No estoy segura sí fue el frío, la oscuridad o lo sola que puedo llegar a sentirme a las dos de la mañana. Tal vez sea la combinación de las tres o solo sea lo mucho que te extraño. La realidad es que nunca estoy segura de nada pero lo de anoche no puedo ni quiero dudarlo.
Sentir el calor de tu pecho sobre mi espalda y tus brazos rodeándome como sí la vida te fuera en ello y no podrías vivir sin ese pequeño momento, girarme y sentir tu perfume y el latido de tu corazón… fue lo único que necesité para poder dormir tranquila y en paz por un par de horas como no lo hacía hace años.
Pero como toda cosa buena tiene que terminar… la realidad me golpeó inclusive antes de que despertara por completo. No estabas en mi cama ni en mi casa. Lo de anoche jamás llegó a pasar mientras estuviste con vida y mucho menos ahora que solo quedan cenizas de ti. Solo me queda creer que a vos también te hubiera gustado compartir momentos, como el de anoche, conmigo o que tu cariño se asemejaba al mío.
La incertidumbre que me provoca la soledad de las noches es tan grande que lo único que logra traer calma a mi cuerpo y mi cabeza es imaginarte al lado mío y fingir que tenemos ese final feliz que jamás llegó y mucho menos supimos empezar. Mis almohadas son testigo de cómo, después de años, aún te sigo llorando como la primera noche.