Testigo en la Sombra

Capítulo 5. Pesadilla en la Morgue 

La chica miró a Martha con ojos llenos de terror, como si esperara una respuesta, una solución. Martha sintió que su propia piel se erizaba, su mente tratando de encontrar alguna lógica detrás de lo que acababa de escuchar. Pero sabía, en lo más profundo de su ser, que nada de lo que había pasado era lógico ni racional.

Martha tomó un respiro profundo antes de hablar.

—Yo... he estado soñando con ese espectro y las muertes de sus amigos.

El hermano de la joven, Hugo, la miró con los ojos muy abiertos, incrédulo: —¿Qué? ¿Las ves en tus sueños?

Martha aún intentaba asimilar todo lo que había escuchado sobre el ritual y la sombra que exigía partes de sus cuerpos. —Sí, pero no sé por qué. Cada vez que despierto, descubro que lo que vi ha ocurrido de verdad.

Hugo frunció el ceño y, tras unos segundos de reflexión, agregó en voz baja: —Vi los expedientes del caso cuando los detectives se distraían con mi hermana. Decían que los asesinatos no solo ocurrieron el mismo día, sino a la misma hora. Todas las muertes fueron los viernes, alrededor de las 3 de la madrugada. Fernanda murió el 4, Pablo el 11... Si el patrón continúa, el próximo será el 18 de octubre.

Emily, la hermana de Hugo, soltó un suspiro lleno de pánico: —Nos queda solo una semana.

Ambos dirigieron su mirada hacia Martha, buscando respuestas, esperanza, cualquier indicio de que hubiera una salida. Sebastián, el otro joven que había permanecido en silencio hasta entonces, levantó la vista y habló con un tono que reflejaba su desesperación. —Señora Martha... ¿nos ayudará? Tengo mucho miedo. Siento que soy el siguiente, que me toca a mí. La parte del cuerpo que me corresponde podría ser la próxima...

El miedo palpable en sus ojos hizo que Martha sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. Miró a los jóvenes, sintiendo el peso de una responsabilidad que no había pedido, pero que ahora era imposible ignorar.

Decidida a ayudarlos, Martha sabía que no había tiempo que perder. Durante la semana, se reunieron en secreto y elaboraron un plan que les permitiera conseguir las partes del cuerpo que necesitaban. Si no encontraban otro cadáver en la morgue, tendrían que recurrir a un acto más sombrío: mutilar uno de los cuerpos de sus amigos fallecidos. La idea les helaba la sangre, pero sentían que era la única forma de evitar una nueva tragedia.

Llegó la noche del plan, y Martha tomó el papel más difícil: distraer al encargado de la morgue. Al llegar, fingió estar angustiada y le explicó que había perdido a un familiar, y que estaba allí con sus "hijos" para reconocer el cuerpo. El encargado, con una mirada de lástima, empezó a buscar en los registros mientras Martha intentaba mantenerlo ocupado. Por su parte, Hugo, Emily y Sebastián se escabulleron por la puerta trasera y se adentraron en la fría penumbra de la morgue.

La morgue estaba silenciosa, tan vacía y helada como el aliento de la muerte. Desde que hicieron el contrato, no había habido muertos recientes, lo que complicaba aún más su situación. Los tres avanzaron con sigilo entre los pasillos, y pronto llegaron a la camilla con la etiqueta del fallecido más reciente. Al levantar la sábana que cubría el cuerpo, se encontraron con el rostro pálido y rígido de Pablo, su brazo mutilado un recuerdo macabro de lo que había sucedido.

Emily no pudo contener el llanto, sollozando mientras miraba a su amigo sin vida. Su hermano Hugo, aunque afectado, la instó con un tono firme:

— Debemos apurarnos, no hay tiempo para esto.

— ¿Cómo... cómo podemos hacerle esto a Pablo? —, Emily negó con la cabeza, temblando entre lágrimas.

Hugo la tomó de los hombros y, con dureza, le respondió: — No tenemos otra opción, ¿quieres que seas tú la próxima en esa mesa?

Sebastián, sabiendo que no podían perder más tiempo, se adelantó. De su mochila sacó una sierra, y comenzó a cortar el brazo que faltaba. La hoja metálica rechinaba al rasgar la piel rígida, mientras la sangre coagulada, espesa y de un tono negruzco, goteaba con lentitud. Emily, incapaz de soportar la escena, se giró y vomitó en el suelo. Hugo la miró con pesar, queriendo consolarla, pero sabía que no podían detenerse. Apretó los dientes y comenzó a trabajar en la pierna del cadáver.

Pero el silencio de la morgue pronto se rompió. Un ruido sordo resonó desde algún lugar del pasillo. Los tres se detuvieron en seco, conteniendo la respiración, mientras el miedo se apoderaba de ellos. Hugo levantó la vista, su rostro pálido y tenso, y miró hacia la puerta entreabierta.

— ¿Escuchaste eso? —, su voz apenas estaba contenida por el pánico.

Sebastián dejó de cortar, su mano temblando al sujetar la sierra, mientras Emily se agarraba el pecho, sintiendo cómo su corazón martilleaba de forma descontrolada.

Otro ruido, esta vez más cercano, hizo eco en la oscuridad, como si algo o alguien se estuviera moviendo entre las sombras. La tensión se incrementaba lentamente, y un escalofrío recorrió la espalda de los tres. Hugo se acercó a la puerta, tratando de ver algo a través de la penumbra, pero solo el silencio respondió.

— No puede ser él... no puede ser —, murmuró Emily, con el miedo reflejado en sus ojos.

La atmósfera se volvía más opresiva con cada segundo que pasaba, y en ese momento, todos supieron que no estaban solos en la morgue.

Sebastián ya no lo soportaba, el miedo y la desesperación le carcomían los nervios.

— ¡Oigan, no importa lo que esté pasando, debemos seguir! Si nos descubren ahora, estamos perdidos... —, apretaba la sierra con manos temblorosas.

Emily, aún incapaz de acercarse al cadáver de su amigo, miraba la escena con ojos aterrados, incapaz de moverse. Sin previo aviso, la puerta de la morgue se abrió de golpe, y un alarido agudo escapó de la garganta de Emily, rebotando en las paredes de azulejos fríos.

Los dos muchachos, con el miedo petrificado en sus rostros, se giraron de inmediato, poniéndose a la defensiva, listos para lo peor. Pero al ver la figura en la puerta, sintieron un alivio momentáneo, como si sus almas hubieran regresado a sus cuerpos. Era Martha, con la respiración agitada y el rostro pálido, reflejando el apuro en cada gesto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.