de espinas y ramas cruzadas que atentaban con clavarse en su pie si continuaba caminando.

Estaba cansado, no podía respirar y el frío de la noche ya le había acalambrado los dedos de la mano. Se arrepintió de no aceptar la propuesta de Gabriela cuando esta le ofreció un par de guantes para faena.

—Volker, ¿puedes escucharme? —El auricular de su oído comenzó a zumbar—. Tenemos que regresar. Seguiremos buscando con más calma cuando haya…

Pero antes de que el agente pudiera seguir hablando, Kennedy apagó el aparato.

Por supuesto que el agente Collins sentía cómo el corazón se le detenía. Había perdido cualquier comunicación con él, y los miedos de hace unas horas regresaron más violentos, más fuertes y más reales que antes. No solo estaba encabezando la misión de atrapar a un peligroso asesino responsable de al menos catorce homicidios, sino que también, estaba al frente de hallar a su hija con vida. Pobre Rodrigo, el saber que Volker lo ignoraría a partir de esa separación, fue la cereza de su pastel. Estaba tan asustado que no se incomodó al soltar un par de lágrimas.

—No —se dijo, y no lo hizo para convencer a nadie, sino para convencerse a sí mismo—. Él no se va a ir; no hasta encontrarla. He trabajado toda mi vida bajo su sombra, he pasado años enteros metido en su cabeza, y ahora no puedo permitirme colocar asuntos en donde jamás los habría. Yo conozco a Volker, y nada de lo que pienso va a suceder.

8

Estaba mareada. Encerrada en su propio mundo pedía a gritos que todo terminase y que aquella espantosa sensación de asco y violencia saliera de ella. Tener que escuchar sus gemidos sobre su cuello, tener que sentir sus manos rozando sus muslos, sus piernas, su cintura y sus senos era simplemente despreciable. Elaine sabía que pronto todo acabaría, que Dante lanzaría su último alarido de supuesto placer, terminaría corriéndose sobre ella y jamás volvería a sentirlo.




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