DESSIRÉE:
Llegué a casa temblando como una hoja de otoño y llorando como si fuera alguna especie de aguacero. Aquel bruto, todavía de que tuvo el asqueroso descaro de morderme como un animal con tendencias vampíricas, me llevó a casa tal como lo prometió antes de iniciar el juego. En todo el tiempo de trayecto, el cual fue caminando, no le dirigí la palabra. Su mordida me dolía y ardía hasta lo más hondo de mi ser, temía que se me infectara pues había escuchado que las mordidas de humano podían llegar a ser mortales. Él tampoco hizo mucho esfuerzo por hablarme, solo una vez lo hizo y nada más para decirme que cerrara la boca porque le estaba causando jaqueca.
Si antes creía que Eren era un cretino, ahora lo confirmaba. Para el colmo sus amigos disfrutaron del acto, pude verlo en sus pupilas, ni se diga de esas mujeres. Me sentí humillada, abusada e inferior.
Terminé de bañarme, me coloqué mi pijama con cuidado y observé mi mísero reflejo en el gran espejo ovalado que estaba colgado justo al centro de mi baño individual. Ladeé el cuello y noté su marca, tenía muchos hoyitos profundos y aún les salía sangre. Busqué mi botiquín de primeros auxilios e intenté curarme, pero tan solo puse la torunda de agua oxigenada encima y esta empezó a arder como el infierno. El sonido que hacía mi piel me asustó, parecía que estaban haciendo carne en algún comal. Lloré nuevamente.
¡Maldito Eren!
¡Me las pagaría!
Su imagen de él sentado en el sofá como si fuera el rey del lugar llegó a mi mente. Lucía imponente, seguro de sí mismo, altanero y un poco narcisista. Emanaba un aura muy poderosa, intrigante y a la vez misteriosa. Daba la impresión de que su vida personal independientemente de la música, era todo un éxito y lleno de lujos. De hecho, era el típico prototipo de niño rico que conseguía todo lo que se proponía con solo tronar los dedos. Me preguntaba si su hermano era así. Maverick no parecía la especie de prepotente, pero también las fotos pueden mentir y ser manipuladas.
Solté un suspiro lastimero al imaginarme a mi escritor favorito como su hermano. Sería una decepción total para mí descubrir que también era otro cretino.
Me hice mi curación en las mordidas que dejó, las cubrí con una gasa y cinta especial de hospital y después salí de mi baño rubo a mi cama. Me metí bajo las cobijas, abracé a mi peluche de pulpo y decidí marcarle a Thordys, mi mejor amiga. Pasaban ya de las tres de la madrugada, pero intuía que seguía despierta viendo vídeos o haciendo alguna actividad rara con su hermano. Ambos eran buenísimos amigos. Dys contestó al quinto timbre.
—¡La diosa del trueno acá! —saludó eufórica. Decidí mandarle invitación para hacer una videollamada, necesitaba verla. Su rostro lleno en una mascarilla de aguacate me dio la bienvenida.
—Persona inmortal aquí. ¿Estás ocupada?
—Nunca estaré ocupada para ti, esposa mía. ¿Qué pasa?
Tan solo bastaron esas palabras para que soltara todo lo que había pasado en la noche. Thordys exclamó, maldijo al idiota del guitarrista y de puro coraje agarró galletas saladas para comerse su máscara de aguacate. Eso me hizo carcajear y sentir mejor. El dolor en mi cuerpo fue menos intenso, por esto la quería mucho, ella lograba hacer mis días más llevaderos y siempre escuchaba atenta.
Excel apareció en la imagen.
—Esto es lo que harás, amor —dijo él colocando el celular en lo que supongo era la mesa o algo porque después vi su cuerpo entero. Llevaba solo un short negro y todo su torso musculoso estaba desnudo—. Le vas a acariciar el pecho así —pasó su mano desde sus pectorales hasta sus abdominales—, cuando él baje la mirada al movimiento de tu mano, ¡zas! Le metes un pinche cabezazo y corres como una borrega diabólica. ¿Entiendes? —La carcajada brotó con fuerza de mi garganta. Él hizo una reverencia graciosa y se acercó—. Si vuelve a acercarse créeme que le patearé las bolas. ¡Nadie molesta a mi chica!
—Nuestra chica, Cel —dijo su hermana, Excel rodó los ojos y le lamió la mejilla. Su hermana le estrelló una galleta en la cara.
No cabía duda que los hermanos Duval eran un gran espectáculo.
Platicamos hasta las cinco de la mañana y me arrepentí de mantenerlos despiertos. Nuestras clases en el colegio comunitario iniciaban a las nueve de la mañana y tenía menos de cuatro horas para dormir si es que deseaba llegar. Este quedaba casi a cincuenta minutos caminando de mi casa y si o si debía irme a la antigua porque mamá trabajaba y Anjelique entraba al suyo a eso de las siete, por ende, nadie podía llevarme.
Intenté dormir las horas que faltaban, pero debido al dolor punzante que sentía en mi cuello, cerrar los ojos fue imposible. Di vueltas como loca en la cama y hasta tuve que meterme un calcetín en la boca para no gritar. Observé la grande luna a través de mi ventana rota y recordé la paloma muerta que arrojaron antes de que pusiera un pie fuera de mi casa. Debí tomar eso como una señal de que algo malo sucedería, debí interpretar mi miedo y sorpresa como algo malo. ¡Pero no! Quise jugarle a la chica normal en una ciudad plagada de cosas raras y espeluznantes.
Quité mi cobija de mi cuerpo y me erguí sobre el colchón. Sentía asfixiarme. Fui hacia mi aire acondicionado para encenderlo, pero, para mi pésima suerte, no encendió. Entonces noté que todo en mi habitación estaba a oscuras, seguro se fue la luz en algún punto de mi agonía y apenas lo noté. Arrastré mi silla junto a mi ventana rota y ahí permanecí, como una muñeca diabólica viendo a la nada, escuchando los terroríficos sonidos de animales provenientes del bosque. Nunca me gustó vivir en esta ciudad que más bien era un simple pueblo rascuacho impregnado de malicia.