Las cámaras estaban listas. Las grabadoras de audio registraban todo sonido en la habitación. El profesor estaba preparado con su cuadernillo para tomar nota de todo lo que la mujer sentada frente a él tuviera que decir.
—12 de Julio: Toma de testimonio de infección, paciente 11 —dijo el profesor en voz alta— Sexo: Femenino. Peso: 32 kg. Edad: entre 22 y 27 años. Fecha de la infección: desconocida. Rehabilitación: 87% exitosa.
La mujer a todo esto no hizo nada más que mirarlo con unos ojos fríos y muertos. La mujer estaba esposada de pies y manos a una silla metálica que estaba asegurada al piso. Llevaba además un bozal y una bata de hospital. Unas vendas cubrían la enorme mordida que había sufrido en el cuello. Respiraba trabajosamente y sufría de algunos espasmos ocasionales.
—Buen día, señora —saludó el profesor— ¿Cómo se siente?
—Duele —contestó la mujer secamente.
—¿Cuál es su nombre?
—Samantha.
—¿Recuerda su apellido?
—No.
—¿Sabe dónde se encuentra ahora?
—No.
—¿Recuerda su dirección?
La mujer se quedó callada unos instantes. Cuando el profesor se disponía a repetir la pregunta, la mujer contestó.
—Vivo en Solhaven —su voz sonaba apagada, hablaba casi entre susurros.
—¿Recuerda algún dato más específico?
—No.
—De acuerdo. ¿Recuerda su número telefónico?
—442 789... No recuerdo más.
—Bien. ¿En qué trabaja?
—Soy ama de casa.
—¿Recuerda si estudió en la universidad?
—No.
—¿Recuerda a alguien de su familia? ¿Tal vez alguien a quien quisiera contactar?
—Mi marido.
—¿Cómo se llama su esposo?
—No sé.
—De acuerdo —el profesor anotó algo en su libreta—. Dígame ¿Qué hizo esta mañana?
—Comí.
—¿Qué comió?
—Me lo dieron los doctores.
—¿Qué le dieron?
—No me acuerdo.
—Entendido. ¿Qué hizo ayer, señora?
—Comí.
—¿Qué hizo antes de comer? ¿Lo recuerda?
—Desperté.
—¿Tuvo algún sueño?
—Todo era negro y gritaba.
—¿Por qué gritaba?
—No sé.
El profesor la miraba directamente. No estaba preocupado, la mujer estaba bien asegurada, además de que su rehabilitación a la cepa 5-23 había sido muy bien exitosa. La mujer simplemente ya no podría hacerle daño y si lo intentara había una cámara con una ametralladora que abriría fuego de inmediato accionado por alguien afuera de la sala. El profesor consideró que era momento de averiguar si Samantha recordaba algo ocurrido cuando estaba infectada.
—¿Recuerda que hizo el día antes de ayer?
La mujer no respondió.
—¿Recuerda algo que haya hecho antes de despertar ayer?
No respondió. La mujer empezó a llorar pesadamente. No salían lágrimas de sus ojos.
—¿Qué fue lo que hizo señora?
La mujer comenzó a retorcerse en su silla mientras seguía llorando. El profesor se retiró un poco de ella, no quería que si los de afuera decidiesen volarle la cabeza, los restos le salpicaran toda la ropa. Pero de pronto se calmó. La mujer respiraba con dificultad pero a intervalos regulares.
—Comí —respondió finalmente.
—¿Qué comiste Samantha? —el profesor la llamó por su nombre intentando inspirar más confianza.
—Co... Comí.
—¿Qué comió?
—Comí. Comí. Comí. Comí. Comí...
—¿Qué comió Samantha? Dímelo.
—Dani.
—¿Qué es "Dani"?
—Dani. DANI. Dani. Comí. Dani...
—Háblame de "Dani".
—Era pequeño. Pequeño —comenzó a llorar de nuevo, el Profesor decidió ya no interrumpirla— Era pequeño. Era lindo. Lo quería mucho. Al principio no lo quería, pero luego sí. Era pequeño... Yo... Yo... Yo me había encerrado con él. Estábamos encerrados. Encerrados. Quería entrar.
—¿Quién quería entrar?
—No lo sé. Estaba golpeando la puerta. Miedo. Golpeaba. Trataba de bloquearla con mis manos. Golpeaba. No pude. Estaba... Estaba en el piso... Él entró y yo gritaba. Estaba encima de mí. Comí. Mordió. Dolía mucho. Mordió. Tenía miedo, trataba de quitármelo pero mordió.
Se quedó callada un momento.
—¿Qué pasó después Samantha?
—Se fue. No quiso a Dani. Mordió y se fue. Dolía mucho. Estaba en el piso. Dolía mucho. Dolía mucho. Dolía mucho. Mucha hambre. Tenía hambre. Mucha hambre. Dani estaba llorando. Hacía mucho ruido. El ruido dolía. El ruido me daba más hambre. Me levanté y lo miré. Él lloraba y yo tenía hambre.
«Ese no era Dani. Lloraba y el ruido me dolía. Lo tomé. Lo mordí. Mordí. Le arranqué el brazo. Y lo comí. Dejó de llorar, pero yo seguía con hambre. Le mordí la cabeza. Era pequeño. Lo quería mucho. Lo amaba. Lo comí. Comí. Comí. Aún tenía hambre. Se puso negro. Gritaba y tenía hambre.»
El profesor dio por terminado el testimonio. Salió de la habitación y se dirigió a su oficina. En la oficina había una cafetera. Se preparó una tasa y se sentó tras su escritorio a escribir su reporte. Él escribió:
"El paciente 11 presentó el mismo daño que los demás. También será ejecutada. Está claro, dados los testimonios, que no tiene sentido continuar con el programa de rehabilitación para los infectados. El daño psicológico fue notorio para todos los casos. Todos los pacientes que han pasado por el programa de rehabilitación para la cepa 5-23 han tenido un patrón muy claro: logran recuperar el lenguaje parcialmente, su comportamiento agresivo es mermado y recuperan parte de su memoria, sin embargo, el daño a su mente es demasiado grave, incluso el paciente 7 que había sido infectado tan solo un par de días antes de entrar en el programa también presentó lo mismo, su mente no se recuperó. Presentan enormes traumas sobre su "sueño", ninguno ha presentado emociones que no sean la tristeza o el miedo, su cuerpo les duele todo el tiempo y algunos han experimentado visiones sobre sus presas, por eso considero inhumano regresarlos con una mente tan quebrada. También es de considerar de que el programa es extremadamente costoso, especialmente por la situación actual del país, además de que no hay garantía de que funcione para todos los infectados, pues algunos han sufrido heridas irremediables en sus cuerpos y no hay forma de que regresen vivos. Sugiero que lo mejor para ellos y para lo que queda de la humanidad es cancelar el programa y eliminar a todo muerto viviente sin excepción".