Querido J.:
Sí estás leyendo esto es porque mi temor más grande sucedió. Pero no quería irme sin pedirte perdón.
¿Recuerdas el último día que nos vimos? Fue después de que me fuera de tu casa porque tu familia no me aceptó como tu novia. Recuerdo que después de eso me fui a un hotel, para no molestarlos, hasta que tuviera la plata necesaria para volverme a mi país y al día siguiente apareciste golpeando la puerta de mi habitación. Fue la prueba más grande de amor que recibí en mi vida; no te importaba que tu familia quería que tuvieras a alguien mejor, vos me querías a mí y sé que en parte eso nos destruyó a ambos.
Ambos sabíamos que cuando dije "No te amo" estaba mintiendo. Pero no fuiste capaz de replicar que era mentira porque se que te rompí el corazón y lo lamentó.
Eras y sos una gran persona, por eso te mereces a alguien que te de todo lo que yo sabía que no podía darte. Mereces a alguien que te responda los "te amo" con un "yo te amo más", a alguien que sea capaz de darte la familia que querés, a alguien que salga a recorrer el mundo con vos. Sin embargo yo te lo quería dar todo, pero sabía que no podía.
Sí estás leyendo esta carta es porque yo ya no estoy entre los vivos (o quizás lo esté como un alma en pena hasta saber que la carta te llegó). Se que amabas recorrer el mundo y que querías que yo fuera tu acompañante, pero sí me quedaba a tu lado lo único que iba a conseguir era tenerte atado a un hospital y no quería eso para vos.
Te voy a contar algo de lo que nunca te hable. Muchos años antes de conocerte me habían diagnosticado como portadora de VIH (Si, el virus del sida). Ahora que lo pienso mejor, no quería estar en la intimidad con vos por miedo a contagiarte, no porque tuviera complejos con mi cuerpo. Ya sé lo que vas a pensar... no, nunca llegue a ese punto de intimidad con nadie, pero mi madre había adquirido el virus antes de que yo naciera.
Sí estás leyendo esta carta es porque la enfermedad me ganó.
Pero, el punto es que yo te amo y te amaré hasta que mi cuerpo resista la enfermedad.
Perdón por no haber sido quien estuviera a tu lado en tus aventuras. Me hubiera encantado poder ser yo quien te acompañara, no otra. Pero la vida es así, y preferí que fueras feliz con otra a tener que veas como me voy muriendo en una camilla de hospital. Sí eso no es amor, no sé lo que es. No quería irme sin que lo supieras.